por Angel Romero
Cinco kilómetros de ida, cinco de vuelta. Muchas veces con sus piernas como única movilidad, que marcan el paso de un pibe de barrio con calles de tierra que trata de ganarse un lugar en un club que reúne a la más alta idiosincrasia de la localidad rionegrina de Cipolletti.
Así fueron los comienzos de Rogger Morales, actual entrenador de Huracán de Comodoro, quien se prepara para una nueva campaña al frente del club de barrio Industrial, quien a lo largo de su trayectoria fue formando un concepto de lo que significa el mundo del fútbol.
“Mi paso por Huracán de Parque Patricios me hizo ver el fútbol y quererlo de una forma más estética, más linda. Disfruto del fútbol que tiene una línea estética y un respeto por el espectador, bien jugado. Y me divierto en el banco cuando mis jugadores hacen eso. Tiendo a aburrirme o ponerme de mal humor cuando -aún ganando el partido- no tenemos una línea estética, y por eso no se tiene un respeto por el espectador que pagó una entrada”, apunta Rogger de entrada.
El ex “5” sostiene de esa manera que “por lo menos, el que paga una entrada para ver, se sienta identificado con el equipo”. Y en especial “cuando el jugador responde al esfuerzo del hincha de venir a la cancha y gastar dinero”.
SU PRIMERA CAMPAÑA AL FRENTE DEL
“GLOBO” Y SU ROL
En la misma sintonía se mostró reflexivo sobre la función que le tocó ejercer por primera vez al frente del “Globo” comodorense.
“Yo creo que en mi primer período al frente de Huracán cometí algunos errores en por la adaptación de jugadores que no son de la Patagonia. Entonces les costó a los chicos adaptarse al clima y la distancia. Sobre todo al jugador soltero que estaba muy lejos de su familia. Por ahí de Mendoza a Buenos Aires uno se toma un avión y listo. En cambio de Comodoro a Córdoba no es tan fácil. Entonces a pesar de tener dos o tres días libres los chicos no podían viajar, porque es muy particular jugar en la Patagonia”.
En la intimidad, Rogger sostiene que a los 20 años ya sabía que iba a ser entrenador, por eso no desaprovechó ninguna ocasión de aprender cuando tuvo al frente a reconocidos técnicos como Héctor Raúl Cúper o Carlos Babington.
“Yo dije que iba a ser técnico cuando tenía 20 años, porque necesitaba de la ayuda externa para desarrollar mi juego dentro de la cancha, porque al ser un jugador con pocas condiciones técnicas necesitaba un apoyo. Entonces me preocupaba mucho por lo táctico por lo estratégico, y otros detalles que el jugador dotado no lo hacía porque entraba al campo de juego y jugaba bien solo”, se sinceró.
Por ello reconoció que lleva en sí la impronta de otros técnicos: “marcamos en la zona con pelota parada como lo aprendí de algún técnico que tuve en Independiente de Mendoza. Presionamos en la mitad de cancha como Sergio Egea un entrenador del Hércules de España. O sea, de cada uno fuimos tomando lo que nos gustaba y servía o lo que daba resultado. A veces perfeccionándolo o puliéndolo un poquito, pero las ideas las tomamos de las que uno aprendió en su paso como jugador”, sostuvo.
Así, con 37 años, y a un año de su retiro como futbolista, Rogger Morales debutó como entrenador de Villa Iris, en la liga local de Neuquén.
“Había jugado el Argentino B (con Independiente de Neuquén), y al año siguiente asumí como DT de Villa Iris, un club de esa misma ciudad que jugaba la liga local. Y al año de estar ahí sucedió algo histórico que no se volvió repetir. Salimos campeones en las tres divisiones que conducíamos: Primera, Reserva y Séptima en forma simultánea. Es más, hubo chicos que dieron la vuelta olímpica tres veces porque jugaban en las tres categorías”, rememora Rogger.
Esa primera experiencia lo ‘catapultó’ como entrenador, y en el seno de su familia vieron viable el poder vivir del fútbol. Siempre con la premisa de una búsqueda constante de los objetivos deportivos y el buen juego.
UN MUNDO NUEVO
A DESCUBRIR
No fue fácil, una cosa es como jugador ubicarse en el campo de juego, saber de qué manera tiene uno que aportar al equipo. Y otra muy distinta es estar al frente del grupo como conductor y motivador del mismo.
“Cuando estuve al frente del grupo como entrenador hubo una gran cantidad de preguntas que surgieron dentro de mí. Porque uno como jugador cree que se las sabe todas, y que el solo hecho de ser jugador te pone en una posición que ya podes ser técnico. Y eso fue una de las cosas que más me llamo la atención”, reconoció.
Las inquietudes lo llevaron a seguir estudiando movimientos tácticos y estratégicos. Mientras también ponía en juego su parte humana como persona.
“Yo me considero ‘negociable’ en la forma de ver el fútbol, por eso creo que cada jugador se tiene que desarrollar en su condición natural más fuerte y nosotros tenemos que potenciar esas condiciones. Por ejemplo, yo creo que las primeras prácticas de un entrenador en un club deberían ser libres, que el jugador se adapte al lugar donde más cómodo se sienta. Como un goleador, que yo veo en un picado o en un amistoso se tiende a tirar de media punta, entonces esa es su condición psicológica y lo tenemos que potenciar desde esa lógica”, mantuvo.
Desde ese punto de vista, apuntó que ellos supieron potenciar jugadores en el “Globo” que estaban corridos unos metros atrás: “Nos pasó con Gaitán (Jorge), con Rubilar (Diego) también. Jugadores que por lo que conocía de antemano se fueron potenciando, como Juan Cruz Ercoreca que fue un jugador tremendo. También deben existir jugadores que bajaron su nivel con nosotros”, expresó.
LA FORMULA
PARA TRASCENDER
“Yo tenía muy pocas mañas, pero creo que viene de mi padre. Es más, tengo un premio de mi club Cipolletti porque estuve cinco años con asistencia perfecta. Vivía a 5 Km y muchas veces iba y volvía corriendo. Y yo no falté. Y también llovía, corría viento, me dolía la muela o se me murió mi abuela o se fueron de vacaciones mis viejos. Y nunca tuve una excusa para faltar. Entonces todo eso hay que hacerle ver al chico para que entienda que la única forma de llegar es sacrificándose”, remarca.
Por ello, apunta a la convicción personal del jugador para que mantenga una conducta: “No creo mucho en el convencimiento por imposición. Al jugador hay que hacerle ver por qué no tiene que salir, por qué no se tiene que drogar o tomar. Entonces cuando el jugador se convence, uno no tiene que estar encima. Repito: la única forma que el hincha se sienta orgulloso de la camiseta, del escudo que tiene o de la bandera que usa, es que nosotros lo representemos no solo en el partido sino durante la semana. Nosotros no ascendimos la campaña anterior, y sin embargo las palabras fueron de aliento y de gratificaciones, pero porque había una lectura previa de lo que hacíamos en la semana, en lo que era una entrega total de los jugadores y el cuerpo técnico. De que los jugadores se bancaron una deuda, que fueron al frente, que no dudaron, que se cuidaron. Y el resultado final no fue el ascenso, pero los hinchas se sintieron representados por este grupo, por eso nunca dejaron de alentar”, destacó.