Violeta Parra: 45 años sin el doloroso e inspirado amor

La cantante, poeta y artista plástica Violeta Parra dejó un inmenso legado a la música latinoamericana que amasó a lo largo de una vida inquietante a la que decidió ponerle fin un trágico 5 de febrero de 1967, hace 45 años.
Buenos Aires (Télam)

Autora de grandes canciones como “Gracias a la vida”, “Maldigo del alto cielo” y “Volver a los 17”, Parra es la artista más famosa de la música de chilena de raíz y su obra se convirtió en una de las más revisitadas por sus pares: Mercedes Sosa, Joan Manuel Serrat, Franco Simone, Chico Buarque, Charly García y Pedro Aznar son solo algunos de los que recrearon su música y su poesía.
Dueña de una singular cosmovisión del mundo, “La Viola” --como la llamaban quienes la conocieron-- supo sublimar sus contradicciones, su dolor, su agudeza y su ternura en canciones, pero también en arpilleras, pinturas, cerámicas y esculturas, muchas de las cuales fueron exhibidas en el museo Louvre de París.
Nació en el seno de una familia humilde en San Fabián de Alico el 4 de octubre de 1917 y murió a los 49 años en Santiago de Chile, cuando tras varios intentos fallidos se quitó la vida en La Reina, carpa que ella misma levantó el 17 de diciembre de 1965 luego de su más larga estadía en Europa y que significó uno de sus proyectos más queridos.
Con el fin de difundir el folclore chileno en su tierra y de crear un gran centro de arte popular, Violeta creó ese espacio donde nacieron sus últimas canciones, entre las que se cuentan “El gavilán”, “Paloma ausente”, “Arriba quemando el sol” y el himno “Gracias a la vida”.
La Reina fue testigo de recitales suyos, de sus amigos y colegas, pero también del final de su atormentada historia de amor con el antropólogo y músico suizo Gilbert Favré, de sus crisis más hondas y de sus decepciones ante la escasa convocatoria de una comunidad que hasta reclamó ante la alcaldía por sus “ruidos molestos”.
Vivió su infancia en el campo junto a sus ocho hermanos, su padre era un profesor de música y su madre una campesina guitarrera y cantora.
A los 9 años empuñó por primera vez una guitarra y a los 12 compuso sus primeras canciones: boleros, corridos y tonadas que mostró en circos, bares y pequeñas salas de barrio.
En 1952 contrajo matrimonio con Luis Cereceda, junto a quien concibe a Isabel y Angel, quienes le siguen los pasos y más tarde la acompañarán en gran parte de su travesía musical.
Por esos años, motivada por su hermano Nicanor Parra, empieza a desandar los campos agrestes para grabar y recopilar música folclórica, un trabajo de investigación que la lleva a descubrir a los cantores populares de los más recónditos rincones de Chile, experiencia que marcó el pulso de su vida artística y de su inagotable lucha por recuperar la esencia de la cultura popular.
Este año el cineasta chileno Andrés Wood estrenó “Violeta se fue a los cielos”, que narra desde una mirada poética la vida de la artista --desde su niñez hasta sus últimos días--, aquí magníficamente interpretada por Francisca Gavilán.
“Es un viaje emocional más que un viaje biográfico, lo que buscamos fue ir al espíritu de esta artista tan universal, tan propia y a la vez tan inclasificable”, sostuvo en relación al filme basado en el libro homónimo de Angel Parra.
“La película trae al presente a un personaje absolutamente moderno, siempre joven, insolente-. Y lo más lindo es que se mira a sí mismo y a su cultura para ser más grande”, remarcó Wood acerca del filme que también se involucra en su faceta como madre, su crecimiento como pensadora y su capacidad para sobreponerse a las adversidades.
A pesar de haber sido marginada por la burguesía chilena -que la aclamó cuando alcanzó la cima en 1964, cuando fue presentada como la primera latinoamericana que expuso en el famoso museo Louvre-, Violeta se impuso en el mundo a partir de un canto desgarrado y su voz arenosa y su pluma punzante y combativa.
Talentosa, obsesiva, vital y dueña de una especie de mandato que en ocasiones la alejó de sus seres queridos, la artista se sentía más apreciada en el extranjero que en su propio país, lo que la llevó a residir en Francia entre 1961 y 1965, donde continuó su intensa carrera.
En solitario registró “El folclore de Chile” (1957), “El folclore de Chile, volumen 2” (1958), “La cueca presentada por Violeta Parra” (1959), “La tonada presentada por Violeta Parra” (1959), “Toda Violeta Parra” (1961), “El folclore de Chile según Violeta Parra” (1962), “Recordando a Chile” (1965) y “Las últimas composiciones de Violeta Parra” (1966).
Escribió un libro “Poesía popular de Los Andes” y la televisión de Suiza filmó un documental sobre su trabajo que tituló “Violeta Parra, Bordadora chilena”.

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