Crece la contaminación visual y auditiva en toda la Capital Federal

La contaminación visual y auditiva alcanza niveles alarmantes en algunos sectores de la ciudad de Buenos Aires y puede generar desde estrés hasta accidentes viales, según advirtieron especialistas que desde hace tiempo trabajan en el tema. El problema se plantea principalmente por el exceso de carteles publicitarios y el ruido que genera el creciente parque automotor, indicaron los especialistas, en tanto el gobierno porteño reconoció que el espacio público está “saturado”

Buenos Aires (Télam)
Más de 30 mil carteles en infracción, que invaden zonas protegidas y afectan la visión de automovilistas, cables que se acumulan frente a ventanas de departamentos, edificios que alteran la estética y decibeles mayores a los tolerados por el cuerpo humano son el resultado de un desprolijo desarrollo urbano en la Ciudad de Buenos Aires.
Los riesgos van desde simple malestar hasta neurosis y accidentes viales, ya que los carteles colocados a la vera de los caminos desconcentran a los conductores, motivo por el cual está prohibida su instalación en autopistas, aunque en la práctica la normativa no se cumple en varias vías, como la Autopista 25 de Mayo.
“La contaminación visual es la interferencia en el espacio. Se trata de mirar un sector y encontrar allí obstáculos como cables o carteles o un edificio con una altura muy diferente a otros”, afirmó Liliana Garcén, arquitecta y especialista en geobiología, la especialidad que estudia el impacto de la geografía en el ser humano.
De acuerdo a la normativa vigente -constituida por una ordenanza, los códigos de Planeamiento Urbano y Habilitaciones y la Ley Nacional de Transito- “se estima que unos 30 mil carteles y marquesinas del total que pueblan la ciudad son ilegales”, reconoció a Télam una fuente del Ministerio de Ambiente y Espacio Público de la Ciudad.
“Contrario a la tendencia de otras grandes ciudades, en la Ciudad se puede observar un altísimo grado de saturación del espacio visual, producido por el gran desorden y descontrol de este tipo de publicidad en la vía pública”, que el año pasado generó casi 20 millones de pesos, sostuvo la fuente consultada.
Según contó a Télam Antonio Brailovsky, ex defensor del Pueblo porteño, el problema es la falta de control: “hay normas y no se cumplen. En la ciudad está prohibida toda publicidad en autopistas, pero andá a recorrer la Avenida Lugones, que está llena. ¿Cuál es la trampa? La definieron como avenida para poder llenarla con publicidad”.
No obstante, los carteles colman también al Parque Tres de Febrero, a pesar de que cuenta con doble protección por su valor histórico y por ser un área verde, as¡ como la 9 de Julio (unos 90 carteles), las autopistas 25 de Mayo y Perito Moreno, Agronomía, Madero e Illia (otros 300), aseguró el Gobierno de la Ciudad.

SONIDOS QUE MATAN
En cuanto a los sonidos, existe una ley de Contaminación Acústica, en la que se establecen los límites de ruido de acuerdo a diversas zonas, con niveles de tolerancia variables, que van de 60 a 80 decibeles durante el día y de 50 a 75 durante la noche y cuya violación implica multas de 2.000 a 5.000 pesos.
Sin embargo, la normativa no se cumple, insistió Garcén -que dicta cursos sobre hábitat urbano en la Sociedad Central de Arquitectos-, para quien “el nivel de ruido es cada vez más elevado. Pero de esto no somos conscientes. De hecho, la gente no se da cuenta que este tipo de cosas molestan”.
Aunque la cartera de Ambiente tiene un proyecto de Mapa de Ruido de la Ciudad, que incluirá la evaluación del verdadero nivel de decibeles que soportan los porteños cada día, la iniciativa está recién en sus primeras etapas, por lo que no puede tenerse una cifra confiable, informó uno de sus voceros.
Detrás de todo está el crecimiento sostenido del parque automotor, opinó Brailovsky: “con este modelo de autopistas que desembocan en la ciudad, ni el ruido ni los accidentes ni la contaminación del aire tienen solución”, indicó.
El ex funcionario y Garcén coincidieron en que es necesario contar con protección sonora, como árboles o paneles acústicas, al costado de toda vía muy transitada, como junto al Parque Tres de Febrero.
De acuerdo a una fuente de la comisión de Ecología de la Legislatura porteña, aunque en la ley figuran las cifras máximas para cada vehículo, no hay quien evalúe si se cumple, mientras que existen casos que directamente no están contemplados dentro de la norma.
Entre ellos están los ciclomotores, ya que tienen una cilindrada menor a 50 cc -los mínimos establecidos son para motores más grandes-, pero al ser modificados por los jóvenes que realizan delivery para tener más potencia, emiten ruidos muy intensos, que se suman al de colectivos y otros automotores.

Fuente:

Dejá tu comentario

Las Más Leídas del Patagónico