Represión y topadoras en desalojo en campo de refugiados en Francia

Según el Gobierno francés, los desalojados reciben ofertas de alojamiento alternativas, pero estos las rechazan porque los aleja de la frontera con el Reino Unido, donde quieren pedir asilo político o esperan poder encontrar trabajo.
Las autoridades galas continuaron ayer con el desmantelamiento del campamento de refugiados de Calais, en el norte de Francia, ante la mirada desesperada de centenares de refugiados que además de ver cómo eran derribadas sus viviendas, fueron reprimidos por las fuerzas de seguridad.
El desmantelamiento comenzó el lunes luego de que la semana pasada un tribunal diera luz verde a una medida impulsada por el gobierno francés con el argumento de que las condiciones de vida en la llamada "Jungla de Calais" son insalubres y peligrosas para los refugiados.
Varias topadoras y decenas de empleados de una empresa privada contratada para ejecutar el desguace del campamento continuaron desde la primera hora de ayer con la destrucción de las precarias casillas que en los últimos meses fueron el único refugio de miles de personas de Medio Oriente y Africa que esperan para cruzar ilegalmente al Reino Unido y construir una nueva vida.
El gobierno tomó la decisión de desmantelar primero la parte sur del campamento, donde según las autoridades viven unas mil personas, aunque organizaciones humanitarias que trabajan en el lugar elevan la cifra a 3.000.
Según las autoridades galas, los desalojados reciben ofertas de alojamiento alternativas, pero estos las rechazan porque los aleja de la frontera con el Reino Unido, donde quieren pedir asilo político o donde esperan poder encontrar trabajo.
"La mayoría se quedan en el lugar, en carpas cercanas (...) Pero no saben dónde dormirán, están desorientados, no creo que derribar el campo sea una buena idea", relató Johannes Maertens, un monje belga que hace cinco meses abandonó su congregación para instalarse en la llamada jungla para ayudar a los inmigrantes y refugiados que llegan sólo con lo puesto.
Las topadoras comenzaron destruyendo las viviendas de Sur a Norte, pasando por alto sólo las instalaciones comunitarias, como la escuela, según ordenó la semana pasada el tribunal que habilitó el desalojo.
Los trabajos de desmantelamiento fueron realizados en medio de un amplio operativo de seguridad que incluyó un cordón policial para separar a los operarios de los centenares de inmigrantes y refugiados desalojados que observaban, imperturbables y desesperado, la escena.
Mientras Ahmed, un sirio de 24 años, observaba con tristeza cómo las topadoras se llevaban por delante su casa de lona y madera, otros inmigrantes arrojaron objetos a los agentes en señal de protesta.
La Policía francesa respondió reprimiendo con gases lacrimógenos y cañones de agua.
La ofensiva de las fuerzas de seguridad se saldó con un total de cuatro detenidos, entre ellos tres miembros del grupo No Borders, una organización humanitaria que pugna por la supresión de fronteras y la libre circulación de todas las personas.
El primer incidentes se produjo en la autopista de acceso al puerto de Calais que pasa por las proximidades del campamento, cuando "varias decenas de inmigrantes" irrumpieron en la ruta y lanzaron diversos objetos contra los camiones con intención de detenerlos, subirse a los vehículos y cruzar el llamado euro túnel hasta Reino Unido, según explicó un vocero de la Subprefectura.
Miles de inmigrantes y refugiados que huyen de la pobreza, la guerra y la violencia, muchos de ellos de Afganistán, Irak y Siria, llegaron en 2015 a Calais para intentar desde allí alcanzar Reino Unido.
La mayoría de ellos busca subirse a los trenes y camiones que cruzan el Canal de la Mancha, en la búsqueda de reunificar a su familia desde territorio británico, uno de los países europeo donde más ha crecido en los últimos tiempos el trabajo informal.

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