Hernando de Magallanes descubrió su estrecho en una aventura. A partir de entonces, y probablemente mucho antes, este paso marítimo fue escenario de grandes aventuras. Siglo XXI, sobre la cubierta de la barcaza que cruza el Estrecho de Magallanes a diario, hay una pareja de comodorenses. Viajan felices, refugiándose en el interior de una limo-home. Almuerzan y planean los primeros pasos que los llevarán a viajar por todo el continente…
Luego de superar los primeros obstáculos del camino llegamos a bahía Lapataia. Al final de la ruta 3, sentimos una gran felicidad. Después de las fotos, nos dimos vuelta y detrás del bosque pudimos intuir, allá a lo lejos, un continente entero de aventuras y sueños por cumplir.
El fin del mundo para nosotros significaba el comienzo de todo. El inicio oficial de nuestra nueva forma de vida. Decidimos quedarnos una semana para acomodarnos un poco y ponernos al día.
¿Qué nos pareció Ushuaia? Luego de cada ronda de mate con la gente, que los días nos fueron presentando, descubrimos muchas ciudades distintas conviviendo en el mismo espacio. Todos habían venido desde otras latitudes ya sea por trabajo, buscando un lugar tranquilo para formar una familia o refugiándose de esas historias que cuesta contar a la luz del día. Para muchos es el paraíso, para otros un lugar de paso. Acá todo empieza o todo termina, nada queda a medias.
Una tarde conocimos el famoso presidio que sirvió de base para fomentar el asentamiento de nuevos pobladores en la región. Funcionó desde 1896 hasta 1947. Dicen que fue cerrado definitivamente porque ya había cumplido el destino por el cual había sido creado.
Entre sus celdas, a pesar de los años transcurridos, aun se percibe el ambiente cargado de encierro y sueños postergados. De frío intenso y de anhelos de libertad. Hogar temporal de los mas famosos delincuentes de la época, presos políticos y, según cuenta la leyenda, hasta el mismísmo Gardel.
- ¿Hacia donde se dirigen?-Preguntó el gendarme a la salida de Ushuaia
- Hacia Alaska- Respondimos conteniendo las lágrimas.
- ¿Con este auto?
- Si… - Contestamos al unísono conteniendo el nudo en la garganta.
- Bueno tengan cuidado, miren que es un auto muy largo.
- Si gracias, lo sabemos…
- Que locos…Bueno mucha suerte y ¡Buen viaje!
- ¡Muchas gracias!
Empezaron a sonar los acordes de Satisfaction a todo volumen. Nos miramos, nos dimos la mano y aceleramos mientras los nuevos amigos, que han venido a despedirnos, se hacen chiquititos en el espejo retrovisor.
-Alaska… ¡Allá vamos!
Genial error de cálculos
Por alguna extraña razón nos quedamos sin nafta antes de tiempo al salir desde Punta Arenas rumbo a Puerto Natales. No recordábamos cuándo habíamos llenado nuestro tanque extra porque no lo habíamos utilizado en varios días. El precio del combustible había aumentado así que apelamos a nuestras reservas pero, resultaron escasas.
Sin poder llegar a destino y sin poder volver atrás. Decidimos seguir camino hasta quedarnos sin nafta y ahí, encontrar una solución mas cercana a nuestro destino del día. Cuando apenas nos quedaba combustible para unos pocos kilómetros, llegamos a un puesto de carabineros. Decidimos pasar la noche ahí, una tormenta se acercaba desde la cordillera. Mientras estacionábamos, vimos un gran galpón de madera abandonado. Allí estacionamos la limo, al menos tendríamos techo y paredes para guarecernos de la lluvia.
Serie de Eventos desafortunados
Un poco enojado por la situación, y por haber tenido que parar en medio de la nada, decidí probar suerte con la pesca. Había un pequeño río cerca del viejo galpón en el que paramos. Empecé a remontarlo y detrás de unos árboles vi el techo de una casa sobre la costa. Traté de no hacer ruido por si tenían perros sueltos. Ese día la suerte no estaba de mi lado: al tercer lanzamiento, el señuelo se trabó en una roca del fondo del río. Intentaba destrabar el señuelo mientras pensaba que más podía salir mal cuando apareció de la nada una señora. Luego de saludar amablemente, me preguntó qué hacía allí. Le comenté, de manera breve, la serie de eventos desafortunados que me habían llevado a encontrarme ahí. Sin dudarlo un segundo, llamó a su marido quien llamó a un amigo que estaba saliendo desde Punta Arenas. Se limitó a decirle que trajera unos 40 litros de bencina extra y cortó.
Me propusieron ir a buscar a Flopy para que les contáramos sobre la travesía con un café de por medio.
No estamos solos en el camino
La casita que habíamos visto de lejos, era en realidad el Club de Caza y Pesca de Punta Arenas. Más de 50 años de historia. Llegamos cuando, justamente, planeaban al día siguiente un torneo de pesca. Nos mostraron el quincho, decenas de camas, cocina, comedor y una hermosa estufa a leña. Alrededor, ya había algunos miembros de todas las edades: desde jóvenes hasta Clarita. Clarita, a sus 93 años, prometía pescar un cachalote en el concurso. Fue así como, de estar a punto de pasar una fría noche solos en un galpón abandonado nos convertimos en los invitados de honor de la noche. Le contamos nuestra historia a más de veinte amigos que llegaron en el bus propio del club. Nos trajeron la nafta que necesitábamos y nos ofrecieron sus instalaciones el tiempo que quisiéramos.
Cenamos todos juntos. Nos reímos con las historias de cada uno. Brindamos a la salud de la Patagonia toda: sin división de fronteras, ni banderas y confirmamos una vez más que no estamos solos en el camino. Hay gente dispuesta a sumarse a esta aventura, simplemente, abriéndonos las puertas de sus lugares más queridos y de su corazón.
Por cierto, la mujer que apareció entre los árboles y cambió nuestros planes con su simpatía y generosidad se presentó como Angélica. Después dicen que los ángeles no existen...
- 24 marzo 2012