La Casa Blanca condenó el "odio y fanatismo" tras los ataques racistas del sábado en Virginia

La joven que murió atropellada por un supremacista blanco en la jornada de violencia racista del sábado en Estados Unidos fue identificada ayer como Heather Heyer.
Un día después de que un masivo acto de supremacistas blancos en Charlottesville, Virginia, terminara con un sangriento atentado contra una manifestación anti rracista paralela, la Casa Blanca condenó ayer lo que consideró un ataque de "odio y fanatismo", mientras que el alcalde demócrata de esa ciudad lo calificó como "un acto de terrorismo".
El sábado columnas de militantes neonazis y decenas de milicianos armados como militares que decían "proteger a la nación" inundaron esa ciudad universitaria, una localidad de unos 50.000 habitantes, para una esperada manifestación en un parque público que había sido bautizada como "Unir a la derecha". Allí los esperaba otra protesta, una de simpatizantes anti racistas y pacifistas que rechazaba su presencia.
Primero empezaron los empujones y golpes de los supremacistas blancos contra los manifestantes que los repudiaban y la violencia llegó a su máximo nivel cuando un hombre, que ayer fue identificado como James Alex Fields Junior, blanco de 20 años, atropelló con su auto a la multitud anti racista y mató a una persona y dejó una veintena de heridos.
Poco antes, las autoridades habían declarado el estado de emergencia y ordenado a todos abandonar las calles.
"El presidente dijo ayer (sábado) con mucha contundencia que condena todas las muestras de violencia, fanatismo y odio. (...) Y por supuesto, eso incluye supremacistas blancos, el Ku Klux Klan (KKK), neonazis y todos los grupos extremistas", aclaró ayer la Casa Blanca en un comunicado, luego que la declaración del sábado del mandatario fuera criticada por la oposición y grupos civiles por ser muy débil y no mencionar explícitamente a los grupos de extrema derecha que protagonizaron el ataque.
El comunicado oficial también destacó que el presidente Trump busca "la unidad nacional de todos los estadounidenses", según la agencia de noticias EFE.
Mientras Trump denunció los actos de violencia cometidas "por varios bandos", su asesor de Seguridad Nacional, HR McMaster, fue más contundente y calificó al atentado como "un acto de terrorismo".
"En cualquier momento que cometas un ataque contra el pueblo para incitar miedo eso es terrorismo. Coincide con la definición de terrorismo", concluyó McMaster en una entrevista con el canal ABC.
Ayer miles de ultraderechistas habían llegado al centro de Charlottesville para "unir la derecha" a través de una protesta masiva contra la retirada de una estatua en esa ciudad del general confederado Robert E. Lee, considerado un símbolo de la defensa de la esclavitud y el racismo que marcó la historia de Estados Unidos y que aún sigue muy presente.
Fueron ellos lo que iniciaron la violencia, primero hacia la contramanifestación anti racista y luego con los miembros de las fuerzas de seguridad, que tuvieron que ejecutar el estado de emergencia.
Pese a que la Casa Blanca aún envía mensajes diferentes sobre la gravedad y la calificación del atentado del sábado, el alcalde de Charlottesville, el demócrata Mike Signer, fue el primero en condenarlo como un "acto de terrorismo".
"Fue un acto de terrorismo en el que se usó un vehículo como arma", sentenció Signer en una entrevista ayer a la mañana con la cadena de noticias NBC, en la que le habló directamente al mandatario republicano: "Corresponde al presidente Trump decir que ya basta".
El dirigente demócrata dijo públicamente lo que muchos analistas escriben hace tiempo en sus artículos y lo que un amplio espectro de organizaciones y centros de pensamientos advierten en sus informes. Signer vinculó el atentado del sábado con la campaña electoral de Trump del año pasado, una de las más abiertamente agresivas de los últimos años.
"Miren la campaña electoral que llevó a cabo", destacó Signer antes de llamar a Trump a terminar con la creciente polarización política y la agresividad con la que se traduce en las calles.
Además de las declaraciones xenófobas que marcaron su campaña presidencial, Trump materializó ese discurso con designaciones específicas de personas vinculadas con sectores supremacistas blancos, principalmente su asesor especial Stephen Bannon y su fiscal general y secretario de Justicia, Jeff Sessions.
La prueba más evidente de la cercanía ideológica entre el actual gobierno republicano y la extrema derecha supremacista blanca es David Duke, el ex líder del Ku Klux Klan (KKK), un hombre que no sólo apoyó su candidatura el año pasado, sino que además calificó la manifestación de ayer en Charlottesville como "la concreción de las promesas de Trump".
Luego que las autoridades declararan el estado de emergencia y comenzaran a evacuar las calles del centro de la ciudad, ubicada a sólo 200 kilómetros de Washington, un joven blanco, Fields Junior, decidió estrellar su auto sobre una multitud de manifestantes anti racistas. Una mujer de 32 años falleció y una veintena de personas sufrió heridas de diversa consideración.
En medio de la conmoción por este atentado, un helicóptero de la Policía estatal que participaba del operativo de seguridad se estrelló y dos oficiales murieron.
El jefe de Policía de la ciudad, Al Thomas, informó ayer ante la prensa que el atacante del sábado nació en Ohio, es blanco, tiene 20 años, está detenido en la cárcel del condado de Albermarle-Charlottesville y está siendo investigado por asesinato en segundo grado ya que la principal hipótesis es que atacó a los manifestantes de manera premeditada.
Mientras las manifestaciones de grupos neonazis o supremacistas blancos son un elemento común en la política estadounidense, la del sábado se trató del "mayor encuentro de odio de su clase en décadas en Estados Unidos", según alertó el Southern Poverty Law Center, una organización que investiga las expresiones, políticas e iniciativas que alimentan o llaman a la violencia racial y xenófoba.

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