Reeditan "Sin un peso en París y Londres", de George Orwell

Además de esa suerte de crónica, el autor, como un náufrago que sobrevive en la inmensidad del océano alimentándose de pan y colillas de cigarrillo, revela el submundo oculto de aquellos sectores sociales marginales, esos que como él conocieron la nada.
George Orwell, el autor inglés de las míticas "Rebelión en la granja" y "1984", novelas que marcaron la historia de las letras del último siglo, vuelve a las librerías con la reedición de "Sin un peso en París y Londres" (1933), una suerte de crónica sobre la pobreza en la que narra sin ornamentos ni mezquindades, y más bien con la mirada de quien soportó como pudo, una experiencia en carne propia, mucho antes de que sus títulos fueran imprescindibles.
"Hay otra sensación que constituye un gran consuelo en la pobreza. Creo que cualquiera que haya pasado apuros económicos la habrá experimentado. Es una sensación de alivio, casi placentera, al saber que por fin estás sin un peso. Hablaste tantas veces de las posibilidades de terminar en calle... y resulta que ya estás en ella y puedes soportarlo. Eso te quita muchas preocupaciones".
Esas palabras sintetizan la trama de esta historia, publicada ahora por el sello Debate, en la que Orwell (1903-1950) desmenuza sus días en París y más tarde en Londres, donde la miseria va creciendo a medida que se desvanece lo poco que tiene: perdió su trabajo como profesor de inglés, le robaron, vendió lo poco que tenía -y eso incluye el empeño de su propio abrigo-, y trabajó de 'plongeur' (lavaplatos) siete días a la semana.
Como si las horas y los días pudieran ser contados en tiempo real, Orwell en este libro que firma con su nombre verdadero, Eric Blair, relata en forma brillante la degradación de su vida. No escatima en describir cuando asoma la mañana y el estómago vacío pide a ruidos un pedazo de pan y, ante la falta, la balanza tira para el lado del desánimo, como un estado de piloto automático en el que no pensar es el mejor analgésico para mantenerse en pie.
O cuando el Sena se convirtió en la única posibilidad de conseguir comida y ahí fue él con su caña de pescar a probar suerte; o peor aún, cuando se alimentó durante varios días a base de pan duro para más tarde, el batacazo final: dos días y medio sin comer. Eso sí, si hay algo que queda claro es que la escasez tiene una contracara y ésta supone un cierto aire de liberación.
"No obstante, -escribe- no fue tan malo como pensaba, pues, cuando caes en la pobreza, descubres algo que te hace olvidar lo demás: descubres el aburrimiento, las complicaciones mezquinas y el hambre, pero también el rasgo redentor de la pobreza, el hecho de que elimina el futuro. Dentro de ciertos límites, es cierto que cuanto menos dinero tienes menos te preocupas. (...). Te aburres pero no tienes miedo. Piensas vagamente: 'Dentro de un día o dos estaré muriéndome de hambre...parece increíble ¿no?'".
No es que Orwell haga gala exagerada de la pobreza, más bien relata desde la sensibilidad corporal y emocional lo que es, en definitiva, no tener nada. Es la práctica y no una mirada idealista ni tampoco catastrófica la teoría de esta trama, en la que si bien se posicionan ciertos estereotipos -desfile de chinches en las paredes de su habitación, por ejemplo-, constituye una radiografía de una realidad en la que es fácil entrar y muy difícil salir.
Además de esa suerte de crónica, el autor, como un náufrago que sobrevive en la inmensidad del océano alimentándose de pan y colillas de cigarrillo, revela el submundo oculto de aquellos sectores sociales marginales, esos que como él conocieron la nada.

TEMATICA RECURRENTE

Esa temática, la de las clases más débiles, se volverá recurrente en su obra: basta recordar "1984" que la esperanza la deposita en la clase proletaria.
Incluso en "Sin un peso en París y Londres", Orwell entrecruza esas experiencias con una lectura en clave más ensayística sobre de la pobreza, desde ser un lavaplatos -el más esclavo de los trabajadores, definirá-, hasta vagabundear sin dinero en busca de hoteles donde dormir, que más que hoteles son como pequeños campos de concentración inmundos, sucios y hacinados.
También aborda el miedo a la plebe, "un temor supersticioso", basado "en la idea de que hay alguna diferencia misteriosa y fundamental entre ricos y pobres, como si se tratase de dos razas diferentes, igual que lo negros y blancos", escribe este hombre nacido en la India, cuando era colonia inglesa, que fue policía imperial en Birmania, lavaplatos en París, librero en Londres, miliciano del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), corresponsal de la BBC, editor y periodista.
Hacia el final del libro, al ritmo de la narración meticulosa de sus días -por momentos sobre la calidad alimenticia y habitacional mejora, en otros empeora- Orwell se ancla en un tono más crítico e intelectual y esboza idiomas y perfiles callejeros, así como también posibles soluciones para esas realidades. Sostiene, por ejemplo, que "el dinero es la prueba de la virtud", la razón con la que logra explicar el desprecio "universal" a los mendigos.
Con "Sin un peso en París y Londres", el escritor que marcó un hito en la literatura del siglo XX, antiimperialista por elección, propone una narración vivencial con un escenario situado en lo más marginal de la pobreza, y desde ahí construye los fundamentos de su pensamiento político y social, esos que desnudan las distintas formas de opresión y la injusticia subyacente en la idiosincrasia misma de la sociedad moderna.

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