En 1982, durante el conflicto en Islas Malvinas, el Hospital Regional tuvo una importante labor que merece ser recordada. La ciudad había sido designada Centro del Teatro de Operaciones y el centro asistencial fue convertido en un hospital militar, adecuándose todo su funcionamiento para la atención de los heridos en el campo de batalla.
En total, alrededor de 495 heridos pasaron por el nosocomio. El primero de ellos ingresó el 3 de abril. Era un oficial con una herida de tórax que fue internado en terapia intensiva. A esta altura de los acontecimientos aún se estaba lejos de pensar la posibilidad de que Argentina entrara en guerra con el Reino Unido.
A pesar de ello, se comenzaron a tomar recaudos y dos días después se entregaron credenciales al personal, las cuales iban sujetas en el uniforme. Además, se les exigió a todos llevar consigo el Documento Nacional de Identidad y se les dio un adhesivo que fue colocado en los parabrisas de los vehículos para poder ingresar al nosocomio.
De inmediato, se creó un comité de emergencia para todas las actividades del hospital. La sala de partos se convirtió en un quirófano para tener cuatro salas de operaciones y se derivó a todos los internados a clínicas privadas y al hospital Alvear.
El miércoles 7 de abril el plantel profesional volvió a sus turnos habituales, a excepción del de enfermería de las unidades del centro quirúrgico y central de esterilización a quienes se les planificó guardias pasivas. Ocho días después se dictó el estado de alerta ante la gravedad del conflicto y se confeccionaron listas de trabajo. El 27 abril se instalaron en tres quirófanos fuentes de luz que se accionaban automáticamente ante un corte de electricidad dejando todo preparado para lo que estaba por venir.
HERIDAS DE LA GUERRA
Elsa Lofrano en ese entonces tenía 39 años y era supervisora del área de enfermería. Recordó para El Patagónico aquellos momentos en el marco del 30 aniversario de la guerra.
“Fuimos convocados todos los enfermeros. Se suspendieron los francos y las licencias, nos hicieron venir a todos. Nosotros estábamos acostumbrados a ver muertos, heridos de arma blanca, pero yo creo que ninguno de nosotros se ha recuperado del shock por ver tantos heridos, tanta tristeza y los chicos que lloraban”, contó.
A cuatro días del bautismo de fuego, en el Hospital se ordenó bajar las persianas y dejar las sábanas negras el edificio a partir de las 18, para actuar rápidamente en caso de alerta.
Manuel Saavedra, quien por entonces era enfermero e instrumentador quirúrgico, también recordó aquellos tiempos de tristeza. “¿Quién podía pedir un franco si estábamos al servicio de la patria y de esos soldados que dejaron la vida, sus ilusiones, sus afectos y volvieron destrozados anímicamente? Lastimados como un chico que perdió los ojos u otro que perdió los dos miembros”.
“Recibimos a ese soldado con heridas graves en los ojos; no pudimos salvarle la vista y quedó ciego. A mí me marcó enormemente ver a un ser tan desvalido, tan jovencito, que perdió para siempre sus ojos. Quedó ciego por las esquirlas”, recordó.
Las salas del nosocomio estaban clasificadas como “Heridas leves (A), Heridos de mediana gravedad (B), Heridos graves (C), Quemados (Q), Irrecuperables (I) y Emergencias psiquiátricas (S).
En el “report” de enfermería se anotaban todas las novedades de los ingresos y egresos del hospital que en ese momento estaba bajo la dirección del doctor Alberto Poretti. Carballo, Gorosito, Fernández, Echeverría, Torres, eran otros de los enfermeros que prestaban servicio en la institución junto al doctor Sanguinetti, “un eximio profesional, y una excelente persona” según remarcó Saavedra.
“Para nosotros fueron jornadas inolvidables. Yo era jefe de división y tenía a mi cargo un grupo de enfermeros. El hospital se dividió desde planta baja al cuarto piso y en lugares inverosímiles poníamos camas, inclusive en la capilla donde sacamos el confesionario, los asientos, menos el altar”, afirmó el ahora jubilado.
NUMEROS FRIOS
Dos días después de concluida la guerra, se instalaron las cuchetas en la capilla y al día siguiente llegaron 300 combatientes que fueron desembarcados del buque Almirante Irízar, el cual ancló a metros de la costa de la ciudad. Desde allí, un helicóptero aterrizaba en lo que actualmente es la Escuela de Arte. Cada uno de los soldados heridos llevaba una tarjeta en el cuello que especificaba origen, nombre y procedencia.
“Los soldados habían pasado hambre y frío. Ellos decían ‘dénme comida quiero comer’, y tuvimos que darles de a poco porque si no se empezaban a descomponer, no les podíamos dar de golpe”, afirmó Lofrano.
Dos días después, por la sobrepoblación del hospital y ante la evolución de algunos jóvenes, se autorizó a que los internados pudieran ser derivados a los domicilios particulares de los enfermeros, a voluntad de cada profesional.
Antes del final una tienda les regaló a los heridos una sábana que decía ‘Recuerdo de Malvinas’, con las iniciales del hospital.
En total se registraron 495 heridos, 268 de clase 62 (54 por ciento), 97 clase 63 (20 por ciento), 89 clase 56 a 61, (18 por ciento) y 41 clase 45 a 55 (8 por ciento). Provincia de Buenos Aires y Capital Federal tuvieron la mayor cantidad de heridos con el 51 por ciento, seguidos por Corrientes, Córdoba, Chaco y Chubut. En tanto, de 67 pacientes se desconoció el lugar de origen, según indica un informe realizado en 1989.
Fueron 608 lesiones registradas categorizadas como “Pie de trinchera” (31 por ciento), “Heridas de miembros inferiores” (27 por ciento), “Heridas de otras partes del cuerpo” (14 por cierto), “Traumatismos varios” (11 por ciento) y “Heridas en miembros superiores” (10 por ciento).
“Fueron días muy tristes, muy emotivos, a nosotros nos daba alegría cuando veíamos que los soldados estaban agradecidos, pero nos daba mucha tristeza cuando veíamos que estaban muy heridos”, aseguró Saavedra.
“Costó muchísimo olvidarse de la guerra; es como cuando tenés un duelo. Tenés muchas etapas; la etapa de la angustia, saber qué pasó con ellos, pero nosotros nunca nos hemos olvidado”, sentenció.
Nota publicada originalmente el 2 de abril de 2012.