por Angel Romero
“En la medida que los yacimientos crecían y se expandían iban apareciendo nuevos clubes de fútbol”, sostiene Edda Crespo, profesora de historia de la UNPSJB, con un magister en la Universidad de San Martín y un doctorado en trayecto en la Universidad del Centro de Buenos Aires.
Del picadito en las calles, como sigue sucediendo, hasta en la primera década del 20 se realizan los primeros encuentros de fútbol, que se establecen como un vínculo social en función del lugar que el obrero desarrollaba su función. De ahí proceden algunos nombres que aún se sostienen en el tiempo como el ejemplo de Talleres Juniors, representando al sector de talleres de electricidad que YPF tenía donde es TIP.
“La empresa buscaba mantener un sistema de control sobre sus obreros, pero en ello el club no era el principal motor, sino que lo era la vivienda. Por ello, que la empresa cree barrios y dé viviendas imposibilitaba al obrero de moverse hacia otros sectores y por ende evitar el origen de las huelgas”, aclara.
Con el desarrollo, vinieron las prácticas deportivas, donde a pesar de ser una práctica amateur había limitaciones por parte de las empresas.
“Quienes jugaban en un club de zona norte, tenía prohibido jugar en un club de la zona sur. Pero el desarrollo de lo que parecía algo meramente deportivo, se prestaba para nuevos vínculos sociales. De allí es que no solo el jugador se prestaba para jugar, sino colaboraba en todo lo inherente a marcar la cancha, ser dirigente y arbitrar los partidos. Porque ese espacio se establecía como un centro de intercambio de ideas”, apunta Edda Crespo.
Ya en el tiempo quedaban los primeros ‘potreros’ que los inmigrantes armaron donde en la actualidad se ubica Diario Patagónico.
DIRIGENTES INSTRUIDOS Y UN CLUB CON
BIBLIOTECA PROPIA
En los albores de la expansión petrolera, no todos los clubes pioneros respondieron o dieron homenaje a personas destacadas de la industria petrolera o la Argentina. Como así también los dirigentes de esa época iban más allá de un campeonato.
“No necesariamente los clubes respondieron con el nombre del barrio que ocupaban. Hubo dos casos muy claros ‘Germinal’ que en 1919 se transforma en Club Atlético Florentino Ameghino. Y Unión San Martín Azcuénaga que fue antecesor del club ‘Ariel’”, apunta Crespo.
El nombre de “Germinal” respondía a una novela de Emile Zola que vio la luz en 1885, siendo la decimotercera novela de los veinte volúmenes que el autor escribió dentro de la serie Les Rougon-Macquart. Se suele considerar que es una de las mejores novelas jamás escritas en francés. Y la novela es una dura y realista historia sobre una huelga de mineros en el norte de Francia en la década de 1860, fue publicada y traducida en más de cien países y ha servido para inspirar cinco adaptaciones cinematográficas y dos producciones de televisión.
Con esas referencias, quedaba a las claras que los dirigentes de aquella época tenían una ideología netamente marcada. Por ello la empresa obligó a cambiar de nombre.
La dirigencia, que como educación formal de esos tiempos se encontraba como mucho el tener la primaria completa, eligió al naturalista Florentino Ameghino.
Al ser una figura de renombre nacional, la empresa no puso mayores condicionamientos. Aunque nada fue adrede, porque Ameghino en sus estudios sobre la naturaleza el científico argentino también era tan afín al socialismo y la anarquía, de hecho hay referencias en sus trabajos a la figura del “germen”.
Si de instruidos e iluminados se trataba, la dirigencia del CAFA marcó la pauta, dado que hasta poseía una biblioteca propia (en la década del 30), algo impensado en la actualidad.
“En ese caso se contaba con una dirigencia con una formación autodidacta, que leían obras de divulgación editoriales como ‘Claridad’, entonces cambiaron el nombre pero no la esencia”, sostiene la profesora.
Otro de los casos sobre el cual la profesora hizo un extensivo trabajo de campo fue el club “Ariel”, que fue fundado sobre 1922 para luego llamarse Unión San Martín Azcuénaga.
“Ariel” es un ensayo publicado por el uruguayo José Enrique Rodó en 1900 y es considerado como una de las obras de mayor influencia en el campo de la cultura y la política latinoamericanas.
“Es la primera novela que alcanza a la juventud latinoamericana y sienta los primeros precedentes para una oposición al imperialismo de Estados Unidos”, remarca Edda.
Cuando desaparece, un grupo de personas refunda USMA, que eran obreros que trabajaban en los pozos del Valle C y D, en la zona noreste.
“La idiosincrasia de esas personas, quienes formaban los clubes ya eran argentinos. En el caso de USMA, el nombre responde a la fusión de quienes vivían en el barrio San Martín de Km 3, y Azcuénaga de Km 5. Los unía que trabajaban en el mismo sector de pozos, o sea que las representaciones sociales se imponían también a la hora de fundar clubes”, sostiene.
EL ESPACIO COMO
FORMA DE CONTROLAR
A principios de los 20, las huelgas se hicieron sentir en la Patagonia, por eso YPF a medida que se iba conformando iba tratando de controlar a sus obreros. Pero a través de la vivienda, para situar e identificar a sus obreros.
Sin embargo, las ideas pudieron más y las mismas se propagaron. A pesar de que estaba prohibido cambiarse de club, salvo que sea del mismo sector de explotación.
Como en la actualidad, el hecho de conseguirle trabajo era una forma que los clubes tenían para reclutar jugadores. Mientras se aseguraba el financiamiento de las instituciones a través del descuento de la cuota de socios por planilla de haberes. Incluso había jugadores que aportaban con su sueldo a tres clubes en forma simultánea.
Por ello la privatización de YPF echó por tierra la economía de los clubes, que muchos perduran en total estado de abandono. La cancha como propiedad de las instituciones también fue un dolor de cabeza para las dirigencias posteriores, dado que figuraban como terrenos fiscales. Por ello, al igual que las viviendas de los obreros, las mismas no eran propiedad de quienes la ocupaban.
*: Esta nota contó con la colaboración de Edda Crespo, magister de historia y profesora en la UNPSJB.