Mil novecientos setenta y cuatro debe haber sido el primer Mundial que se vivió a pleno en Comodoro Rivadavia. Es que por primera vez se televisaban en directo casi todos los partidos. Acá solo teníamos Canal 9, en blanco y negro, y los horarios eran a las 12 y a las 16, por lo que aquellos que iban a la escuela a la mañana padecían horrores esos cinco minutos que mediaban entre el timbre de salida y la formación de despedida. Los que iban a la tarde, en cambio, debían resignarse a que verían menos de la mitad del partido en cuestión.
Conocí a quienes alardeaban porque solo se perdieron el gol de Paul Breitner a Chile, que fue antes de los 10 minutos de juego y que le posibilitó a los locales, Alemania Occidental, vencer por ese magro score a quien había llegado al Mundial solo porque la URSS no se presentó a la revancha en Santiago, alegando que había sido un campo de concentración en los días posteriores al golpe de Pinochet, cuya dictadura estaba en vigencia.
No era el caso de Argentina, donde había democracia, aunque eso a los más chicos nos resultara indiferente. Solo queríamos ver todos los partidos, aún “en diferido” y un día después, como pasó –por ejemplo- con Escocia 2, Zaire 0.
De la Selección propia mejor no acordarse. Los ingenuos creíamos que íbamos a llegar lejos porque teníamos a los mejores de acá; esos que venían de ser campeones con Huracán (Brindisi, Babington, Houseman), más un par de cracks que nunca habíamos visto pero que si estaban afuera por algo era (Perfumo y “Chirola” Yazalde). Y estaba el “Ratón” Ayala, ese de la publicidad con voz de pito que decía que “en Europa no se consiguen”.
Pero de entrada nos acostó Polonia, después empatamos con Italia con un gol en contra de Perfumo y solo por diferencia de gol pasamos de ronda: derrotamos 4-1 a Haití cuando Italia le había ganado 3 a 1. Ese domingo de la clasificación se dijo que hubo incentivo para los polacos, que ya estaban clasificados, para que nos dieran una mano y le ganaran 2-1 a Italia.
Pero en la segunda rueda nos dimos un baño de realidad y ya en el debut Holanda nos goleó 4 a 0. Los “naranjas” eran los que mejor jugaban y todavía no se puede explicar cómo perdieron la final con Alemania Occidental. Así le decíamos a ésta para diferenciarla de la otra Alemania, la Oriental, con la que jugamos en la última fecha, empatando 1 a 1. Ese Mundial solo tenía 16 selecciones y en la segunda fase se dividía en dos grupos de 4, cuyos ganadores iban a la final.
El caso es que entre Holanda y Alemania del Este nos tocó Brasil, con quien perdimos 2 a 1. Fue un domingo triste, presagio de un lunes negro en el que moriría el presidente de la Nación, Juan Domingo Perón, y se pudrió todo.
Nos conmovía el desfile de argentinos para darle el último adiós bajo la lluvia. Se televisaba en directo, pero no era eso lo que nosotros queríamos ver, sino el Mundial, que terminó abruptamente mientras duró el duelo. Hubo muchos que nos enteramos de los resultados de la última fecha cuando se levantó el duelo nacional y recién tres días después de haberse jugado, pudimos ver aquel partido del 1 a 1 con Alemania del Este, donde el técnico, el “polaco” Cap, puso a suplentes como Fillol y Kempes.
Por: Ernesto Aydar