Cientos de feligreses de distintas partes del país ayer al mediodía hicieron larguísimas filas para ingresar a la Iglesia de San Cayetano, en el barrio porteño de Liniers, y pedirle al santo de la Providencia por salud y trabajo.
Lejos del vaivén habitual de autos que suele saturar la calle Cuzco a la altura de Rivadavia, la cuadra ayer permaneció cortada al tránsito y colmada de puestos de venta de figuras del santo, velas, rosarios y llaveros, así como también café, tortas fritas, mates, pantuflas y espigas de trigo.
Y mientras, del otro lado de las vías del tren, el ritmo comercial de Liniers continuó con su frenesí habitual.
Lo cierto es que sobre las veredas aledañas a la iglesia de San Cayetano se vivió una exaltación distinta: gente que lloró, se abrazó, mujeres con niños aferradas a una vela, hombres sosteniendo estampitas o quienes simplemente caminaron en silencio.
"La primera vez que vine era chica y desde entonces no falté jamás", aseguró a Télam Rosa Liliana, de 46 años, quien llegó desde Laferrere para pedir por "la salud de un sobrino y trabajo para su hijo".
Por su parte, Claudio hizo el trayecto desde Morón para "agradecer, porque aunque ahora estoy bien, mejor no cortar la racha".
"Vengo desde hace 20 años y éste año se nota que no estamos bien, el bajón, la crisis, la falta de trabajo se nota en la cara de la gente", agregó mientras de fondo sonaban canciones religiosas en vivo amplificadas por altoparlantes.
En tanto Doris, vendedora desde hace 26 años de llaveros, velas, rosarios y estampitas del santo, afirmó que "la vedette" de su puesto "son los imanes con imágenes de San Cayetano a 10 pesos" aunque afirmó que "este 7 hubo menos gente que otros años".
EL ARZOBISPO VALORO
LA RIQUEZA ESPIRITUAL
Dos largas colas se sumergieron por la entrada principal del santuario: una que llegó a tener once cuadras de extensión, con feligreses que deseaban tocar la imagen del santo, y otra -llamada "cola rápida"- de unos trescientos metros para aquellos que solamente querían mirar.
Apenas pasadas las 11 de la mañana el arzobispo de Buenos Aires, Mario Aurelio Poli, subió al escenario montado al lado de la entrada de la iglesia y el vaivén incesante que había sobre la calle Cuzco cesó por completo.
"Los argentinos sabemos hablar y valorar los recursos naturales con los que Dios creador dotó a nuestro territorio. Y muchos piensan que esa es la riqueza más importante del país, pero la verdadera riqueza de nuestro pueblo es la espiritual", afirmó el prelado, en medio del silencio expectante durante la homilía de la misa central.
Además aseguró que la espiritualidad es "el verdadero tesoro de nuestro pueblo" porque es lo "que nos hace solidarios con los demás, lo que nos mantiene de pie frente a las postergaciones, con una fe y esperanza que no se quiebran ante las injusticias y humillaciones".
Por otro lado, el arzobispo hizo hincapié en la "renovación de la esperanza" que implica cada nueva celebración de San Cayetano, al tiempo que deslizó una crítica contra formas de empleo "no digno".
"Nadie mejor que ustedes, queridos peregrinos, saben que hoy se renueva la esperanza. Los pobres y los humildes saben de estas cosas y por eso están aquí haciendo el sacrificio de horas de cola para encontrarse con el que sabe escuchar de veras", afirmó.
"Cuando se cierran las puertas del corazón de los hombres que debieran dar empleo digno, el santo del pan y del trabajo abre las puertas de su santuario y nos muestra que la providencia de Dios siempre nos gana en generosidad y nos sorprende con su misericordia para con sus hijos, sin hacer distinciones entre personas porque hace salir el sol y la lluvia sobre justos y pecadores", sentenció.