Realidad y ficción se entreveran en la trilogía de Edward Aubyn

Escritas hace veinte años, las novelas son breves en extensión, pero intensas, reunidas en un único volumen que llega a la Argentina publicado por Random House y traducido al castellano por Cruz Rodríguez Juiz.

La trilogía “El padre”, del británico Edward St. Aubyn, reúne tres novelas sobre el aristócrata Patrick Melrose, un alter ego del autor volcado a exorcizar con este personaje parte de su historia personal, marcada por la violación paterna, el uso indiscriminado de drogas y al final la posibilidad de un camino de liberación.
Escritas hace veinte años, las novelas son breves en extensión, pero intensas, reunidas en un único volumen que llega a la Argentina publicado por Random House y traducido al castellano por Cruz Rodríguez Juiz.
Caústica, mordaz, la historia dividida en tres partes (“Da lo mismo”, “Malas noticias” y “Algo de esperanza”), en la que cada novela transcurre en un día y en un lugar, sitúa la acción en tiempos y lugares diferentes, con el telón de fondo de la clase alta británica, proclive al snobismo, al sarcasmo, y a todo tipo de desenfrenos, pintados con precisión por St Aubyn.
El protagonista aparece brevemente en la primera novela en un ´chateau´ del sur de Francia cuando era un niño de cinco años; su presencia desborda “como un veinteañero ofuscado por las drogas” en Nueva York, donde se ubica la segunda parte; y en la última, 8 años después, aparece en la campiña inglesa rodeado de gente, donde empieza a elaborar los traumas del pasado.
Pese a las similitudes entre la vida del escritor y Patrick Melrose, el propio St Aubyn (Cornwall, 1960) aclara en una entrevista: “Sí, es cierto que hay elementos verdaderos, como mis preocupaciones y el hecho que compartimos (con el personaje) una infancia difícil y una relación tormentosa con las drogas, pero mi objetivo siempre ha sido escribir novelas”.
El relato, suscinto en palabras y contado en tercera persona, tiene como eje la figura de ese padre omnisciente y abusador, descripto minuciosamente por el autor en “Da lo mismo”.
“¿A quién podía contarle que había violado a su hijo de cinco años? No se le ocurría ni una sola persona que no prefiriese cambiar de tema (y algunos reaccionarían mucho peor). La experiencia en sí había resultado, breve y brutal, pero no del todo desagradable”, escribe el escritor sobre David Melrose.
Ese padre que también está presente en la urna de cenizas que transporta su hijo -en “Malas noticias”-, enajenado entre las drogas, mientras desliza palabras inconexas tomadas de libros que olvidados daban vueltas en su cabeza.
“-Ay, Patrick, sentimos tantísimo lo de tu padre.../-Bueno -dijo Patrick, tamborileando en la caja que llevaba bajo el brazo-, ya se sabe: polvo al polvo, cenizas a las cenizas. Lo que el Señor da, el Señor te lo quita. (...)/-¿Es...?-preguntó la señora Banks, mirando fijamente la bolsa de papel marrón con los ojos como platos. -Mi padre -confirmó Patrick”, apunta Aubyn.
Y deja para “Algo de esperanza” la posibilidad de comenzar la elaboración de un pasado que “yacía ante él como un cadáver a la espera de ser embalsamado”.
De esta trilogía se desprende un mapa subjetivo de cómo se articulan en la trama temas como el poder, los vínculos y la identidad personal, que según recuerda un personaje depende de la continuidad de la memoria. 

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