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Luis Ziadeh recibe a El Patagónico en la cancha de Unión San Martín Azcuénaga mientras conversa con unos muchachos que están trabajando en el club. Lleva puesta su camperita de USMA y un pantalón de gimnasia que denota que el "Sapito" estuvo trabajando, hasta un rato antes de la entrevista.
Quien no sabe que ese bonachón de 64 años es el presidente del pujante club de Kilómetro 5, podría confundirlo con un obrero o con un colaborador. Es que el titular de los "Patricios" encarna el concepto de dirigente laburante, sin horarios preestablecidos. Se ha calzado el mameluco muchas veces y, entre risas, confiesa: "trabajo más acá que en mi casa".
Su historia con USMA parece que estaba escrita. "Mi padrastro, de apellido Acosta, había jugado acá. Cuando trajeron a Paulino Carrizo desde Catamarca, mi viejo me trajo a ver un partido. Fue la única vez que vine a ver a USMA, hasta que aparecí como jugador y me quedé", resume, y sentencia: "Después de mi familia está USMA. Tengo más de la mitad de mi vida acá".
Por eso, desde siempre, su familia lo respalda y lo acompaña. "Con mi familia está todo bien. Mi mujer, Rosa, me conoció jugando al fútbol, y mi hija Irene está con ALMA (Asociación de Lucha contra el Maltrato Animal). Por eso la gente de ALMA cobra las entradas, queremos colaborar con una institución benéfica", explica.
DE LA LIGA DE LOS BARRIOS A LA OFICIAL
Ziadeh vivió su niñez en el barrio 9 de Julio, pero nunca jugó en Jorge Newbery, ni siquiera hizo las inferiores allí ni en ningún otro club, porque jugaba en la Liga Independiente de los Barrios. Por eso, USMA es su primer y único amor en el fútbol oficial de Comodoro Rivadavia.
"Mi historia con USMA empieza en 1978, cuando tenía 26 años. Yo trabajaba en una empresa que tenía base acá y se armaban torneos interempresas. Yo jugaba en la Liga de Barrios y nuestro jefe, Luis Romero, había sido jugador de USMA. Lo fueron a ver porque el club estaba en banca rota, así que agarró la presidencia él y nos trajo a todos a jugar acá. Yo jugaba de marcador de punta por derecha", rememora.
La camada de Ziadeh llegó cuando estaba por terminar el certamen donde los "Patricios" salieron últimos, pero habría revancha. "Para el segundo torneo vinieron los refuerzos y lo ganamos de punta a punta, invictos. Ahí ascendimos a la A, en el año 79", evoca.
Y en 1982 saldrían campeones en la A. "En el '82 tuve la gran satisfacción de ser campeón en la A con el 'Toto' Amado. Había un muy buen equipo, así que costaba ganarse el puesto y yo me lo gané. Encima le ganamos el torneo a Huracán 5 a 1.
Después fui campeón en el 93 pero como dirigente. Salimos campeones y zafamos del descenso", remarca.
Después de vestir la casaca "azulgrana" durante siete años, se retiró del fútbol por la causa más noble, para cuidar a su madre, que no sólo le dio el apellido, sino las mejores enseñanzas, como aquella vez que lo puso en penitencia fuera de la casa, de rodillas, luego de que el "Sapito" protagonizara una riña en el colegio.
"Jugué hasta el 85. Dejé de jugar por razones de salud de mi mamá. Pobrecita, tenía un cáncer y el médico me dijo que tratara de acompañarla lo más que pueda, así que dejé de jugar. Lamentablemente, en el 87 se me fue", recuerda, cabizbajo.
LA VISION DEL "SAPO"
Así como lo fueron a buscar a su jefe en 1978 para intentar levantar al club, lo mismo le pasó a Ziadeh en 1989. "Me van a buscar 'Patija' (Hernández) y Lazarte porque el club estaba mal, no había dirigencia. Entonces me vine a trabajar, me armé una comisión con los hermanos Pascual y Domingo Cambarieri y Carlitos García. Ahí arrancamos. Agarró la presidencia Domingo y yo era tesorero, pero había que cumplir todas las funciones", asegura.
Y tira una graciosa anécdota: "Jugábamos acá con Palazzo, la cancha no tenía cerco, había que poner una soga para cobrar las entradas. Vienen tres hinchas de Palazzo y pasan como si nada. Yo les digo 'muchachos, nosotros estamos acá para cobrar'. Les dije el precio y me dicen 'no vamos a pagar entrada para ver a estos perros'".
"Se fueron y entraron por otro lado. Me agarró mucha bronca, así que agarré un palo, fui hasta allá y les dije 'muchachos, tienen que pagar la entrada, si no, se van'. Uno me quiso encarar, los otros lo pararon y se fueron".
A raíz de ese episodio, el "Sapo" propuso cerrar la cancha y generar recursos propios. La cosa empezó mal, pero terminó más que bien.
"Organizamos un torneo donde se anotaron 35 equipos, pero llovió como 15 días, así que tuvimos que devolver la plata. Entonces se me ocurrió rifar un auto. Lo pagábamos por semana con lo que recaudábamos. No se vendieron todas las rifas y justo se dio que no salió el número del auto. Organizamos otra rifa y empezamos a hacer las bases para empezar a cerrar", comenta.
A partir de ese momento, las obras continuarían, con altibajos, pero siempre con gente que tenía ganas de trabajar. "En el año 93 hablé con mi compadre Juan Carlos España y le dije que hiciéramos el gimnasio. Invertimos ahí y lo regenteamos durante casi 15 años. Así se fue dando mi amor por este club, del cual nunca me fui. Tampoco me llamaron de otro lado", aclara, con una sonrisa.
El "Sapito" Ziadeh no ve pasar el tiempo, sino que lo acompaña. Desde que llegó al club, nunca se fue, y cuando no fue presidente, o vice, como cuando presidía Armando Avila, ayudó a USMA desde el lugar que le tocara. Por eso, a veces cae en la cuenta de que la mayor parte de su vida se la dedicó al club.
"Ahora estoy cayendo que ha pasado mucho tiempo de estar ininterrumpidamente acá, y estando muchas horas. Si tengo que venir a la mañana a esperar a alguien que tiene que dejar algo, vengo. Y a la noche estoy siempre, en los entrenamientos estoy todos los días, por si necesitan algo, por si se lastima algún chico y hay que salir corriendo, y para acompañar al cuerpo técnico, que no se sientan tan solos", asevera Luis Ziadeh, el dirigente obrero.