Muchnik propone sumergirse en las raíces del desprecio a los judíos

El periodista e historiador plantea que ese odio no nació con los nazis. “El odio a los judíos es milenario y mil causas lo engendraron”, analiza.

“El rechazo mundial a los judíos 1930-1940” es la última apuesta del periodista e historiador Daniel Muchnik que, en un lenguaje llano y accesible, propone al lector adentrarse en las motivaciones de un desprecio al que considera “milenario” y que, sostiene, “ha impedido salvar millones de vidas”.
Muchnik, tercera generación de judíos nacidos en Argentina, aborda el tema con objetividad, pero sin esquivar el dolor, que irrumpe en la primera página de su libro, editado por Paidós, con su “Letanía de los perseguidos”, una oración colectiva y pública que le dedica a esos judíos alemanes, austríacos y checoslovacos que murieron en los campos de concentración.
“De ahora en adelante no serás más alemán, sólo un judío (...), te consideran un ser despreciable, una rata (...) Confiscan tu casa, tus bienes. Junto a una enorme cantidad de judíos, terminarás prisionero en los campos de concentración”, dice el texto de la “Letanía...”.
“Pero el odio a los judíos no nació en esos años. El odio a los judíos es milenario y mil causas lo engendraron”, dice Muchnik en diálogo con Télam.
El escritor y periodista, que además es licenciado en Historia, explica que “la Iglesia Católica ha trabajado sobre este odio desde el siglo V, atribuyendo a los judíos la muerte de Cristo” y luego “todos los males que sufrió el mundo, como las guerras, las pestes y las pérdidas de cosechas”.
Si bien el libro repasa todas las circunstancias que marcaron esta tendencia al rechazo hacia los judíos, su punto de inflexión son los días comprendidos entre el 6 y 15 de julio de 1938 y el escenario es el lujoso Hotel Royal, en la ciudad francesa de Evian-les-Bains.
En esa ciudad francesa del departamento de Haute-Savoie en la frontera con Suiza, se reunieron los delegados de 32 países, convocados por el entonces presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt, para tratar la dramática situación de “centenares de miles de judíos alemanes, austríacos y checoslovacos acorralados por el régimen nazi”, plantea el libro en su primer capítulo.
La solución para los 500.000 judíos perseguidos era otorgarles asilo fuera de Europa, permitirles la entrada a sus territorios. Pero, pese a que los delegados conocían la situación “terminaron por escribir una de las páginas más negras del siglo XXI, cuando negaron en bloque y de manera oficial el socorro a los judíos”, señala Muchnik en ese capítulo
Muchnik agrega que en Evian “los delegados prometieron el oro y el moro, pero en la práctica les pusieron el cerrojo definitivo a los judíos perseguidos, lo que les impidió alejarse de la Europa ocupada por el Tercer Reich, y salvar sus vidas”.
El autor menciona en este marco el caso argentino, que con el voto de su delegado en Evian, el embajador Tomás Le Bretón, fue parte de la negativa formal de 32 países a recibir en sus territorios a los judíos que intentaban escapar de la muerte.
Luego dedica capítulos a Chile, Perú, Ecuador, México, Brasil, Bolivia y Uruguay, y también a Estados Unidos, tratando de mostrar cómo se expresó en esos años (1930 y 1940) el antisemitismo.
“Mi libro se basa en hechos históricos muy precisos, y surgió a partir de la lectura de un libro de Vivianne Forrester, periodista y ensayista francesa”, dice Muchnik respecto a las motivaciones que lo llevaron a abordar esta investigación.
Para que el lector pueda seguir paso a paso la investigación, el autor divide el libro en 25 capítulos y ninguno de ellos supera las 10 páginas.
Así, se repasa el inicio del nazismo, la llegada de Hitler al poder, la indiferencia y hasta el rechazo de las naciones de recibir a los judíos perseguidos y luego asesinados en Alemania, Austria y Checoslovaquia.
Con el afán de explicar los cimientos de este rechazo, Muchnik se remonta a los tiempos en que “todas las actividades les eran prohibidas a los judíos” y sólo se les permitía “manejar dinero”, una actividad que “la Iglesia prohibía”.
“Por saber leer y escribir en tiempos de analfabetismo, los judíos trabajaron para la nobleza. El odio se multiplicó con las Cruzadas y persistió durante la Revolución Francesa. Aparecieron en el siglo XIX teorías racistas. Pese a que los judíos estaban integrados a la vida de sus ciudades, el prejuicio violento no cesó”, reseña el escritor, que se define como “totalmente agnóstico” aunque dice que se identifica “con el mundo judío”.
El punto más alto y trágico del antisemitismo llegó con la Shoá (Holocausto), “que fue un exterminio industrializado” de judíos, en palabras de Muchnik.
Quizás porque “ningún judío puede ser ajeno a esta tragedia”, tal como él mismo asume, o porque es muy difícil no autorreferenciarse en las obras, el periodista cita las palabras de un director de cine checoslovaco al que un periodista le pregunta por qué insistía en abordar la temática de la Segunda Guerra Mundial en sus películas.
“Todos reaccionamos de acuerdo a nuestra historia personal: los nazis gasearon a mi madre y a mis tíos ¿A ustedes le parece que puedo olvidarme de esta herida profunda y definitiva en mi vida?, es la frase que Muchnik elige para cerrar su libro. 

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