En la búsqueda de la seguridad propia

Desde hace 11 años el kick boxing suma más adeptos en Comodoro Rivadavia. Desde mujeres que buscan bajar de peso con el ejercicio aeróbico que se exige. Hasta personas que buscan sentirse bien consigo mismas y conocen la adrenalina de medirse a pleno con otro par.
Por Angel Romero

"La sangre te hace pariente, la lealtad familia", esa es una de las frases que resume lo que pasa en el Gym Fight Club, donde a diario alrededor de 120 personas se acercan a practicar kick boxing. Uno de los deportes de contacto que cada día suma más adeptos en la capital petrolera.
Sobre el gimnasio ubicado en avenida Polonia 479, Darío Achaval es el encargado junto a su grupo ("team") de llevar adelante la escuela donde quienes participan pueden hacerlo con el ímpetu de interiorizarse en el deporte de contacto o convertirse en un luchador –donde el proceso de preparación es de un mínimo de un año- aunque la mayoría de las personas que se acercan lo hacen para vencer obstáculos personales. Y ganar confianza en sí mismos.

PENSAR EN GRANDE
Con 32 años, Leo Moreno fue uno de los primeros alumnos que empezó con Darío Achaval hace once años en "Patagonia Extremo" en el barrio Quirno Costa.
Para ese entonces no eran más de veinte personas, y si bien Moreno tuvo su relación con el deporte a través del fútbol y unos pocos meses en el taekwondo. Fue con el kick boxing que encontró la disciplina que le hizo sumar confianza en sí mismo y medirse en un ring con personas de su categoría, donde lo que menos pesó fue su metro sesenta
"Me acerque buscando una mejor vida física. Antes había hecho fútbol, y taekwondo unos meses. En la búsqueda de mi crecimiento en lo físico y en lo aeróbico", apunta Leo Moreno a El Patagónico.
Como él, antes de medirse en el golpe a golpe, tuvo que entender que el deporte tiene sus reglas. Y que ellas no son flexibles en el Dojo de avenida Polonia.
"Mínimo es un año de entrenamiento para poder pelear. Antes de ello tenés que pasar varios filtros. Aunque los principales obstáculos tienen que ver con uno mismo", remarca Moreno.
Con trabajo sostenido y un grupo 'que hace de todo' -según sostiene Darío Achaval- el kick boxing en su team se multiplicó en más de un centenar de personas.
"En la actualidad somos cerca de 120 alumnos distribuidos en distintos turnos. Con clases de 40 alumnos, donde el grueso se concentra en la franja de 13 a 17 años. Y las mujeres son alrededor de medio centenar. Porque luego que Pierina Segura consiguiera el título nacional en su categoría, más la difusión en los medios, fueron más las chicas que se acercaron al kick boxing. Primero para bajar de peso. Pero a medida que conocían la adrenalina de dar y recibir golpes fueron consolidando su permanencia. Ahora la referente es Cintia Guichapani, quien hace dos meses se consagró campeona en Las Heras, en un deporte de contacto pleno que te abre la cabeza", remarca.

LA ADRENALINA COMO PRINCIPAL MOTIVACION
"Nos es ponerse los guantes y que se peguen. Esto es técnico. Y el que viene no va a recibir más que los golpes reglamentarios. Y es ahí cuando comienzan a tomarle el gustito y empiezan a competir", sostiene Leo.
Paradojas de la vida, Moreno sostiene que el 'miedo a ser golpeados' es uno de los condicionamientos de quienes se inician, donde sólo se lo supera entrenando y yendo todos los días.
"Es la única manera, y respetando a tu compañero. Me pasó a mí como alumno. Creo que ese es el mayor miedo de cualquier deporte de contacto. Incluso entre los chicos de 13 a 17 que es la franja que más convoca y el 'semillero' de luchadores", remarca.
Detrás de cada alumno hay una historia, y tanto Achaval como Moreno coinciden que desde los más pequeños hasta los adolescentes que van a practicar. Se acercan en compañía de sus padres.
"Los chicos vienen porque les pegan o los tienen de punta en el colegio. Entonces los llevan los padres. Tampoco es cierto que haciendo kick boxing van a solucionar todo, pero sí van a adquirir seguridad en sí mismos y eso ayuda a que otros se ubiquen".
En tanto que a las mujeres, Achaval sostiene que el objetivo de las mismas es bajar de peso a corto plazo. Mientras que Leo sostiene que en ese proceso las damas van ganando confianza para hacerse valer en el hogar y tener 'cortito' al marido.
"A veces con Darío nos referimos a una alumna que empezó con nosotros hace 3 años atrás por invitación de un compañero de trabajo. Empezó a sentirte mejor con su físico. A aceptarse. Hoy en día nos sorprende a todos. Abrió la cabeza y socializa mucho más. Y todo es merito suyo. Respecto a los chicos, uno siempre recibe las inquietudes de sus padres. Pero son ellos mismos quienes pueden quedarse a observar las clases. En general se quedan las primeras dos y luego dejan a sus hijos en nuestra responsabilidad".

GOLPE A GOLPE
Para Darío Achaval la decisión no le fue fácil, dado que siendo joven y alumno de Omar Cheuque tenía una carrera como profesor de taekwondo (2 Dan) en la asociación vecinal del barrio 30 de Octubre con cerca de 50 alumnos.
Sin embargo, cuando conoció el kick boxing a través de Mario Molaroni se decidió por el deporte de contacto.
"Yo buscaba competencia, el dar el todo por el todo frente a un par. Y que ello no se limite a golpes de puño (por eso no elegí el boxeo). Y creo que en ese sentido el kick boxing me dio el espacio para que use todo el potencial de mi cuerpo", resume.
De construir una carrera en soledad, Achaval formó un grupo de trabajo con sus primeros alumnos que lo llevó a crecer como escuela, cambiando de locación en varias oportunidades para dar cobertura a la suma de adhesiones.
"El trabajo de los profesores hizo que con el tiempo la cantidad de alumnos se incremente. Porque cada vez más padres buscan sacar a los chicos de la casa y darle un espacio deportivo donde haya contención con un profesor que los guíe y haga dinámica la clase. A ello hay que sumarle los torneos, y los medios de comunicación que le dan difusión. Yo creo que los deportes de combate son una tendencia en creciente alza. Y el contacto pleno con tu rival y el entrenamiento duro hace que esto tenga más adeptos", reafirma Darío.

INTEGRAR
Juan Ignacio Mardones es uno de los tantos chicos que encontró su lugar en el Dojo del Gym Fight Club.
Antes de llegar a ese lugar, Juan en compañía de su madre Luisa había recorrido diversos gimnasios y lugares. Pero según Luisa, en ningún lugar lo aceptaban por ser hipoacúsico.
"Mi hijo empezó a principios de año y está feliz con Darío, porque no solo encontró un lugar en donde practicar un deporte que le ayude a desarrollar su cuerpo. Sino que también encontró un grupo de personas que lo valora y lo cuida", sostiene Luisa vía telefónica a El Patagónico.
Hoy Juan Ignacio en compañía de otro chico, con la misma dificultad, entrena todos los mediodías bajo la mirada de Achaval.
"Yo tengo a un chico y lo trato duro, le exijo porque esa es mi esencia. Y una vez que los chicos agarran viaje no largan. Igual dejamos claro que en este deporte donde no solo buscamos competidores, sino que hacemos base como escuela. Por supuesto que es más largo el camino. Este es un deporte que te calma mucho y es un espacio de contención para muchos jóvenes. Por supuesto que si no traes una buena base de la casa es probable que salgas y quieras golpear a alguien", concluyó Achaval.

Fuente:

Notas Relacionadas

Dejá tu comentario

Las Más Leídas del Patagónico