Relato del horror en primera persona

“Estuve todo el tiempo encerrada en un cuarto. Ayer vi a la señora, fui a dar una vuelta con una compañera y vi a la señora, pasamos por la tienda donde Sandra vende ropa. Sandra y Héctor son los que me trajeron acá, ahí estaba ella, Sandra, pero no me dijo nada.
Ellos me prometieron que me iban a pagar mil pesos por mes, vine en el año 2009. Nunca me dieron nada, no me daban ropa, la ropa me la traje yo de Bolivia. Me daban cinco pesos los días domingos, me decían que yo me compre el jabón para lavar la ropa y para bañarme pero no me alcanzaba. No tenía shampoo para bañarme. En la casa yo cocinaba y ellos me tiraban a la basura lo que yo hacía y cocinaban ellos. No me daban de comer. Me trajeron para trabajar, para limpiar y dejaban todo tirado en el piso. No recibían visitas en la casa. La señora Sandra no sabía que el señor Héctor me obligaba a hacer cosas. Los dos me lastimaron. Sandra me tiraba del pelo, la señora sola me pegaba y el señor que veía lo que hacía no hacía nada, esto lo hacían cuando sus hijos, los chicos, se iban a la escuela.
Él me obligaba a tener relaciones sexuales a la mañana, cuando la señora se iba a su trabajo. Me ataba las manos cruzadas con una soga y me ataba a una cama. La cama donde yo dormía, para que no me escapara. Yo le decía que no, pero me lo hacía igual. Él me decía que no le dijera nada a nadie que si yo le contaba a alguien lo que estaba pasando me iba a pegar.
Por eso nunca le conté nada a nadie, ni a la señora. Quiero volver con mi familia a Bolivia, hable con mi tía. Con mi mamá hablaba por teléfono solo los días domingos, pero delante de ellos, por eso no le podía contar nada.
Yo le avisé a una vecina que me quería ir, ella me dijo que me iba a ayudar y le avisó a la policía. Después me llevaron al Hospital. La señora Sandra me daba pastillas para no quedar embarazada, eso me decía ella. La tomaba todos los días, dos por día una a la mañana y otra a la noche, desde que llegué acá.
No me dejaban salir a la calle para ver a alguien, decían que si no volvía a la casa me iban a pegar. Iba a comprar a La Saladita que quedaba lejos, los negocios cercanos a la casa estaban cerrados porque era domingo. El señor se me subía encima y me penetraba en la vagina, no usaba protección ni veía que se pusiera nada, desde el año 2009 que pasa eso. Después me desataba. La señora llegaba a la una, siempre después, y cuando llegaba me retaba si no hacia las cosas.
Los únicos días que no me penetraba eran los domingos porque estaba la señora. En la casa quedaba una bebé que andaba en andador y cuando él me ataba a la cama la bebé lloraba porque estaba ahí. Ellos tienen cuatro hijos, la más chiquita, la bebé que nació después que yo llegué, un varón que tiene aproximadamente seis o siete años, que está en tercer grado y un nene chiquito que tiene aproximadamente tres o cuatro años, no va al jardín ni a la escuela.
Todos se iban a la casa de la tía menos la bebé, a mí nunca me mandaron al colegio acá. En Bolivia sí iba al colegio. El más grande de los chicos los llevaba al colegio y los iba a buscar. Siempre me decían cosas feas, de todo.
Ellos me trajeron con autorización de mi mamá y de mi papá en la flota; es un vehículo grande, camión. Viajé con Héctor, con Sandra y con los niños menores. En Bolivia mis papás están solos porque mi hermana está en otra ciudad”.

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