Suárez

 La FIFA no pierde ocasión para, sin vergüenza (estuve tentado de unificar las dos palabras) alguna, dejar en claro que lo suyo no pasa por educar ni contener, sino por facturar y potenciar a un extremo inaudito e inhumano el negocio del fútbol.
La sanción impuesta al excelente delantero uruguayo, Luis Suárez, deja una vez más al descubierto de qué y por qué vive la FIFA. Es indudable que el 9 charrúa debía ser sancionado y está bien -incluso- que haya sido post partido. Lo que es insostenible es que, además de expulsarlo del mundial, a Suárez se lo condene a 4 meses de inactividad, el pago de una multa, y que se le prohíba estar con su selección o incluso entrar a un campo de juego a ver un partido.
Suárez, que evidentemente, con esto de las mordeduras, tiene un trauma que arrastra desde su niñez, no deja de ser para la FIFA un número, y entonces no se preocupa por hacer justicia por un lado y acción social-educativa por el otro. Como sucede con el caso de los dóping, al jugador se lo saca del único lugar de contención que tiene, que es: su equipo, los estadios, el juego en definitiva.
Más allá de la clara inconducta, a ningún jugador de fútbol se le puede caer con tanta dureza y sacarlo del mundial no solo en lo sancionatorio, sino también en lo práctico, retirándolo de su concentración con escolta policial y obligándolo a salir de Brasil, como si fuera un delincuente.
Así como en 1994, la AFA no hizo nada por defender a Diego Maradona por el caso de antidoping, la Asociación Uruguaya tampoco movió un dedo por -al menos- mantener a Suárez en el equipo, en el grupo. Sucede que todos saben que oponerse a la FIFA es quedar fuera del negocio y de la competencia y entonces, más allá de las críticas en voz bajita y al único gesto ético dado por el Maestro Tabarez, todos avalan y “siguen, siguen”. En una de esas, calculan y piensan mal, Uruguay tiene chances de organizar el mundial 2030.
Y la sanción la recibe un jugador excepcional, uno que afrontó una operación a un mes del mundial, para defender su camiseta, alguien que con sus dos goles eliminó a Inglaterra y corrió y puso como pocos para también dejar en el camino a Italia. La sanción la recibe alguien que para los amantes del deporte se equivocó con esta mordedura, pero que representa lo mejor que tiene el fútbol: el corazón, el juego y la entereza. Todas palabras que para la FIFA no conoce y no tiene tiempo ni ganas de buscar en el diccionario, porque todo hay que hacerlo “rápido y ejemplar” para que a nadie se le ocurra pensar, disentir y defender el juego.

Fuente: Saúl Gherscovici

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