"En la época de Cervantes y Shakespeare el concepto de plagio no existía en absoluto"

El historiador francés ofrecerá dos charlas en el marco de la Exposición 1616. Shakespeare/Cervantes que se pueden leer como una prolongación de las formulaciones que realizó en su libro "Cardenio entre Cervantes y Shakespeare. Historia de una obra perdida".
En el año de la conmemoración de los 400 años de la muerte de Shakespeare y Cervantes, el historiador francés Roger Chartier llegó a la Argentina para ofrecer una serie de charlas que analizan la versión del escritor inglés sobre un fragmento del "Quijote", una operación que permite repensar las nociones de plagio y de propiedad literaria, "impensables en el siglo XVI porque en ese entonces la reapropiación de textos era legítima".
Chartier ofrecerá dos charlas en el marco de la Exposición 1616. Shakespeare/Cervantes que se pueden leer como una prolongación de las formulaciones que realizó en su libro "Cardenio entre Cervantes y Shakespeare. Historia de una obra perdida", donde analiza los alcances de la reapropiación que el autor anglosajón hizo de un fragmento de "Don Quijote de la Mancha" en una obra inhallable que lleva por título "Cardenio".
"Hoy el nombre de autor está estrechamente vinculado con la identidad de una persona, pero en los siglos XVI y XVII era apenas una mercancía, un argumento publicitario para vender obras. Es erróneo entender la idea de propiedad literaria anterior al siglo XVIII con los mismos criterios que aplicamos hoy. Por eso, cuando analizamos el mundo de Shakespeare y Cervantes no debemos pensar en categorías como invención del autor, originalidad estética o propiedad literaria", señala Chartier en entrevista con Télam.

- Télam: ¿Hay reciprocidad en la relación entre Shakespeare y Cervantes a través de sus obras?
- Roger Chartier: No, eso se dio de manera unilateral. Shakespeare tuvo acceso a la obra de Cervantes pero no al revés. El vínculo se produjo a través de John Fletcher, un dramaturgo que hablaba español y escribió junto a Shakespeare una obra perdida que se llama "Cardenio", que retoma al personaje del mismo nombre que aparece en un fragmento del "Quijote". Cervantes, en cambio, no tenía ninguna idea de lo que se escribía o representaba en Inglaterra porque esas obras no circulaban por fuera de las fronteras. La primera traducción de Shakespeare se da recién a fines del siglo XVIII.

- T: ¿Se preguntó por qué a Shakespeare lo subyugó un personaje menor del "Quijote" como es Cardenio y no el hidalgo que protagoniza esta novela de caballería?
- R.C: Para Shakespeare era más fácil hacer una obra de teatro a partir de un personaje secundario que uno tan complejo como el "Quijote". Tanto él como Fletcher pensaron que la novela de los amores y desamores, que se encuentra entre los capítulos 23 y 47 del "Quijote", era más adecuada para las expectativas del público. La elección de ese tramo de la novela de Cervantes responde a una demanda de la época: por ese entonces tenían mucho éxito las historias tragicómicas en la que los amores tenían que vencer múltiples obstáculos hasta alcanzar el final feliz. La obra de Cervantes se puede leer como un almacén de novelas, como un repertorio donde no solamente se cuentan las hazañas del héroe principal.

EL PROBLEMA
DEL PLAGIO
- T: ¿Podríamos pensar que esta operación bajo los criterios contemporáneos entraría en la figura del plagio?
- R.C: En primer lugar, en el contexto de los siglos XVI y XVII hay una práctica dominante de la escritura en colaboración. Shakespeare escribió las tres últimas obras de su vida en colaboración con este dramaturgo más joven que era Fletcher. Ahora hay incluso una tendencia a pensar que muchas otras obras suyas fueron escritas también en colaboración. Eso marca una primera gran diferencia con la figura del autor singular y soberano del texto que va a prevalecer a partir del siglo XVIII. En segundo lugar, en la época de Cervantes o Shakespeare no estaba vigente el concepto de propiedad literaria o intelectual. Un texto pertenecía al editor, impresor o librero que ha adquirido el ejemplar. De esta manera, podemos inferir que el concepto de plagio no existía en absoluto.

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