Celia González se levanta todos los días a las 6. Pone la pava en la hornalla y se va a bañar mientras espera que el agua se caliente para desayunar. Toma dos o tres mates para no salir con la panza vacía y luego camina hacia la parada de colectivo para llegar a su trabajo a las 8.
El colectivo de la Línea 2 de Patagonia Argentina la deja en Kennedy y Estados Unidos. Por eso una vez que baja camina dos cuadras y llega a su destino: una casa familiar en la que presta servicios hace cinco años.
Celia es una de las 3.612 empleadas domésticas que hay en Comodoro Rivadavia, según el último registro que publicó el INDEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos) a través de las Encuestas Permanentes de Hogar (EPH).
En soledad, ella realiza sus tareas, mientras sus empleadores trabajan y los hijos van a la escuela. Es una cuestión de confianza", dice Celia. "Ellos saben que yo vengo, limpio y me voy. Siempre fue así y creo que me siento más cómoda trabajando de esta manera. Uno por ahí se siente intimidada cuando están los patrones en la casas porque por es como que te vigilan", agrega.
De lunes a viernes, Celia cumple la misma rutina. Son cinco horas en las que limpia, plancha y deja la comida preparada para que sus empleadores lleguen a almorzar cuando ella se retira.
Hace cinco años que estoy trabajando acá y me ofrecieron ponerme en blanco, pero por mi edad (60 años) no me conviene. Quiero seguir trabajando hasta que pueda. Una ya está acostumbrada y no creo que me habitúe a otro ritmo de vida. Gracias a este trabajo crie a mis tres hijos y le doy los gustos a mis dos nietos, sostiene.
Según los datos del INDEC, en Argentina el 33.8% de los trabajadores de todo el país no están registrados, es decir que no cuentan con obra social, aportes jubilatorios ni vacaciones pagas, tal como le sucede a Celia. De ese porcentaje, el 74,5% son trabajadoras de casas particulares. El rubro de la construcción se ubica en segundo lugar, con una tasa del 68,9% y en tercer lugar figura el empleo agropecuario, con una tasa del 49,4%.
En ese sentido, los datos del INDEC indican que sobre un total de 847.436 trabajadoras de casas particulares que hay en todo el país, solo el 16% lo hace en regla. Y según datos oficiales de la AFIP (Administración Federal de Ingresos Públicos), el último año se registraron 81 mil empleadas domésticas nuevas.
ABUSO LABORAL EN MEDIO DE LA CRISIS
La realidad, más allá de los fríos números, marca que el sector siempre fue uno de los más vulnerados en sus derechos laborales. Este año la situación es aún más compleja, principalmente por la crisis económica que sufre el país y de la cual Comodoro Rivadavia no está ajena.
Eliana Muñoz, secretaria General del Sindicato de Trabajadoras de Casas Particulares (SITRACAP) explicó que la merma en la actividad comenzó hace dos años, cuando muchas empleadas se quedaron sin trabajo.
"La caída del petróleo y de los comercios nos afectó mucho a nosotras. Antes una empleada tenía hasta cuatro casas donde trabajaba y hoy si tiene dos es mucho", señaló.
A esa situación, se suma la baja salarial que históricamente sufre el sector. Es que en la ciudad petrolera, donde los salarios de un operario pueden superar los 50.000 pesos, una empleada doméstica cobra entre 80 y 200 pesos por hora, dependiendo del empleador. En algunos casos también cobran los traslados en colectivo. Sin embargo, todo se vuelve más flexible en plena crisis.
La situación está muy difícil. Día a día nos enteramos que hay gente que cobra lo mínimo para poder llevar algo a su casa. Hay señoras que cobran 80 pesos descontando el colectivo porque sino no tienen como alimentar a su familia. Es algo desesperante. También hay casos donde las mujeres deciden caminar para ahorrarse la plata del colectivo y poder comprar frutas o verduras porque la carne en Comodoro es un lujo que no todos los días se pueden dar, lamentó Muñoz.
"Esto la gente lo sabe por eso hay muchas personas que se abusan; llegan a ofrecer una suma mínima porque saben que con la necesidad que hay se agarra y hasta se pelea por el trabajo, criticó la referente gremial.
A modo de ejemplo, Muñoz recordó un aviso clasificado donde se ofreció un trabajo para cuidar a un abuelo de lunes a sábado, de 8 a 17, por 4 mil pesos. Es una locura que ofrezcan algo así. Encima no especifican si pagan el colectivo o no. Lo hacen porque saben que llamados no les van a faltar, pero no podemos decirle a la gente que no lo tome porque tienen hijos y tienen que comer, ir a la escuela y vestirse", señaló.
INMIGRANTES EXPLOTADAS
María José Gutiérrez es de Bolivia y forma parte del 17% de inmigrantes que trabajan como empleadas domésticas en el país, según el INDEC. En su caso, ella llegó a Comodoro hace ocho años para "probar suerte".
Su primer trabajo fue en una verdulería, propiedad de unos compatriotas suyos. Sin embargo, lo dejó porque sus empleadores no le pagaban o la hacían trabajar demás. Así decidió buscar un trabajo que le permita estudiar de noche y ayudar a su familia, y encontró un aviso para limpiar una vivienda en el barrio Pueyrredón.
"Llamé y al otro día me dijeron que me tenía que presentar a trabajar. Tenía que limpiar el baño, la cocina y un dormitorio", recordó sobre el acuerdo que hizo con sus empleadores.
Según contó María José todo marchaba bien hasta su empleadora comenzó a pedirle favores cada vez en forma más frecuente. En un principio me pedía que le lavara los platos de la noche anterior, que le planche la ropa del nene porque ella no alcanzaba o que le limpie el quincho porque habían tenido una fiesta. Todos esos favores se fueron sumando, pero el dinero era siempre el mismo", contó.
Una vez me hicieron ir un domingo para ayudarle con el cumpleaños del nene más chiquito. Estuve de las 8 hasta las 18 trabajando sin parar para que me paguen 200 pesos más. Ahí agarré y les dije que si querían que siguiera trabajando me tenían que poner en blanco. Yo sabía que podía hacerle juicio por una conocida de la Universidad (Nacional de la Patagonia San Juan Bosco) y la asuste así. Pero siguió el abuso.
Cansada de la situación, María José decidió dejar el trabajo. Un día llegué y me dieron ganas de llorar. Había pilas y pilas de platos sucios y toda la casa estaba sucia. No habían limpiado en todo el fin de semana y querían que les haga la limpieza en dos horas. Agarré mis cosas y me fui. Plata no les saqué, pero por lo menos no iban a seguir abusándose", narró.
Para Muñoz este tipo de situaciones de abuso laboral se repiten en todo el país, sin importar el nivel de vida del empleador, aunque reconoce que "las personas que más tienen son las que más les cuesta poner a las empleadas en blanco o pagar lo que corresponde".
"Muchos lo toman como una ofensa cuando le decís que la hora está 150 pesos o que no vas a alcanzar a hacer todo en tres horas. Es una mala costumbre, pero no solo se repite en Comodoro sino en todo el país, sentenció la dirigente, quien aseguró que en el rubro cobrar una indemnización es casi imposible, principalmente cuando una persona, como Celia, no trabaja en regla, tal como estipula el convenio laboral.
- 23 julio 2017