El CONICET alerta sobre los riesgos del traslado de la orca Kshamenk a Península

El investigador Enrique Crespo afirmó que la supervivencia del ejemplar de orca no está garantizada en el hábitat natural. Además, explicó los riesgos que esto implicaría para el ecosistema de Península Valdés como Patrimonio de la Humanidad.
En el marco del proyecto que solicita la restitución de la orca macho Kshamenk  (orca en lengua ona) al mar e iniciar un proceso de readaptación del animal a su hábitat natural, presentado ante el Gobierno provincial, el investigador principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y profesor de Ecología de la Universidad de la Patagonia San Juan Bosco (UNPSJB), Enrique Crespo, se refirió junto a otros investigadores acerca de  la imposibilidad de trasladar el ejemplar a Península Valdés y cómo impactaría en el ecosistema.
En este sentido, Crespo sostuvo que “mucha gente se rasga las vestiduras diciendo ‘pobre bicho está en cautiverio’ pero resulta que no hay ningún problema de traerlo a riesgo de que se muera en poco tiempo, los animales que estuvieron tanto tiempo en cautiverio, a nivel mundial ya no se los libera”.

PROYECTO
La  iniciativa surge del guardafauna Roberto Bubbas y organizaciones ambientales con el objetivo de trasladar la orca macho de 20 años que se encuentra desde el año 1992 en el acuario Mundo Marino de San Clemente del Tuyú, en la provincia de Buenos Aires.
El espécimen es la única orca cautiva en Argentina. Fue capturada cuando tenía aproximadamente 5 años, y según los defensores de su liberación corre riesgo de muerte si continúa en el acuario, ya que la vida en cautiverio de estos mamíferos marinos se reduce considerablemente.
Sin embargo, no hay garantías de supervivencia para el cetáceo: “desde el punto de vista individual el animal no tiene chances de sobrevivir un tiempo prolongado en la zona, porque hace 20 años que está en cautiverio comiendo de la mano de seres humanos, esto no es lo mismo que sacarlo del acuario, liberarlo en Península Valdés y que el animal aprenda a comer por sí mismo, eso no va a pasar y pensamos que va a ser rechazado por el grupo de orcas residentes en la zona, fundamentalmente porque se trata de un macho adulto, y las orcas tienen una estructura social muy cohesionada, los machos de la manada no van permitir que otro macho se acerque y pueda copular con sus hembras. Esto puede pasar con cualquier especie con estructura similar”, explicó Crespo.
“Muchas de las cosas que dicen no están sostenidas por la experiencia cotidiana, hay muchas expresiones de deseo, pero esto no va a ocurrir”, agregó Crespo quien sostiene además que  “la realidad es que con 20 años viviendo en Mundo Marino, lo más probable es que tenga chances de vivir muchos años más ahí, contra la posibilidad de liberarlo, que podría vivir semanas o unos pocos meses pensando en el animal, preferiría optar por dejarlo ahí y no moverlo”.

RIESGOS
La introducción de la orca a un hábitat natural, no sólo reviste un riesgo para el animal, sino también para el ecosistema. “Introducir un animal ajeno al ecosistema, sobretodo un animal que estuvo en cautividad puede ocasionar serios riegos. Por ejemplo, la introducción de patógenos extraños en el ecosistema y contagiar a otros animales como rocas o delfines y que ocurra un evento de mortalidad provocado por esa introducción”, explicó Crespo, y añadió que “desde el  punto de vista poblacional, una orca más o menos  no cambia la situación de la población, pero sí los virus, bacterias o protozoos, en la transferencia directa del individuo que los porta a los individuos que no tiene preparado su sistema inmune para sobrevivir a eso, puede ocurrir un evento de mortalidad”.
En este sentido, los riesgos que se corren son mucho más grandes que los beneficios  potenciales que podría traer la liberación de la orca a Península Valdés.

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