La escalada del euro y el declive del dólar marcan síntomas de la incertidumbre económica global

La agitación que registraron esta semana los mercados monetarios y bursátiles en el mundo, con una fuerte suba de la cotización del euro frente al dólar, puso de relieve la diferente situación que atraviesan Estados Unidos y la Eurozona, así como la incertidumbre que reina a escala global sobre los alcances de la recuperación económica.
Las declaraciones formuladas el jueves por el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, acicatearon la carrera ascendente que viene protagonizando el euro en los últimos meses y que le ha permitido revalorizarse 10% frente al dólar desde comienzos de este año.
Básicamente, los analistas financieros europeos han visto estas declaraciones como la causa de la revaluación de la moneda única, al menos en lo inmediato, ya que Draghi ha dejado al mercado convencido de que en septiembre u octubre el BCE comenzará a abandonar gradualmente su política de estímulos monetarios.
En realidad, las precavidas manifestaciones del primer banquero de Europa parecen haber provocado un efecto diferente al deseado.
El pasado 28 de junio, Draghi se mostró muy satisfecho de los resultados de su política de inyección de liquidez de los últimos años y proclamó que la fase de lucha contra la deflación en la Eurozona había quedado atrás, dando lugar a otra nueva de reflación.
Inmediatamente el euro comenzó a subir a un ritmo más rápido del que venían teniendo, ya que los inversores interpretaron que esa declaración iniciaba el final de la compra por parte del BCE de bonos por 60.000 millones de euros mensuales.
Una política de reducción gradual de la inyección de liquidez permanente que también alertó a los inversores en Bolsa que comenzaron a retraerse, desatando un serrucho en los índices bursátiles a lo largo de las últimas semanas.
Sin embargo, Draghi buscó equilibrar el jueves las consecuencias de su discurso de junio en Sintra, Portugal, al asegurar que con relación a la inflación, todavía bien por debajo del objetivo del 2% anual fijado por el BCE, "el trabajo aún no ha acabado".
Incluso fue más allá al asegurar que el ente monetario del Viejo Continente está "listo para activar nuevas medidas extraordinarias si las condiciones empeoran" en el plano de la economía y de la inflación, precisando que el BCE tiene que ser "paciente y persistente", además de "prudente", teniendo en cuenta la experiencia del final de los estímulos monetarios de la Reserva Federal de Estados Unidos.
Pero Draghi parece haber errado el tiro, si creemos a los analistas europeos, ya que el mercado da por descontado que el BCE no sólo no va a incrementar los estímulos sino que, por el contrario, comenzará en el próximo otoño (boreal) a retirar de forma gradual la compra de bonos, por ejemplo de 60.000 a 40.000 millones de euros por mes.
El euro volvió a subir el viernes, superando los 1,16 dólares, y los bancos que intervienen en el mercado de divisas se animan a predecir que se acercará a 1,20 en el corto plazo.
Lo que no parece ser tenido en cuenta por esos expertos es que la aparente subida del euro, impulsada por una economía que ha creado casi seis millones de puestos de trabajo en el último trienio y que está creciendo a cifras aún modestas que no alcanzan al 2% anual, es la contracara del derrumbe que experimenta el dólar.
En enero pasado, poco antes de que Donald Trump asumiera la presidencia de Estados Unidos, el dólar dio un respingo rápido y muy fuerte que lo llevó cerca de la paridad con el euro, a 1,03 dólares por cada unidad de la moneda única, debido al optimismo que invadió a los mercados por los planes tributario, de sanidad y de obras públicas delineado por el nuevo mandatario.
La pérdida de fuerza de Trump, lo errático de su gestión, el Russiagate y, finalmente, la derrota de su proyecto de reforma del Obamacare en el Congreso, fue debilitando a la divisa estadounidense hasta colocarla en los bajos niveles de los últimos días, que suponen el punto más alto del euro desde agosto de 2015.
La evolución de la moneda estadounidense se explica, además, por las dudas crecientes en el seno de la Reserva Federal sobre la oportunidad de seguir aumentando la tasa de interés de aquí a fin de año o, en su defecto, esperar a 2018 para retomar esos aumentos debido a la falta de datos firme sobre el fortalecimiento de la economía y, como en Europa, de un verdadero final de la deflación.
La volatilidad de los mercados y la actitud dubitativa de los dos bancos centrales sobre cómo reorientar sus políticas monetarias revelan la precariedad de la recuperación que siguió a la crisis de 2007-2008, la cual estuvo básicamente piloteada por los entes monetarios de Europa, Estados Unidos y el resto del mundo desarrollado.
Los límites del instrumento monetario para afirmar y profundizar esa recuperación hace ya mucho tiempo que están en el centro de las discusiones del poder económico y político en los países centrales.
El afán de mantener la austeridad fiscal a toda costa, a pesar de un sinnúmero de "trampas" de algunos países como Italia, Portugal y el Reino Unido, así como la ausencia de un tirón real de la producción desde el sector privado, amén de las contradicciones entre el desarrollo en Oriente y Occidente, subyacen también a los ruidos en el ámbito monetario y financiero.
Todo esto deriva y derivará aún más en el corto y mediano plazo en virajes bruscos en las cotizaciones monetarias y en el comportamiento de las operaciones bursátiles y del mercado de bonos soberanos.
No otra cosa puede explicar la gran división de opiniones entre economistas de bancos de primer nivel, expertos y operadores del sector financiero e incluso de banqueros centrales, quienes discrepan radicalmente sobre la firmeza del actual rally del euro y el futuro de los mercados europeos.

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