Gloria y loor a Chapecoense

La madrugada del 28 de noviembre, el avión que se precipitó en tierras colombianas se llevó la vida de 71 personas, entre las que constaban el plantel del club de Santa Catarina que se aprestaba a jugar la final de la Copa Sudamericana con Atlético Nacional de Medellín, el cuerpo técnico, la plana mayor de la dirigencia, una veintena de periodistas y una tripulación de la que sobrevivieron una azafata y un técnico.
Chapecoense se había ganado el respeto y la admiración por el coraje para sobreponerse a sus muchas limitaciones, a las modestas destrezas de sus jugadores, pero en la madrugada del 28 de noviembre de 2016 devino glorioso, legendario y a la vez propiciador de lo más solidario y noble del alma humana, aunque en algunos casos aislados también de lo más abyecto.
El avión que se precipitó en tierras colombianas se llevó la vida de 71 personas, entre las que constaban el plantel del club de Santa Catarina que se aprestaba a jugar la final de la Copa Sudamericana con Atlético Nacional de Medellín, el cuerpo técnico, la plana mayor de la dirigencia (incluido su presidente), una veintena de periodistas y una tripulación de la que sobrevivieron una azafata y un técnico.
Nada más que 13 kilómetros faltaban para aterrizar en un aeropuerto en vistas de una emergencia insospechada e insólita para estos años del ya muy avanzado el siglo XXI: escasez de combustible.
A diferencia de los otros accidentes de aviación que tuvieron un desenlace trágico y vistieron de luto a equipos de fútbol, en este caso en particular la influencia del error humano fue capital. Se trató, al cabo, de una asombrosa cadena de diagramaciones fallidas y negligencias rubricadas por el colmo de un piloto, el del avión de LaMia, que era al tiempo uno de los dueños de la empresa y por ende consciente de los riesgos a los que sometía a todos los que habían subido al avión destinado a unir a Santa Cruz de la Sierra con Medellín.
El piloto lo pagó con su vida en el cerro El Gordo, hoy llamado Cerro Chapecoense, y en esa cruel condensación de víctima y victimario arrastró a decenas de personas y a la abrumadora mayoría de los jugadores de Chapecoense en particular.
La cronología de las tragedias aéreas que tuvieron como protagonistas a equipos de fútbol, da cuenta de Torino de Italia en 1949, Manchester United en 1958, la selección de Dinamarca en 1960, Green Cross de Chile en 1961, The Strongest de Bolivia en 1969, Alianza Lima en 1987 y la selección de Zambia en 1993.
En el avión que llevaba al plantel del Manchester sobrevivió Bobby Charlton, considerado el mejor jugador inglés de todos los tiempos. En el avión que llevaba al plantel del Green Cross murió Eliseo Mourinho, admirado y querido por las hinchadas de Banfield y Boca Juniors, clubes en los que había sobresalido por sus dotes de espléndido mediocampista. De todas, la tragedia del Chapecoense es la de mayor número de víctimas y la que más impacto masivo produjo como obvio correlato de la babel de los medios de comunicación y redes sociales ausentes, por caso, en ocasión de las muertes de dos celebridades del boxeo, como el estadounidense Rocky Marciano y el francés Marcel Cerdán.
También podría aventurarse que es la que más hondo caló. La Comisión Directiva de Nacional de Medellín solicitó de forma expresa a la Conmebol que la Copa Sudamericana fuera otorgada a Chapecoense, cosa que finalmente sucedió.
Clubes de Brasil y de otros países ofrecieron jugadores para reconstituir al devastado equipo de Santa Catarina.
Miles y miles de futboleros de los cinco continentes hicieron público su emocionado bautismo como hinchas de Chapecoense. Las principales estrellas del fútbol mundial destinaron recursos a Chapecoense.
Las notas miserables las dieron un dirigente del Internacional de Porto Alegre, quien sin rubor declaró que ellos afrontaban "la tragedia del descenso", y los máximos responsables de la Confederación Brasileña que presionaron para que cumpliera con sus compromisos oficiales un equipo sin equipo, un equipo sin jugadores.
Fueron apenas islotes de crueldad en medio de vastos territorios de sincera y conmovida identificación con la familia de Chapecoense, con los familiares de las víctimas y con las víctimas propiamente dichas.
La tragedia del Chapecoense promovió que un fútbol mercantilizado y degradado diera, sin embargo, una admirable muestra de la eficacia de sus anticuerpos, como para honrar al poeta que supo observar que las flores más bellas nacen los pantanos.

Fuente:

Notas Relacionadas

Dejá tu comentario

Las Más Leídas del Patagónico