Mujeres de carácter que supieron ganarse un espacio en la policía

Jessica está dotada de una mirada especial que le permite identificar rápidamente a quien comete un delito. Andrea se especializa en ser señuelo de violadores. A la otra Andrea le toca en el reparto golpear puertas y dialogar con los familiares de personajes conflictivos que aún tienen posibilidades de hallar algo más que el crimen como forma de vida. Paola, por su parte, anda en las “zonas bravas” y no duda en usar la tonfa ante los más violentos. Claudia archiva antecedentes de los más peligrosos y Sonia convive con ellos, aunque de este lado de los muros y las rejas. Son madres, hijas, esposas. Y en paralelo, mujeres de uniforme que no descuidan la coquetería.
Sonia se maquilla frente al espejo. Delinea bien el contorno de sus ojos con un color negro. La mirada resalta y el labial hace fuego su boca que no se inmuta. Llega la hora del turno; no elige zapatos de tacos, ni menos sandalias. Hace calor, pero se calza los borceguíes lustrados con pomada y un cinturón cargando una pistola 9 milímetros y una “tonfa”.
No importa si es Navidad, Año Nuevo, su cumpleaños o el Día de la Madre; la guardia se debe cumplir. Acá no se discute, se acata, aunque en los últimos tiempos hay lugar para la negociación. Es que la institución policial es especial. Y exigente. Si el tiempo alcanza, limpia la casa y deja comida preparada. Despide con un beso a sus hijos y se va a la alcaidía. Abre la puerta, pasa y cierra con pasador. Nadie sale, nadie entra. Ella es ahora la dueña y señora de lo que ocurra en ese espacio, donde del otro lado de los barrotes hay sujetos que no están allí precisamente por robar chocolates en un kiosco.
La de Sonia es solo una historia más de las que a diario viven las mujeres que eligieron ser policías, uno en el cual históricamente predominó el machismo y la discriminación, que no desaparecieron como por arte de magia, pero que cada vez más se va atenuando. Por ejemplo la única Brigada de Investigaciones de Chubut que tiene trabajando en sus filas a mujeres es la de Comodoro Rivadavia, quienes “han dado resultados excelentes”, según admiten los superiores.
Y en estos momentos el designado ministro de Seguridad, José Glinski, le confió a Letra Roja que pretende sumar mujeres policías a Infantería –una división masculina por excelencia-. Es que las chicas han demostrado hace rato que eso del “sexo débil” es a esta altura solo un lugar común para referirse a quienes la sociedad les ha conferido la tarea de velar por su seguridad, ya que –aunque como último recurso- todas están preparadas para responder bruscamente si la violencia del delincuente pone en riesgo la integridad física de los inocentes.
Las chicas van llegando al Centro Cultural para la producción que ilustra esta nota. Se encuentran en la puerta y comienzan a charlar, mientras el editor fotográfico de Diario Patagónico, Mauricio Macretti, prepara cámaras, flashes y pantallas. Todas se conocen y saben que en estos momentos sus especialidades difieren, pero que en el fondo el objetivo es uno solo: ayudar a vivir en una sociedad más segura.
Mientras se comienzan a distender, ríen bajo y cuentan que en la Policía también las mujeres son muy competitivas y que allí tampoco están exentas de comentarios hilarantes, motivados por lo general en la envidia.
Ante la parafernalia de artefactos que va probando el fotógrafo, una de las más jóvenes larga un “me siento importante”. Y rápidamente recibe la contundente respuesta de una de sus compañeras: “es que sos importante”. Y es cierto. Las chicas de azul hace rato que se ganaron el respeto de ellos. No la tuvieron fácil, pero al final se impusieron de la forma más simple: con la prepotencia del trabajo. 

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