Un libro narra el martirio de los refugiados para llegar a Europa

La periodista Irene Savio es la coautora de "Mi Nombre es Refugiado", un libro que escribió junto a su colega española Leticia Alvarez Reguera. En la publicación describe el tormento que deben soportar quienes huyen de su país por la guerra, y las redes comerciales que se tejen aprovechándose del contexto.
La crisis de refugiados en Europa dominó las tapas de los diarios y los minutos del prime time de todo el mundo infinitas veces en los últimos dos años. La atención finalmente decayó cuando las fronteras se cerraron y el número de recién llegados disminuyó. Sin embargo, para la periodista Irene Savio el problema no se resolvió y sigue siendo dramático.
"No hay manera de bloquear completamente la ruta de los refugiados. Si se hace más difícil, una parte, la que no tiene la capacidad económica o física, decide no intentarlo, pero otra parte seguirá haciéndolo. Es el sentimiento de querer sobrevivir", contó a Télam la periodista italo-argentina asentada en Roma, poco después de publicar "Mi Nombre es Refugiado", un libro co-escrito con su colega española Leticia Alvarez Reguera, que llegará a América latina en los próximos meses de la mano de Editorial UOC.

UN LIBRO QUE RETRATA
EL HORROR de huir
Durante 2015 y gran parte de 2016 las dos periodistas recorrieron la llamada ruta de los Balcanes, que va desde Turquía hasta Alemania, para contar en los medios el día a día de la crisis de los refugiados. Hoy publican el libro para "ponerle cara humana" a esa crisis, una cara que revela que el sentimiento de supervivencia es más fuerte que cualquier valla o muro.
Así lo demostraron en el inicio del capítulo "Alemania willkommen": "Le pregunté si sabía que había sido muy valiente por haber sido una esclava sexual del Estado Islámico (EI) y ahora estar contándolo. Guardó silencio. Luego, con la inocencia de sus 15 años, respondió: estaba sola. Mi mamá y mi papá no estaban. O hacía algo o moría".
Así comienza la historia de Samia, una joven yazidí, miembro de una minoría étnicamente kurda y de una religión preislámica en Irak, que logró escapar de la garras del EI e hizo una larga travesía hasta asentarse como refugiada, junto a seis hermanos, un tío y su madre en Heilbronn, un pueblo rural de 120.000 habitantes en el estado federado de Baden-Wurtemberg, en el sur de Alemania.
Para Savio, algunas de las historias del libro tienen "finales un poco felices: Samia va a la escuela y estudia alemán, pero su hermano y su padre siguen desaparecidos en Irak; otras terminan mal; hay quienes prefirieron volverse a sus países; y otras tienen finales aún inciertos", adelantó.
Savio y Alvarez Reguera fueron testigos de las semanas de setiembre de 2015, cuando Europa entera abrió sus fronteras y dejó pasar en apenas unos días a cientos y cientos de miles de refugiados de Medio Oriente, Africa y Asia Central.
"Era impresionante ver pasar 10.000 personas por una frontera como si fuera la Edad Media", recordó. Pero también fueron testigos de cómo poco a poco las fronteras fueron cerrándose y los gobiernos, y muchos ciudadanos también, fueron cambiando su posición hacia los refugiados y los inmigrantes en general.

REDES DE TRAFICANTES
El resultado actual que describe la periodista es desolador. Decenas de miles de refugiados encerrados en precarios y abarrotados campos de detención en Grecia, otros 7.000 varados dentro de Serbia, la última frontera terrestre de la llamada Ruta de los Balcanes antes de entrar a la Unión Europea (UE); una Italia sobrepasada por misiones cotidianas de rescates en el Mediterráneo y la llegada de miles de demandantes de asilo e inmigrantes económicos de Africa, y una UE que no reacciona.
"Algunos siguen cruzando las fronteras, pero son muy pocos. Tienen que coimear a las fuerzas de seguridad, pagarles mucho dinero a los traficantes o pasar por lugares imposibles de lo peligrosos que son", explicó la periodista, quien aseguró que los traficantes de personas ya no hacen el viaje de lo peligroso que se ha vuelto en Europa.
"Los traficantes los llevan hasta cierto punto, les dicen por dónde cruzar y en otro punto de la frontera se encuentran con otro traficante. Son redes muy bien organizadas. En cada país hay un responsable que está en contacto con el otro, hablan varios idiomas, vienen de distintos países y los refugiados los encuentran llamándolos por teléfono", continuó.
Para Savio, descubrir, desbaratar y condenar a estas redes de traficantes será un trabajo muy difícil y algunos Estados europeos recién están dando sus primeros pasos en esa dirección.
En el libro las dos periodistas entrevistaron a uno de estos traficantes, Abu Alaa. Su trabajo: trasladar por un monto de dinero importante a los refugiados desde las costas de Turquía hasta las islas de Grecia, una zona en la que murieron cientos de personas el año pasado.
"Soy popular porque trato bien a los refugiados sirios, mis embarcaciones son seguras. Los ayudo a buscar un futuro mejor" dice el coyote. "¿A cuánta gente hiciste cruzar hasta ahora?" le preguntan las periodistas. "Todos los días trasladamos a unas 150 personas, en dos o tres botes
Diferentes", asegura, respondiendo que si hay mal tiempo "miramos las mareas, y si es peligroso, los barcos no salen. A no ser que nos lo pidan".

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