El control de remesas de utilidades y divedidendos, un arma de doble filo

En el transcurso de los últimos meses, como es de público conocimiento, se han implementado diversas medidas para frenar la fuga de divisas en el mercado cambiario. Entre ellas, extraoficialmente se establecieron límites para el giro al exterior de utilidades y dividendos por parte de las empresas que operan en el país.
Si bien el mecanismo puede ser efectivo en el corto plazo, podría tener un efecto negativo si en el corto o mediano plazo la desconfianza que generan este tipo de controles hace que la inversión directa externa caiga en una suma igual o mayor a la que se obtiene reteniendo utilidades y dividendos. Es aquí donde radica el peligro de este tipo de medidas restrictivas, que suelen tener un efecto de “arma de doble filo” hacia adelante.
Para medir este fenómeno es necesario recurrir a los datos del Balance de Pagos. Dentro de las operaciones del Sector Privado No Financiero se encuentra la subcuenta de Inversión Directa (ID). De ella, se puede obtener el flujo de entrada y de salida de dólares en concepto de inversión (no financiera). Del otro lado de la tijera, dentro de las Rentas de la Cuenta Corriente del Balance de Pagos, se encuentra la subcuenta de Utilidades y Dividendos (U&D), esto es el giro de U&D desde el exterior (Crédito) y el giro de U&D hacia el exterior (Débito).
Como muestra la tabla adjunta, la entrada de capitales en forma de ID se ha recuperado notablemente luego de la crisis 2001/2, promediando U$S9.000 millones/año entre 2007 y 2011, alcanzando niveles similares a los registrados entre 1994 y 1999. Por su parte, la ID de los agentes locales en el exterior, también ha retomado una senda similar a la observada en años previos a la crisis, alcanzando un promedio de U$S1.225 millones/año durante el mismo período de tiempo (2007-2011).
Por otro lado, desde el enfoque de la Cuenta Corriente, los datos reflejan una sustancial mejoría en cuanto al flujo de U&D desde el exterior hacia la economía local. En este rubro, las cifras pasaron de un promedio de U$S628 millones/año en el período 1994-1999 a U$S1.223 millones/año entre 2007 y 2011. En el mismo sentido -aunque de forma más intensa aún-, el giro de U&D desde adentro hacia afuera prácticamente se ha triplicado entre un período y otro, pasando de U$S2.595 millones/año antes de la crisis 2001/2 a U$S7.696 millones/año durante el último lustro.
En parte, quizás por el último incremento al que se hace referencia en el párrafo anterior, se ha puesto tanto ahínco sobre limitar el giro de U&D hacia el exterior. Pero los controles tienen su costo y los números son elocuentes en este sentido.
Haciendo un simple ejercicio se puede suponer que, si el gobierno frenase por completo el giro de U&D hacia el exterior, estaría “reteniendo” -en el corto plazo- algo así como U$S8.000 millones en el mercado local (de todas maneras es una hipótesis de dudosa ocurrencia, ya que los controles no siempre son completamente efectivos, según lo demuestra la historia en todos los países). Sin embargo, como respuesta a estas medidas, los agentes externos podrían decidir disminuir sus inversiones en el país. Lo cual, en el límite, sería perder un monto muy similar de dólares al retenido con el control de giro de U&D, con el agravante que, en general, ese flujo de billetes verdes en forma de inversión extranjera directa conlleva a mayor creación de empleos y tecnología.
De esta forma, la restricción que está imponiendo el gobierno para remesar U&D, podría estar acompañada de una contracción equivalente (o mayor) del lado de la entrada de capitales en forma de ID, con lo que no se estarían ganando sino que incluso se podrían perder dólares en forma neta.
El punto no es menor si se tiene en cuenta que -como se hizo referencia en una nota anterior-, según las estimaciones del último informe del Intitute of International Finance, el flujo de capitales netos hacia economías emergentes continuará teniendo el mismo vigor -incluso mayor, en el caso de América Latina- al observado durante los últimos años.
Una agenda más amplia debería apuntar a tomar medidas tendientes a captar la mayor porción posible de estos flujos, en lugar de tomar medidas que puedan “espantarlos”.

Fuente: Joaquín Berro Madero

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