Los puntos oscuros de la muerte de la joven brasileña

Ana Karolina Fernández fue encontrada en el hueco del ascensor de un edificio de la Avenida del Libertador el viernes 4 por la noche, tras una reunión junto a su pareja ocasional.

El departamento del piso 14 del edificio de Avenida del Libertador 654 en Retiro es amplio y luminoso, con un piso de parquet bien lustrado y ventanales grandes desde donde se puede ver gran parte de la ciudad. Cuando los efectivos de la Policía de la Ciudad ingresaron en la mañana del viernes 4 de septiembre se encontraron con tres vasos de plástico transparentes apenas llenos, ceniceros con colillas de cigarrillo, una cartera de mujer con un celular adentro, botellas de alcohol y un sobre transparente que en su interior tenía una poderosa droga alucinógena y euforizante en forma de polvo rosado, 2CB, conocida como la cocaína rosa, de alto costo y presente en el país hace años.

El dueño del departamento, Lucas Okita y su amigo Juan Ignacio Ameal, dos tenistas, estaban sentados en una silla. Hacía apenas cuarenta minutos que Ameal había llamado al 911 para avisar que su novia, la estudiante de medicina brasileña Ana Karolina Fernández, de 22 años, con DNI argentino, había caído de forma inexplicable, según ellos, al hueco del ascensor del edificio donde yacía muerta.

EL SUEÑO DE SER MEDICA

Según Infobae, Ana vivía desde hace cinco años en Buenos Aires. Nacida en San Pablo, de muy chica se había ido a vivir con su familia al estado de Goiás y cuando cumplió 18 viajó a Argentina para estudiar medicina en la UBA. Su intención era, según cuenta su madre, volver a Brasil ya con el título bajo el brazo. Pero todos esos planes quedaron en el fondo del hueco del ascensor del edificio de Libertador.

Doce días después, bajo la calificación en Tribunales de una muerte dudosa, las cosas siguen sin estar claras. La muerte de Ana Karolina se pierde entre los puntos oscuros del caso, investigado por la fiscal Cinthia Oberlander bajo la firma del juez Manuel de Campos.

El jueves 3 por la noche, Ana Karolina fue a festejar junto a tres de sus mejores amigas que había aprobado un parcial de la materia Patología. A las 22.40 llegó al bar “Hormiga Negra” de Belgrano, ubicado en Amenábar al 2363, junto a María Fernanda y Marisol.

Tomaron cerveza y festejaron hasta que cerca de las 23.30 llegó un mensaje al celular de Ana. Era Juan Ignacio Ameal, su pareja ocasional con quien se veía hacía más de dos años.

“En el mensaje le decía que la quería ver. Le explicó que no podían ir a la casa de él porque estaban sus padres pero le dijo que iba a estar en el departamento de un amigo y que ella estaba invitada. Ana les preguntó a las otras dos chicas si la querían acompañar pero ellas prefirieron no ir, igualmente ella aceptó. Quedó en que cuando terminaran de tomar la cerveza se tomaría un Uber desde la casa de María Fernanda”, contó una persona del círculo íntimo de la víctima que prefiere el anonimato.

Ameal, profesor de tenis de 26 años, había viajado meses atrás por su profesión a México y había quedado varado por la cuarentena. Esa misma semana en la que se produjeron los hechos, el joven había logrado regresar al país en uno de los vuelos especiales autorizados por el gobierno. El departamento al cual el tenista invitaba a Ana Karolina estaba relacionado a su amigo Lucas Martín Okita de 27 años, también tenista amateur y empleado en un fondo común de inversión.

“AVISAME CUANDO LLEGUES”

Ya en los primeros minutos del viernes 4, las tres amigas se retiraron del bar y Ana se fue a la casa de María Fernanda donde se tomó el Uber para ir al encuentro de su “amigovio” en el departamento de Libertador. Antes de irse, su amiga le repitió una frase habitual en tantos grupos de amigas que se cuidan entre sí ante la inseguridad y la violencia machista: “Ami, avísame cuando llegues”. Ana prometió que iba a avisar pero nunca lo hizo.

La última conexión de su celular fue exactamente a las 2.19, cuando todavía estaba arriba del Uber. Nunca más tomó su teléfono o por lo menos no ingresó a la aplicación de mensajería a la que sus amigas aseguran que era “adicta”.

A la mañana siguiente, Ana Karolina seguía sin reportarse y sus amigas comenzaron a preocuparse. Le escribieron insistentemente a través de las redes sociales a Juan Martín Ameal para saber qué había pasado pero él nunca respondió los mensajes. Los ignoró. A medida que pasaban las horas la consternación crecía al punto que las amigas consiguieron el número de teléfono de Ameal. Llamaron una y otra vez pero no obtuvieron respuesta hasta que cerca de las 22 de ese mismo viernes 4 alguien atendió el celular pero no era él, sino una mujer.

Este fue el diálogo:

-Hola, somos las amigas de Ana

-Soy la mamá de Juan Martín, él ahora no puede atender porque se está bañando

-Estamos preocupadas porque no sabemos nada de ella

-Él no puede hablar porque tuvo un día difícil, estuvo todo el día en la comisaría porque Ana se cayó por el ascensor y falleció.

Fue la última vez que ese teléfono fue contestado. Después de esa breve, fría y muy poco empática conversación nadie más atendió. Esa fue la forma en la que el entorno de la víctima se enteró de su muerte.

Habían pasado más de 15 horas del hecho y nadie de la Justicia se había comunicado todavía con ningún allegado, nadie tuvo la delicadeza de avisarle a la familia lo que había pasado con una chica de 22 años que vivía sola y lejos de su país. Fueron las propias amigas las que se encargaron de avisarle a la familia de Ana en Brasil.

ALCOHOL, DROGAS Y EL ENIGMA DEL ASCENSOR

Ameal llama al 911 cerca de las 7 de la mañana del viernes 4. Cuando la policía y los bomberos llegaron al lugar constataron que Ana Karolina estaba sin vida en el tercer subsuelo del hueco del ascensor. Según una de las pericias que constan en la Justicia la joven cayó del piso 14, rebotó en el techo del ascensor que estaba detenido en planta baja rompiendo todos los vidrios y cayó por un costado hasta el tercer subsuelo donde murió en el acto.

Tanto Ameal como su amigo Okita le contaron a la policía su versión de los hechos, siempre en calidad de testigos. Dijeron que los tres habían estado tomando alcohol hasta que Ana se quedó dormida cerca de las 6.30 de la mañana en una especie de sofá cama en el living. En ese momento ellos aprovecharon para ir a otra habitación a ver unos trabajos de Okita. También explicaron que “algunos minutos después” volvieron a ver a la chica pero que ya no estaba. Notaron que la puerta del departamento estaba abierta y, siempre según la versión de los dos hombres, se acercaron hasta el ascensor que estaba abierto y ahí llamaron a la policía.

“Ellos cuentan solo eso pero no tienen una explicación de cómo ella pasa de estar supuestamente durmiendo a caerse por un ascensor. Un dato interesante es que ella estaba sin las zapatillas al momento de caer. Las encontramos en el departamento. Se las había sacado cuando llegó, por lo que no tiene mucho sentido pensar, por ejemplo, que estaba queriendo irse normalmente a su casa y cayó por una falla del ascensor”, señala un investigador.

Los efectivos de la comisaría 1A de la Ciudad y Policía Científica revisaron el departamento esa misma mañana en que fue descubierto el cuerpo. Encontraron la cartera de la víctima, su campera negra y su celular IPhone 8 blanco sobre la mesa de la cocina. A algunos metros de ahí, en un pasillo frente a un espejo grande, hallaron también las zapatillas negras de lona de Ana.

En el living hallaron tres vasos transparentes que en su interior tenían bebidas que se presumen alcohólicas junto a un parlante portátil gris y un mazo de cartas de un juego de mesa. En otra mesa más chiquita también del living se encontró un cigarrillo entero, el ticket de compra de una estación de servicio y un billete enrollado, como los que se usan para aspirar cocaína. Quizás esto esté relacionado con lo último que se encontró: adentro de un cajón había una bolsa transparente con polvo rosado, el 2CB, capaz de generar alteraciones de los sentidos, principalmente visuales y auditivas y cambios en la percepción del tiempo y el espacio. Al lado de la bolsa se encontró una cuchara de plástico azul con restos de polvo. Los investigadores creen que había sido utilizada recientemente.

Si bien al principio la causa fue caratulada como homicidio culposo, el juez Manuel de Campos dispuso que se cambie a muerte dudosa. Cuando el hecho se hizo de dominio público y el pedido de justicia empezó a viralizarse por las redes, el magistrado delegó la investigación en la fiscal Oberlander.

La autopsia realizada al cuerpo de Ana Karolina determinó, de manera preliminar, que la muerte se dio por los golpes provocados por la caída. Es decir, cuando cayó al vacío estaba con vida.

La fiscal ya ordenó distintas medidas de prueba como el examen toxicológico a la víctima y a los dos hombres que por el momento no fueron acusados ni imputados. También se ordenó ubicar al técnico del ascensor y realizar las pericias correspondientes para determinar si existió algún tipo de falla que hizo que la puerta quede abierta. En caso de ser así podría ser acusado de homicidio culposo.

Hay un dato que llama la atención: ninguna de las amigas que estuvieron con la víctima esa noche, horas antes del hecho, y que estaban al tanto de los mensajes que Ana Karolina se envió con Juan Ignacio Ameal, fueron llamadas a declarar aún por Oberlander. Podrían aportar, por ejemplo, datos de la relación que mantenía el hombre con la estudiante.

Mientras todo esto pasa en la investigación, la muerte de Ana Karolina Fernández sigue siendo un misterio. Por lo pronto la familia, desde Brasil, inició una campaña para juntar los 5.000 dólares que cuesta llevar el cuerpo a su ciudad natal.

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