La última vez que Michel Houellebecq estuvo en la Argentina fue hace nueve años. Por entonces el gobierno de George W. Bush en los Estados Unidos entraba en su decadencia final y el de Néstor Kirchner en nuestro país terminaba con euforia. Twitter era poco conocido; la crisis económica global todavía no asomaba.
Lo menos que puede decirse es que la situación en 2016 es muy diferente. Cuando Michel Houellebecq llegue a Buenos Aires, los Estados Unidos tendrán un nuevo presidente y la política en la primera potencia mundial no volverá a ser lo que era. Por su parte, la Argentina tiene el primer gobierno no peronista, radical ni militar en cien años. Houellebecq ya no vive en Irlanda: ha vuelto a Francia, y las noticias que trae no son buenas. El orden europeo que imperaba desde el fin de la Segunda Guerra Mundial ya no existe tras el Brexit. La crisis social en Francia, según el autor de "Sumisión", no tiene posibilidades de resolverse.
"Hay un sentimiento que quizá sea difícil de entender para los sudamericanos", dice Michel Houellebecq a Télam. "El sentimiento, que se hace cada vez más opresivo en Europa, de que nos acercamos de manera ineluctable a una guerra civil".
Un malentendido rodea "Sumisión", la novela más reciente de Houellebecq, desde antes de que se publicara. Entonces corrió el rumor de que su nuevo libro planteaba la ficción de una Francia gobernada por un partido musulmán. Los antecedentes del escritor llevaron a pensar que se trataría de una sátira sangrienta contra el Islam; años antes, durante una entrevista acompañada de abundante vino, Houellebecq había declarado que el Islam era "la religión más idiota".
Después se supo que en esa declaración había un trasfondo personal: la madre de Houellebecq, con la que este mantenía una relación de feroz conflicto, se había convertido a aquella religión, y su hijo ahora famoso aprovechaba para enviarle tiros por elevación.
No mentía. En realidad, "Sumisión" imagina una situación en la que Francia, al borde de una guerra civil entre nacionalistas y musulmanes, es salvada -no destruida- por la llegada al poder de un partido islamista moderado. En la novela, esto produce el inmediato cese del conflicto. Más aún, la economía florece bajo el nuevo régimen: como las mujeres se retiran en forma masiva del mercado del trabajo y la mano de obra escasea, el desempleo se reduce a cero y los salarios aumentan.
En un sentido más profundo, la novela transmite la impresión de que los franceses, hartos del laicismo y nostálgicos de la religión, están dispuestos a abrazar el Islam porque es preferible a un mundo sin Dios.
"AFECTUOSA ARGENTINA"
Esta visita a América del sur (antes de llegar a la Argentina dio una conferencia en Porto Alegre, Brasil) es parte de esta renovada voluntad de rozarse con otras realidades. Admirador de Borges, a quien reconoce como una influencia, Houellebecq tiene una imagen muy afectuosa de la Argentina. "Incluso cuando leí a Roberto Bolaño", reconoce, "creí que era un escritor argentino: quizá porque a cualquiera que escriba en español con ese nivel de sofisticación tiendo a asociarlo con la Argentina".
¿Acaso le gustaría alguna vez pasar más tiempo en este país? Sin abandonar su expresión seria, Houellebecq asegura que terminará por exiliarse aquí. "Es cada vez más evidente que Europa está acabada", dice. "Y lo que pueda subsistir de su civilización tendrá que continuar en el continente americano. Yo preferiría que fuera en América del Sur. Ustedes tienen sus defectos, no me cabe duda, pero de cualquier manera tengo más ganas de irme a la Argentina que a los Estados Unidos".
- 10 noviembre 2016