Para la familia Epul, Gabriel se fue de viaje, uno más de los que hacía detrás de la redonda. Se fue a jugar al fútbol, con la Comisión de Actividades Infantiles. Eso es lo que quieren pensar. Es que la ausencia de Gabriel duele y se siente en el comedor de la casa. Su sonrisa está intacta en las fotos que cuelgan de la pared de Los Damascos 1.010. Él entre sus amigos abrazados y un lechón estaqueado de fondo, él con un trofeo gigante luciendo el escudo azzurro en el pecho, o simplemente él vistiendo la camiseta de River Plate, en su paso a los 14 años por el club de Núñez.
El 7 de julio de 2012 Gabriel Epul se convirtió en una de las 35 víctimas de homicidio que tuvo Comodoro Rivadavia durante ese año, un récord por el que se hizo conocida ésta ciudad a nivel nacional como la "Capital del Crimen" por su elevada tasa de homicidios cada 100 mil habitantes.
El "Negro" Epul con solo 17 años tenía por delante una gran carrera como futbolista. Quería ser profesional e iba por buen camino. Jugaba en la Comisión de Actividades Infantiles desde que tenía 9 años. Era el dueño del mediocampo de la categoría 94-95. Jugó mundialitos y se enfrentaba con pibes de Boca, River, Racing, o jugadores de Europa.
La calidad para meter un pase justo entre líneas, romper juego o abrir la cancha, recuperar la pelota con limpieza, marcaban las características de ese pibe que quería llegar de la periferia de esta ciudad al fútbol grande.
"La pasión que tenía por el fútbol, vieras vos", recuerda Roberto, su padre. Sirve un mate y cambia de canal. Es que por costumbre en la casa siempre hay partido de fútbol en la TV. Gabriel era fanático de River, pero le gustaba cómo jugaba Juan Román Riquelme. Entendía el fútbol de otra manera.
"El futuro de él iba a ser bueno. (Diego) Simeone lo iba a ver todos los días con los hijos (cuando estaba en River) y los pibes de Simeone le decían en entrenamiento: 'Che Negro a mi viejo le gusta cómo jugás'. A Simeone le gustaba cómo jugaba porque él decía que mi hijo jugaba como cuando él empezó", cuenta orgulloso Roberto sobre la experiencia de Gabriel durante un año en el club millonario.
Para padre e hijo el sábado a la noche el asado era una ceremonia infaltable, a la que se sumaba siempre algún compañero de la CAI, chicos que no eran oriundos de Comodoro y que paraban en la pensión y con los que Epul forjaban una linda amistad. Entre ellos, el hoy enganche de Argentinos Juniors, Luciano Cabral, a quien le gustaba que Roberto le cocinara lechón.
Gabriel nació y se crió en los límites del San Martín y Máximo Abásolo. Comenzó jugando al papi-fútbol en La Proveeduría y a los 9 fichó por la CAI. Hoy a esa edad, miles de niños de Comodoro juegan el campeonato de la CAI denominado "Gabriel Epul" en homenaje a él.
"NO A LA VIOLENCIA"
Aunque jugaba en la CAI, Gabriel nunca se alejó de sus amigos del barrio, los que conoció en la escuela Juan XXIII. En 2007 integró junto a muchos pibes de la cuadra el "Deportivo La Pieza", un club de barrio creado por un grupo de amigos que tenían un lema: "No a la violencia". Todo un mensaje en medio de un Comodoro convulsionado por esos años con un promedio de tres homicidios por mes.
El aniversario del club, lo encontró a Gaby festejando junto a otro juvenil, Miguel Huichapani, el joven al que mataron el 31 de enero de 2009 y del que tampoco nunca se supo quiénes fueron los asesinos. Ambos eran amigos, y vivían casi a la misma altura, a una sola cuadra de diferencia. La muerte los encontró de igual manera, los sorprendió por la espalda.
"Ibamos a tener una gran figura", se lamenta su padre. Roberto que siempre colaboró con La Pieza, también quiso jugar a la pelota. Lo intentó en su juventud en club Ameghino, pero caminar del Abásolo hasta Kilómetro 3 no era nada fácil después de estar trabajando en el taller. Le hubiese gustado disfrutar del fútbol, pero tenía que trabajar. Lo hizo desde los 12 años. Después vinieron los niños, cuatro en total, a los que crió con mucho amor y no les hizo faltar nada, todo a fuerza de trabajo en el campo.
Por eso a Gabriel lo acompañó siempre. Lo alentó. Ahora Roberto suele quedarse solo por las tardes. Sus hijos trabajan o estudian. Mónica, su mujer falleció un año después del crimen de Gabriel. Roberto cree que ella enfermó de la noche a la mañana a raíz de la angustia que le generó que le hayan arrebatado a su hijo de un tiro. El médico le dijo que se trataba de una enfermedad terminal que se aceleró por alguna cuestión.
Hoy Roberto también sobrelleva algunas complicaciones de salud, pero sigue adelante por sus otros tres hijos. Un homicidio en plena juventud destroza cualquier familia. A tres años del crimen no se identificó ni encarceló a los asesinos, pero Roberto sigue creyendo que es trabajo del aparato judicial.
"A mi hijo lo cuidaba a full, nunca lo descuidé, por las noches hacía un esfuerzo y salía con el (Ford) Falcon. Si él entraba (a algún lado) recién yo me venía. Mucho cuidado tenía con él", cuenta su padre.
Roberto recuerda que esa madrugada Gabriel caminaba cerca de su casa junto a su amigo. Pasaron unos tipos a bordo de un auto y les pidieron plata. Cuando su hijo y el amigo se echaron a correr, uno de ellos les disparó. "Del coche le tiraron los atorrantes. Ni la Policía sabe quiénes fueron", lamenta Roberto.
La policía secuestró un auto de similares características al que habían visto los testigos -un Volkswagen gris- pero al parecer se habían equivocado de persona y debieron liberar al sospechoso.
Hasta ahora no ha habido personas investigadas en el proceso judicial. Todo hace presumir que los asesinos actuaron drogados, pero lo cierto es que nunca se detuvo a ningún sospechoso. "Son todos mafiosos los que hicieron eso. La Justicia es la que está encargada de saber quiénes son. Te da mucha impotencia. No sabes qué hacer", confiesa su padre a Letra Roja.
La causa tuvo repercusión a nivel nacional. La muerte del jugador conmocionó a la Argentina entera, al mundo futbolístico y se sumó también al triste índice de ese mes en el país, donde ese año cada dos días murieron personas asesinadas por causas de robo.
"Hace 20 años, hice mi casa acá, pero la gente es muy envidiosa, por los hijos que teníamos nosotros, sanos, que no andaban con maldad", afirma Roberto.
En la madrugada en que asesinaron a su hijo: "la cana vino acá, pero se fueron a la mierda, como a las dos horas volvieron. Ya habían venido pendejos de arriba a buscar los cositos (las vainas)", denuncia Roberto respecto a la falta de rigurosidad en la investigación.
La Brigada realizó entrevistas. Las líneas de investigación fueron muchas y hasta se llegó a oír que había sospechas de que existiera personal policial involucrado en el crimen. Incluso se secuestraron vainas calibres 9 milímetros. Pero nada prosperó. Surgieron diversos nombres, pero nunca un detenido.
Los retratos de Gabriel en el comedor lo dejan intacto. Allí en el Santiago Bernabeu, en Madrid, o con su casaca de River abrazado a Matías Almeyda. Un pase a punto de concretarse a la Universidad Católica de Chile y un gran futuro que fue truncado por la delincuencia.
"¿USTEDES TIENEN PLATAt?"
Aquella madrugada del sábado 7 de julio, Gabriel Epul regresó a su casa del barrio Abasolo acompañado de sus amigos Franco, Gastón y su cuñado Luis. Habían salido al boliche y como era costumbre los amigos que eran inseparables, se solían acompañar hasta la vivienda de cada uno al final de la velada.
Roberto se acuerda que le dijo a su hijo que se iba a trabajar así el otro fin de semana tenía franco y podían disfrutar de esos asados que tanto le gustaban a Gabriel.
Al que primero acompañaban era a Gastón hasta su casa de la zona alta del barrio. Caminaron por Los Damascos hacia Huergo. Esperaban que Gastón estuviese cerca de su casa y Franco y Gabriel volvían. A mitad de cuadra antes de llegar a la casa de los Epul, escucharon que un auto circulaba por Huergo a la altura de La Proveeduría.
De repente, el auto dobló por Los Damascos y se dirigió hasta donde iban los chicos. Franco le preguntó a Gabriel qué sería lo que querían estos, pensando que era la policía que venía en un auto particular. Y siguieron caminando.
Cuando estaban por llegar a la casa de Gabriel, a solo dos casas de distancia, el auto, un Volkswagen Gol gris frenó al costado. El que iba de acompañante, con el vidrio bajo les preguntó si sabían dónde estaba la calle "Los Perales y Granaderos Verdes". Franco les contestó que la calle Granaderos quedaba a la vuelta indicándole con la mano cómo llegar y qué dirección tomar.
En ese momento, el acompañante le dice: "Bueno, ¿Ustedes tienen plata?". Gabriel le contestó que no. Entonces el acompañante, abrió la puerta. Gaby le dijo a su amigo: "Vamos".
Ambos empezaron a correr con dirección hacia la casa de los Epul y se escuchó el primer disparo. Gabriel cayó y su amigo le gritó: "Vamos levántate", pero él no se levantó más.
Franco salió corriendo hacia la casa del futbolista de la CAI para buscar la ayuda de Luis, el cuñado de Gabriel. En ese momento se dió vuelta y observó que el asesino le disparó dos veces, pero no alcanza a herirlo.
El joven se resguardó en la casa de los Epul y cuando el delincuente se subió y el auto se fue por calle Las Frutillas, corrió hasta donde estaba Gabriel tirado en el suelo para ayudarlo. El amigo al que habían acompañado corrió por detrás del auto, pero no pudo hacer que se detuvieran. Franco tuvo miedo de que a Gastón también le tiraran.
Luis cargó a Gabriel entre sus brazos agonizando. Llamaron a una ambulancia. Franco intentó arrancar el auto del padre de Gaby pero se le paró. Un vecino subió al futbolista en su auto particular y lo trasladaron hasta el Hospital Regional, pero ya no respiraba. Así quedó trunco el sueño de un crack y enlutó a todo el fútbol comodorense.