Memorias de un deporte donde las dudas se disipaban arriba del ring

Obreros e inmigrantes que llegaban a la ciudad en plena expansión industrial se unían a la actividad de los puños donde la clase "acomodada" no era partícipe de frecuentar el escenario ubicado en la planta baja de lo que hoy es el "Centro Catamarqueño". Aunque cada sábado por la noche las dos tribunas del salón se colmaban para ver a los mejores púgiles locales e ídolos nacionales. Donde incluso una "Osa" fue parte de las contiendas.
"¿En este 'gallinero' voy a pelear?", dijo el puntano que entró a "El Palacio de los Deportes" haciendo alarde con su traje de gala y dando vuelta su sombrero de copa en la mano.
El 'provocador' era José María Gatica, boxeador consagrado de la Argentina que llegaba para enfrentar al bahiense Aníbal Di Santis un 8 de agosto de 1951, para vencerlo en el segundo asalto por KO. Aunque más tarde festejaría en la cárcel.
Testigos de esa primera apreciación del "Mono" sobre la propiedad de los hermanos Souza, fueron los boxeadores locales que luego de cada jornada laboral y pasadas las 18 se reunían en el único gimnasio de la capital petrolera, donde en la actualidad se encuentra el Centro Catamarqueño. Entre ellos estaban los hermanos Amado, los Rojas y tantos otros que a fuerza de voluntad buscaban trascender en el pugilismo.
"Gatica era así 'bocón', incluso antes de la pelea ya se sabía que la cosa iba a terminar mal para él. Porque el rival era un 'pibito' de Bahía Blanca que aguantó lo que pudo. Entonces desde la primera fila, el gobernador militar general Fernando Carlés le gritó 'tongero' (mote que se le decía a los que arreglan peleas). Y el "Mono" no se quedó atrás y le contestó 'vení vos a pelear conmigo'. Imagínate, 'El Palacio' estaba repleto y quedaron todos en silencio. Ganó Gatica, se lo llevaron preso y no le dieron la bolsa. Pero apenas llegó a Buenos Aires habló con su 'padrino' (Juan Domingo Perón) y le devolvieron toda la bolsa, ni siquiera los hermanos Souza recibieron algo. Y lo recaudado lo donó a la Casa del Niño", rememora Melahin "Aisito" Amado (80 años) uno de los tantos boxeadores de esa época, quien además es hermano de Miguel "Toto" Amado (ex DT de Huracán) y Said "Chichín" Amado (abuelo del triatleta Ezequiel Villata), multifacético deportista que se destacó en el cuadrilátero y las canchas de fútbol de Comodoro Rivadavia.
Eran principios de los 50, y una época de pocas palabras donde las dudas para saber si se tenía pasta de boxeador se disipaban entre las cuerdas.
Así le sucedió a Oscar Rojas (80 años), uno de los tres hermanos Rojas que se sumó a las órdenes de Tomás García para proyectarse en el deporte de los puños. Y aunque el destino no le dio la chance de pelear por un título Argentino (estuvo segundo en el ranking), se dio el gusto de ser protagonista de veladas de fondo en el Luna Park y perder por KOT ante el panameño Frederick Thompson en la tierra de los vientos, donde el extranjero sólo contó con una derrota en su vida profesional ante un viejo conocido: José María Gatica.
Nacido en San Antonio Oeste (Río Negro), Oscar llegó junto a sus once hermanos para establecerse en la capital petrolera de principios de los 50.
De inmediato se sumó siguiendo a su hermano mayor -es el tercero- para entrenar. Paradojas de la vida, su primer rival fue el carpintero Manuel Borquez, quien le dio trabajo al mayor y lo alentó a que se sume al pugilismo en forma amateur.
"Antes no le quedaban dudas a nadie. ¿Querías saber si tenías capacidad para esto? Una semana de entrenamiento en 'El Palacio' y te subían al ring, para que no te queden ningún tipo de dudas, a puro golpe te las sacaban", sostiene Oscar.
Para ser profesional le pareció algo parecido a Rojas, porque no servían las influencias dado que la licencia no se definía en los papeles.
"Recuerdo ir a Buenos Aires para ser profesional, yo ya era consagrado en Comodoro y sólo había perdido con Thompson. Llegué, me pusieron los guantes y en el ring me esperaba uno boxeador 'curtido' para que me 'faje' bien, y de esa manera demostrar que tenía pasta. Por suerte le aguante bien y también repartí. Así que me dieron el carnet", sostiene.

EL VALOR DE LA PALABRA

"El que contaba con condiciones se iba para arriba. Y con respecto al promotor, con la palabra alcanzaba. Es más, antes de pelear uno sabía lo que iba a cobrar, gane o pierda. No había acusaciones cruzadas ni nada por el estilo. De la misma manera, uno hacía lo que la esquina mandaba, porque en definitiva se trataba de eso, de pegar y no dejarte pegar. Uno boxeaba, no peleaba. Yo prefería ser un 'estilista' arriba del ring, dar un buen espectáculo y no liquidarlo de entrada. De hecho es el boxeo que me gusta ver", sostiene Rojas.
Cuando ello no sucedía, el público de "El Palacio" lo hacía saber enseguida, con la silbatina generalizada tanto para el perdedor como el boxeador consagrado de la noche. Porque a mediados de los 50, los festivales de boxeo eran todo un acontecimiento de las clases acomodadas que se daban cita para observar las cualidades de obreros, carpinteros y laburantes en general.
"En el Luna Park–su manager fue Felipe Segura, quien patrocinó al campeón mundial Pascual Pérez- era todo más complicado. No ganabas un monto fijo, de hecho ganabas un porcentaje entre el 15 y el 20% (depende si eras preliminar o fondo) de acuerdo a la gente que llevabas. Entonces estabas más condicionado", expresó Oscar.
Mientras Rojas hacia carrera en Buenos Aires, en Comodoro asomaba un pibe de 16 años por la forma que entrenaba: Said "Chichín" Amado. Oriundo de la localidad de Perito Moreno, hermano del Miguel "Toto" Amado (ex DT de Huracán) entre otros y abuelo del triatleta Ezequiel Villata.
"Al futuro campeón mundial, con mucho cariño. Pascual Pérez" rezaba una foto que el campeón mundial le dedico a "Chichín" que llamaba la atención acerca de cómo le pegaba a la bolsa.
También se lo podía ver en la playa 99 –cuando era balneario- con el agua hasta la cintura y corriendo para ganar potencia en la piernas.
"Una cosa es verlo a mi hermano y otra contarla, era un fuera de serie. Y no solo en el boxeo sino como deportista. Porque luego se dedicó al fútbol, jugó en Newbery y hasta en Colo Colo de Chile", expresa Melahín 'Aisito' Amado, sobre su hermano a quien un cáncer en los pulmones se lo llevó a los 34 años.

FORJADOS EN EL BARRO

Vendedores de diarios, carpinteros, obreros de YPF, todos se movían a las órdenes del cuerpo de entrenadores donde se destacaron los hermanos Duarte, Valerga, Tomás García y Arturo Miranda.
No eran tiempos de 'falta de continuidad', el público asistía a las veladas y exigía buenos festivales. Incluso cuando llegaba a "El Palacio de los Deportes" el circo con la osa boxeadora, varios valores locales se enfrentaban al animal amaestrado, que con guantes en las manos descargaba su potencial en los contrincantes.
Arriba de las cuerdas, "Chichín" Amado bailaba entre las cuerdas, metía de ida y de vuelta. Lo suyo ya lo llevaba en la sangre, incluso de pequeño resolvía todo a través de los puños en el barrio Pietrobelli. Por eso cuando la dirigencia de Jorge Newbery (en su mayoría de la cúpula policial) no le dio el pase a él y su hermano "Toto" para jugar en Colo Colo de manera oficial, no le tembló el pulso para luego de un año en Santiago de Chile jugando amistosos irlos a buscar a la sede de barrio 9 de Julio.
"Era buen jugador, jugaba de 9, por eso cuando Newbery le frustra la carrera (le pedían 300 mil pesos a Colo Colo) volvió al cabo de un año jugando amistosos en Perú y otros países y se fue a buscarlos. Encima, eran todos comisarios la dirigencia, y él (Chichín) los desafió a pelear. Y nadie se le animó, porque si bien había dejado de boxear para dedicarse al fútbol, no le temblaba el pulso para fajarse con nadie. Era un 'Monzón' (Carlos) para pegar y un 'Locche' (Nicolino) para moverse. En Bahía Blanca era ídolo como boxeador en los tres años que vivió. Pero cuando llegó a profesional peleó una sola vez, ganó y dejó la actividad por el fútbol, 'me cansé de pelear, nadie me gana', decía y nadie se animaba a decir lo contrario", rememora su hermano.

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