La temporada de la "Torre de Tandil"

Al margen de otras admirables expresiones olímpicas (la judoca Paula Pareto y los regatistas Santiago Lange y Cecilia Carranza), fue el tenista tandilense Juan Martín Del Potro la medida de todas las cosas en lo que atañe a epopeyas en clave celeste y blanca.
Y todo eso, por desmesurado que parezca, por haber reunido ingredientes capaces de reconstruir su propio universo y en pleno vuelo impregnar, determinar y alumbrar otros universos.
Si una Copa Davis parecía imposible de ganar, era la de 2016, y si un buque insignia era imposible de imaginar se llamaba Juan Martín Del Potro.
El cuadro se reservaba a un equipo que se deducía sostenido por jugadores respetables, habitantes del top 100 o en el mejor de los casos del top 50, supervisados por un capitán paciente y calmo, como Daniel Orsanic, pero a la vez subordinados, todos, los jugadores y el coach, a limitaciones que parecían insalvables.
Pero luego, la historia escrita por Del Potro en 2016 la conocemos, la admiramos y la celebramos.
Jugó, ganó, brilló, y con humildad miró desde el llano y con su 1,98 metro dio un salto todavía más gigantesco para superarse.
¿Mejor tenista argentino de todos los tiempos? ¿Top 10 o top 20 entre los mejores deportistas argentinos de todos los tiempos?
La primera hipótesis da un cierto no sé qué a febril (Guillermo Vilas es el San Martín de tenis nacional y si hubiera que explicar por qué ya estaríamos en el terreno de lo insólito), pero la segunda más vale que sedimente, en la medida que la del tandilense es una biografía provisoria.
De momento, lo que sí ya sabemos con la misma certeza de que después del lunes viene el martes, es que sería imposible reponer el Libro de Oro del deporte argentino pasando por alto el nombre y la figura de Juan Martín Del Potro.

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