“Algo estábamos haciendo bien, porque a pesar de la gran contra de la distancia, éramos uno de los clubes con más chicos jugando al rugby. Algo que se viene sosteniendo en el tiempo”, sostiene Raúl Héctor “Roly” Laacre, ex jugador y actual dirigente de Comodoro Rugby Club, sobre lo que significó la fundación de la entidad de Astra el 14 de noviembre de 1994.
En el principio de todo, un grupo que se desprendió de Chenque Rugby Club fue el inicio de un facción nómade de rugbiers de Primera división, que se anexaron primero a Universitario y luego a Gimnasia y Esgrima, para finalmente cristalizar lo que hoy es Comodoro RC, una institución radicada en Kilómetro 20, en un predio de cinco hectáreas que se erige como punto de encuentro familiar.
“Como toda institución, sigue en un proceso de crecimiento, porque sería injusto nombrar alguna época ‘dorada’, dado que el club tuvo sus altos y bajos de acuerdo al panorama social y económico de la ciudad”, sostiene Gustavo Die, actual presidente de Comodoro RC.
En sus más de veinte años de vida, Die hizo hincapié en la apuesta de un grupo de rugbiers, quienes al quedarse sin espacio no declinaron su pasión por el deporte y buscaron alternativas que llevó a la creación de club.
“Comodoro Rugby Club significa un ciclo completo de un sueño de un grupo de personas que decidieron darle continuidad al rugby, con un conjunto de amigos que se sumó a la iniciativa de un par de personas”, define Die.
La declaración se enmarca en las circunstancias que rodearon la antesala de la formación del “Coirón”.
BUSCANDO UN LUGAR
“Roly” Laacre fue uno de esos jugadores que tuvieron protagonismo cuando jugaban en Gimnasia y Esgrima, donde tras un paso anterior por Universitario, un grupo de 25 rugbiers había comenzado a echar raíces en la institución “verde”.
“Andábamos medio perdidos luego de irnos de Gimnasia y Esgrima, que por unas desavenencias decidió no contar más con la actividad. Y empezamos a buscar otro rumbo”, sostiene “Roly”.
La capacidad de gestión y la iniciativa de Antonio Aníbal y Carlos Favre, dieron como consecuencia la búsqueda de un espacio apropiado.
“Empezamos a ver otros espacios, lo que derivó en la cancha de lo que fue el Club Atlético Astra –fundado en 1914– y que en ese tiempo pertenecía a CAPSA. Como Carlos Favre se mueve en el negocio inmobiliario, evaluó ese espacio y se lo transmitió a Aníbal, que empezó a gestar la compra del terreno en un momento difícil, económicamente hablando”, rememora Die.
El panorama no era el mejor, Comodoro Rivadavia no estaba en época de bonanza petrolera, los aportantes estaban preocupados por su negocio y quienes querían formar el club, pretendían conservar sus respectivos trabajos.
“Por suerte, se llegó a un acuerdo y pudimos comprar el terreno de 5 hectáreas con aportes de distintas personas”, apunta el actual presidente.
NO PERDER LA ESENCIA
En el plano deportivo de esos tiempos, Raúl Laacre rememora que el rugby de Comodoro estaba en una “meseta” en general. Y ellos, como Gimnasia, participaban de la competencia de Primera división, donde la reglamentación no era tan rígida, lo que les permitía a los que estudiaban afuera sumarse a los encuentros en tiempo de vacaciones.
“Cuando quedamos afuera de Gimnasia, el grupo (20 personas) decidió que debíamos continuar pero no anexados a otro club, porque si bien nos juntábamos para jugar, contábamos con una identidad propia que venía desde el grupo de amigos en Universitario. Y a pesar de que nunca habíamos estado en un club de rugby propiamente dicho, teníamos una esencia propia”, confiesa.
De esta manera, de jugar en canchas del Auto Moto Club y el Jockey Club en Rada Tilly, el grupo no desistió en su sueño de formar un espacio propio.
“Hacíamos de local en el Auto Moto Club, o en el Jockey de Rada Tilly, donde trabajamos muchísimo en el predio que se le había cedido a Gimnasia, ya sea en la forestación del lugar como en el armado de canchas. Hasta que unas divergencias con quienes manejaban el club, llevaron a que hagamos un paso al costado y el esfuerzo quedó en la nada, porque después se realizó un plan de viviendas en ese lugar”, recuerda.
Respecto de la posibilidad de sumarse a otro club, Laacre sostuvo que a pesar de no tener identidad como infraestructura, sí tenían identidad como grupo: “Eramos mucha gente para ir a ‘invadir’ otro club”.
CAPITAL HUMANO
Con el predio en manos del club, se empezó a trabajar con el reacondicionamiento del lugar, mientras que con el poco tiempo que restaba, se utilizaba para conformar la base de jugadores que entrenaban en el Liceo Militar.
“Ya teníamos el espíritu del rugby, sólo que necesitábamos un lugar para transmitirlos a nuestros hijos”, relata Laacre, respecto de la nueva etapa que se iniciaba con la conformación del nuevo club.
De la mano del crecimiento de la ciudad, el espacio propio fue propicio como punto de encuentro de ex jugadores de Gimnasia que retornaban con sus hijos, ya sea para jugar o sumarse como entrenadores.
“Sería injusto calificar otras presidencias que, a pesar del esfuerzo, no pudieron concretar obras por condimentos extras de esos tiempos. Porque la vida y el crecimiento estuvieron acompañados de acuerdo a lo que acontecía en la ciudad”, aclara Gustavo Die.
Los 20 kilómetros que separan al predio del casco urbano, hicieron dudar a más de uno si la apuesta tendría un final anhelado. Pero los años ratificaron la empresa, dado que en la actualidad cerca de 600 personas practican rugby y hóckey en el “Coirón”.
“Cuando nosotros compramos en Astra, algunos decíamos que quedaba muy lejos, pero como estaban nuestros amigos sabíamos que iba a ser nuestra casa, más allá de que estuviera lejos. Y se dio que Comodoro Rugby se compuso de gente con buen concepto social y muy trabajadora, arrancó con muy poquitos y se fueron sumando. Además de la gente joven que se involucró con la vida del club con mucho más entusiasmo y tiempo”, apunta Die.
Del “queda muy lejos”, el proceso se transformó en una importante cantidad de padres que depositaban su confianza en el grupo de trabajo del “Coirón”.
“Nos jugamos por mantener la premisa de los inicios, que era darle prioridad a lo deportivo, pero primero a la familia. Eso derivó en que los padres se acerquen y no sólo vean al club como un espacio donde dejar a sus hijos, sino como un lugar donde pasar un día de esparcimiento”, aclara Die.
“Creo que el capital más importante siempre fue el humano, ya sea desde profesores y colaboradores, hasta padres que dejaban su tiempo en pos del club. A ello hay que sumarle que los padres siempre pudieron comprobar que los que aportaba se iba invirtiendo, siempre hay algo nuevo y ello lleva a que la gente colabore, porque está convencida de lo que acá se hace”, resalta Laacre.
A la apuesta para afincarse como nuevo club de rugby, surgió la iniciativa de poner a disposición de los más pequeños, vehículos para transportarlos desde plaza San Martín al predio del club.
Así, en principio, lo que representó dos combis o un colectivo repleto, se transformó en solo un vehículo, dado que los padres optaron por llevarlos en autos particulares y quedarse a pasar un día de campo en las instalaciones del club.
“Nosotros tratamos de darle una comodidad a las familias. Por eso, algo estábamos haciendo bien, porque con la gran contra de la distancia éramos uno de los clubes con más chicos jugando al rugby, y luego al hóckey, que se practicaba antes en un gimnasio de una escuela. Ahora, con el sintético, creo que va a verse más actividad en nuestra sede”, concluyó Raúl Laacre.