Comodoro reúne ocho espacios culturales que luchan contra los costos y la burocracia

Collage Espacio Cultural y Social; La Vela Maya; Chévere; Infinito; El domo; La Feria del 12; Patio Cultural La Pastora y El Bunker son algunos de los espacios culturales alternativos, y en algunos casos colectivos, que funcionan en Comodoro Rivadavia. Según un relevamiento, en esta ciudad existen además cerca de 100 talleres culturales, con más de 500 participantes en movimiento. Así la cultura crece a paso lento pero firme, mientras los hacedores alternativos piden una ordenanza que los nuclee.
La clausura de Collage Espacio Cultural y Social, el 10 de mayo, y la repercusión que esa noticia tuvo en los medios periodísticos a partir de una movilización de artistas, abrió el debate en Comodoro Rivadavia sobre la necesidad de contar con una ordenanza para la habilitación de espacios de expresión artística.
La discusión está abierta y parece recién iniciarse, ya que esta ciudad carece de una legislación que delimite el modo en que se definan este tipo de espacios, muchos de ellos gestados a partir del trabajo colectivo y otros con una veta más comercial, pero alternativa, aunque afines a las actividades que también promueve la Secretaría de Cultura del municipio.
Según confirmó El Patagónico, no hay registros oficiales sobre la cantidad de lugares donde se fomenta la cultura y tampoco datos concretos sobre los artistas que concentra. Sobre este último punto, la Secretaría de Cultura proyecta conformar un registro de artistas, algo que en forma paralela efectúa la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco.
Se estima que hoy son ocho los espacios culturales y colectivos en los que se realizan múltiples actividades. El más antiguo es el propio Collage, hoy eje y centro de la discusión. El espacio creado por Nicolás Mattano, un artista comodorense que vivió en Buenos Aires, surgió en 2012 en Kilometro 3. Allí comenzaron a realizarse los primeros talleres y encuentros, principalmente de música y teatro, convirtiéndose en un lugar de referencia para los hacedores culturales.
"La idea era hacer un centro cultural, era el cuarto que armaba. En esa época solo estaba el Kultural 5 y se estaba luchando por el Galpón Austral. Después arrancó La Vela Maya", destaca Mattano al recordar cómo nació Collage.
Sin embargo, todo cambió hace alrededor de un año cuando se venció el contrato de alquiler. Mattano decidió mudar el espacio a un edificio de la calle Belgrano, casi contra la ladera del cerro Chenque, donde también funciona el Laboratorio de Aguas de la Municipalidad.
Los primeros meses Collage funcionó sin problemas, con 40 talleres que incluían desde una escuela de circo hasta yoga y pilates, con más de 200 personas en actividad, según cuenta el propio Mattano, quien en octubre sufrió la primera clausura de un total de tres que determinó el municipio por deficiencias estructurales.
"Lo que pasa es que movemos un volumen de gente que genera ruido y al estar en el centro estás más expuesto, pero nunca pensamos que nos iban a clausurar por cuestiones edilicias. Normalmente cuando te clausuran es porque hay violencia y drogas", cuestionó Mattano.
Aclara que en Kilómetro 3 el espacio estaba habilitado como salón de usos múltiples, una figura que no quisieron aceptar en el municipio para el local del centro.
Esta situación legal se repite con otros espacios culturales que están habilitados como escuela de danzas, taller cultural, salón de eventos u otra figura, ante la falta de una normativa que aglutine a este tipo de espacios que incluso han sido habilitados como comercios.

COLECTIVOS Y
ALTERNATIVOS
Además de Collage, en Comodoro Rivadavia funcionan Infinito Espacio Urbano, en la calle Urquiza; El Domo, en Kilómetro 3; La Feria, en Kilómetro 12; Patio Cultural La Pastora, en Kilómetro 8; La Vela Maya, en el barrio Abel Amaya; Chévere, en Belgrano entre Ameghino y Rawson; y El Bunker, en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco.
Infinito Espacio Urbano comenzó a funcionar como lugar de cultura y comunicación en abril de 2014, creado por la directora de teatro Ana Karina Avila; los periodistas Marcelo Maestre y Lidia Cocha y la actriz Analía Bórquez.
Desde entonces comenzaron a dictarse diferentes talleres, desde danzas afrobrasileñas, tango, árabe, yoga, teatro y expresión corporal; hasta producción, realización televisiva, radiofónica, gráfica, edición, fotografía, locución y artes circenses.
"Hoy tenemos más de más de 30 talleres y participan entre 5 y 10 personas por cada uno", contó Maestre. "Estamos habilitados como comercio. Al principio fue complicado, nos pusieron muchas trabas, pero después se fue poniendo todo lo que había que poner en condiciones, con matafuegos, salidas de emergencias, luces, muchas cosas, y nos fueron dando bastantes plazos para ir regularizando la situación", recordó.
Infinito cuenta con ocho talleres gratuitos: electricidad; periodismo para niños, divididos en radio, televisión y grafica; batucada con señas; autoestima y clown, entre otros, y según admite Maestre, también luchan contra los costos que impone hacer cultura en una ciudad cara.
"Los miembros fundadores colaboramos para el mantenimiento del lugar con una parte de nuestro sueldo, no es mucho, pero ayuda. Después hacemos venta de cosas para solventar el espacio o alguna que otra muestra cultural. Pero la plata que más ingresa es en teatro. Con eso vamos manteniendo el lugar porque los talleres nuestros no superan los 400 pesos por mes", detalló el periodista, quien reconoció que en más de una ocasión pensaron en terminar con esta aventura.
"Es que no nos daba el presupuesto para llegar a fin de mes y nunca tuvimos apoyo. La anterior gestión provincial nunca apareció y la actual vino, igual que Desarrollo Humano del municipio; nos prometieron ayuda para el alquiler en tiempo de verano cuando no hay actividad y todavía estamos esperando", señaló.
Similar perfil a Infinito tiene Chévere, el espacio cultural más nuevo que funciona en la ciudad. El multiespacio que se habilitó en la calle Belgrano al 600, inauguró en 2015 y también se vio envuelto en la burocracia administrativa.
Su propietario, Rubén Puschel, padre de uno de los integrantes del grupo musical Los Cheremeques, tuvo que dar idas y vueltas para poder habilitar el local, ya que en su caso, además de expresiones artísticas, quería habilitar un pub como una forma de pelearle a los altos costos.
"La idea era generar un espacio social, de contención en cuanto a lo cultural y adelante tenemos un espacio como una cervecería para comer o tomar algo una vez que terminan las clases", indicó.
"Hacemos algunas cosas con un fin comercial para respaldar otras que no tienen ingresos y poder sostener un lugar bien; que tenga calefacción; que se paguen los impuestos y personal en blanco", argumentó. "Todo demanda dinero porque si vos pagas $40.000 un local, difícilmente a la gorra puedas mantener un espacio con un show de títeres. No existe eso", resaltó.
En Chévere, donde la inversión se hace notar, hoy funcionan doce talleres de música y danza con un total de alrededor de 250 personas, desde niños a adultos. Se trata de un importante movimiento de gente. Por esa razón, Puschel considera que es necesario contar con lugares habilitados en forma adecuada.
"Vos no podés llevar a tu hijo a disfrutar de una tarde de circo o títeres donde no hay calefacción, los baños están sucios y no hay seguridad en el edificio. Entonces es comprensible que la Municipalidad tenga que fiscalizar porque es responsabilidad de ellos", afirmó.
"No estoy de acuerdo con que bajo el título expresión cultural se desarrolle una fiesta hasta las seis de la mañana donde se venda alcohol o donde hay algún tipo de estupefacientes. Las cosas están a la vista con lo que ha pasado en Buenos Aires cuando hay falta de control", agregó en alusión a la tragedia de la fiesta electrónica de Time Warp, en Costa Salguero.

LA CULTURA DESDE LA AUTOGESTION
En opinión de Puschel, quien se dedica a la producción de espectáculos de ritmos latinos y a la vez es constructor, no hay que meter a la cultura en la misma bolsa que otras actividades y se deben respetar medidas de seguridad y control.
Esta misma premisa sostiene en parte La Vela Maya, una casa cultural que funciona en la zona sur, sobre la avenida Chile al 1.980, en el sector central del barrio Abel Amaya.
Gustavo Almonacid fue quien creó este espacio que abrió sus puertas el 21 de setiembre de 2013. El coordina la casa y maneja la agenda de actividades. Además se encuentra gestionando la habilitación, ultimando la documentación que le pidieron desde el municipio.
"Desde la Vela Maya estamos impulsando que los centros culturales puedan tener habilitación. Hoy no hay legislación ni para habilitarlos, ni para cerrarlos. En nuestro caso estamos en vías de habilitación complementando requisitos desde hace ocho meses para no escaparnos de la legalidad. Tenemos matafuegos, botiquines y todo lo necesario para que funcione bien", sostuvo.
En el caso de La Vela el espacio es netamente autogestivo, muy diferente a los anteriores centros que funcionan con un perfil cultural alternativo, pero más comercial. "La idea es que todos se apoderen de la situación. La casa es proactiva", señaló.
"Salió como un espacio para que yo y mis amigos podamos realizar actividades. No había espacios en Comodoro, era muy difícil mostrar tu trabajo como tengas ganas y por eso montamos una muestra y salió el nombre y que iba a ser una casa cultural. Pero fue tomando forma sola. No fue la idea de que queríamos una casa cultural, salió así", rememora.
Para entender esta filosofía hay que explicar el funcionamiento de La Vela, que tiene actividad de lunes a viernes discontinuada. Las exposiciones, muestras y proyecciones suelen ser más que los talleres, y también hay clases de meditación, pilates y medicina china.
"Nuestro fuerte está en difundir arte emergente como las mesas de lectura que produce Héctor Allende. Por su mesa han pasado artistas super reconocidos y sigue apareciendo gente. La Vela Maya al estar en un barrio pretende ser un nexo porque hay gente que nunca va a un centro cultural porque les faltan un montón de herramientas y lo ven lejano. Entonces acá pueden mostrar lo que hacen", argumenta.
"Es difícil costearlo, pero se puede. Recién terminamos un bono contribución. Se capitaliza a través de una barra de comidas orgánicas, alcancía con donaciones y una subasta para capitalizar el movimiento", detalló Almonacid.
Una experiencia similar, pero aún emergente, es la de María de los Angeles "Mage" Ormaechea, quien motivada por todo este movimiento decidió crear su propia casa de cultura. La bautizó "Patio Cultural La Pastora".
El espacio situado en Kilómetro 8 realiza especialmente encuentros y expresiones artísticas y al igual que Collage también fue clausurado. En su caso el 7 de mayo, bajo una denuncia de tiros, drogas y alcohol.
Según recuerda "Mage" ese día era su cumpleaños y estaba junto a unas 10 personas cuando irrumpió personal del municipio acompañado por un grupo de policías. En la denuncia que se dio a conocer públicamente, se aseguró que ese día se secuestró droga y alcohol y que previamente se habían escuchado disparos, algo que su dueña desmiente.
"Era todo erróneo, habían dicho que entraron acá porque había tiros y había droga. Pero me revisaron absolutamente todo y no me encontraron nada. Eramos diez personas como mucho... y digamos que ya saldé esa parte porque me pusieron una multa de $50.000", recordó.
"Tuve que hacer de todo para poder pagarla, para que me devuelvan mis cosas porque se llevaron todo: equipos de música e instrumentos que eran míos porque desde hace mucho tiempo compro instrumentos para que los músicos de zona norte vengan y toquen. Esa era mi idea; que zona norte tenga un espacio donde los artistas vengan a dar clases", contó.
"Mage" admite que su espacio es precario y carece de infraestructura. Por esa razón, hasta el momento solo se dedicó a realizar encuentros y no apostó tanto a los talleres. Siempre trabajando a la gorra, es decir a voluntad con algún recital o una exposición de cuadros.
Su intención es poder habilitar el lugar, cumpliendo con todos los pasos que exige el municipio, una tarea difícil en medio de la autogestión. "Me piden cosas que no están a mi alcance. Está bien; yo estaba mal... estaba haciendo eventos que no estaban autorizados. Pero muchos jóvenes y grandes venían a expresarse", resaltó.
"La gente sabe que somos muchos los artistas y que necesitamos en distintas zonas de la ciudad espacios como estos. Ahora queremos hacer los baños que es los nos piden para poder habilitar. Yo no quiero saber más nada que me pase otra vez lo de mayo", agregó, sin olvidarse de agradecer a todos los que colaboraron con las diferentes actividades que se organizaron para poder pagar esa onerosa multa.
Mientras "Mage" lucha por habilitar su espacio y seguir la tendencia que marcaron La Vela y Collage (cada uno a su estilo), los hacedores culturales ya discuten cómo continuar con esta movida, luego de una marcha que hace dos semanas convocó a más de 500 personas por las calles del centro de la ciudad.
Ese día músicos, graffiteros, payasos, mimos y vecinos que consideran al arte un derecho, repudiaron la censura a los espacios culturales y pidieron por una ley que les permita funcionar en forma legal, sin las obligaciones y requisitos que tiene un comercio y buscando darle aire a la asfixia financiera.

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