Ya son 100 los identificados de Malvinas

Ayer la familia del teniente primero -capitán post mortem- Rubén Eduardo Márquez recibió en el Espacio de la Memoria, Secretaría de Derechos Humanos, la notificación de que sus restos fueron identificados en Darwin. La conmovedora lucha por la identidad de una madre que murió sin saber dónde estaba su hijo y el legado que le dejó a sus nietos.

Cuando se bajó del avión Hércules vio el aeropuerto bombardeado y las camillas con soldados heridos. La guerra le golpeó la cara tan fuerte como el viento de las islas. Él se alejó de la pista, se arrodilló sobre la tierra y besó el suelo de Malvinas.

Cuatro días más tarde, herido de muerte durante una misión de exploración, su sangre regó esa misma turba que tanto sintió amar cuando pisó por primera vez la Isla Soledad.

El teniente primero Rubén Eduardo Márquez -capitán post mortem- era integrante de la 2a Sección de Asalto de la Compañía de Comandos 602, al mando del entonces mayor Aldo Rico.

Con las últimas luces del día, el 29 de mayo de 1982, Márquez, junto a su sección, partió en una misión de reconocimiento. En la madrugada del día siguiente, se ordenó explorar las alturas del Monte Simmons desde donde había surgido una bengala durante la noche. Márquez y el sargento primero Oscar Humberto Blas fueron designados para encabezar la misión.

Subieron hasta un peñasco cuando los disparos de una ametralladora quebraron el silencio. Luego llegó una explosión. Eran las nueve y media de la mañana en el cerro Bluff Cove Peak y se enfrentaban a los comandos británicos del SAS (Servicio Aéreo Especial) que los habían descubierto.

Márquez gritó “¡Cuidado, emboscada!” alertando a sus compañeros y quedó como blanco de los ingleses, comandados por el mayor Cedric Delves. El teniente primero lanzó granadas y Blas comenzó a disparar. En su acción, hirieron a dos soldados británicos y frenaron el avance enemigo.

La patrulla pudo replegarse, pero las ráfagas de las ametralladoras enemigas perforaron sus cuerpos. Ambos cayeron dando combate. Sus restos quedaron bajo la nieve: Márquez muy lejos de su Coronda natal, en Santa Fe; Blas a miles de kilómetros de la bella Salta. Luego, los ingleses llevarían sus cuerpos sin identificar al cementerio de Darwin.

YA NO SOLO ES DIOS EL UNICO QUE LO CONOCE

En su informe el coronel Geoffrey Cardozo -a cargo de la difícil tarea de recoger los cuerpos de los soldados argentinos y darle honorífica sepultura- los anotó con los números U.C.202.735 y U.C. 203.738, serie 189 y 190, en la parcela B, fila 5, tumbas 9 y 10. Sus lápidas decían Soldado Argentino Solo Conocido por Dios.

Y así fue durante 36 años. Hasta que la causa impulsada desde 2008 por el veterano Julio Aro -con el apoyo de la periodista Gabriela Cociffi y hasta del músico Roger Waters– logró que en el marco del Plan Proyecto Humanitario, llevado adelante por la Secretaría de Derechos Humanos a cargo de Claudio Avruj y la Cruz Roja Internacional, los cuerpos de los héroes pudieran recuperar el nombre que habían perdido en la guerra.

Oscar Blas fue uno de los primeros identificados. Su esposa Nora y su hija menor Lucía fueron informadas el 7 de diciembre de 2017. La ubicación de su tumba en el cementerio es D.B.5.10, que significa «Darwin, sector B, fila 5, tumba 10».

Rubén Márquez en cambio hasta ahora no había sido identificado. El heroico capitán es hoy el soldado número 100 que recupera su identidad.

Su sobrina Lorna Márquez, junto a su hermana Victoria, viajaron especialmente ayer a la mañana desde Santa Fe hasta el Espacio de la Memoria, donde fueron informados sobre el resultado positivo del ADN. El caso de Márquez fue uno de los cinco que, en la primera etapa de trabajo del Equipo de Antropología Forense, no pudo determinarse la identidad porque las muestras -al no ser parientes directos como padres o hermanos- no habían sido suficientes para dar la certeza que requieren los científicos en las pruebas genéticas.

Lorna, que había dado su sangre en busca de ese tío que perdió en la guerra, voló a las islas el 26 de marzo, en ese viaje histórico donde 248 familiares llegaron hasta Darwin para honrar por primera vez a sus seres queridos frente a cruces que llevaban sus nombres y apellidos.

Aunque el proceso de identificación no estaba concluido, ella siempre supo dónde estaba enterrado su tío: «Su tumba está al lado de la de de Oscar Blas», repetía con certeza. «Murieron juntos y así los enterraron».

Emocionada relató cómo, junto a sus hermanos, vivieron con intensidad este proceso de reconocimiento. Ellos fueron los encargados de seguir el legado y la lucha de su abuela Elda Gazzo, que murió buscando a su hijo.

«Le prometimos seguir con su búsqueda. Ella siempre hablaba de Rubén. Y golpeó todas las puertas que pudo, fue a todos los actos por Malvinas, estuvo presente siempre para que no se olviden de su hijo», reveló conmovida.

Elda había escrito muchas cartas, incluso a un sacerdote, en busca de ayuda. El padre Domingo Renaudiére de Paulis, de la Orden de los Predicadores, le respondió a esa madre que entre lágrimas le hablaba de su hijo muerto en combate: «Su carta bella y dolorida me llena de verdad y misericordia. La muerte de su hijo es la simiente de Malvinas… Dios bendiga su dolor fecundo, su dignidad sufriente y su amor que es más hondo que la muerte. Beso su frente maternal con la veneración filial de un sacerdote que sabe, en el misterio de la Sangre de Cristo, que su gemido de madre cristiana, es el puro dolor de la Patria, iluminada desde la Herida del rey ardiente y crucificado…».

La sobrina del teniente primero también deja caer una lágrima cuando revela que «siempre tuvimos información extraoficial de que estaba entre las tumbas 9 y 10, se lo habían dicho a mi abuela la última vez que viajó a las islas en 1998».

UN ANONIMO

¿Por qué esa madre sabía dónde estaba su hijo si no había sido identificado? Lorna relata que Elda les había contado una historia: «Cuando viajó en el 98 junto con los familiares del sargento Blas dice que en la mesita de luz había un papelito anónimo que le decía que entre la tumba 9 y la 10 estaban Oscar y Rubén. Nunca supimos quién dejó esa carta. Y nosotros nunca le creímos del todo esa historia», se emociona.

Su abuela, sin tener certezas, solo llevada por el impulso de ese mensaje en un pequeño papel, aquella vez pudo arrodillarse frente a la cruz de su hijo.

Cuando en diciembre se supo que en la tumba 10 se encontraban los restos del sargento Blas, los familiares de Márquez ya no dudaron: «La 9 es la del tío», dijo Lorna.

En ese 26 de marzo, mientras sonaban las gaitas de la Guardia Escocesa, la sobrina del teniente primero relató la tremenda emoción que significó para ellos estar allí esa tarde. «Se empiezan a cerrar las heridas de un duelo de 36 años», se emocionó.

Conmovida, camino hasta la tumba 9, parcela B, en la fila 5, y le rezó a su tío. Sintió el suave viento en la piel, en un día extrañamente soleado para las islas, donde las madres corrían por primera vez hacia las cruces donde yacían los cuerpos de sus hijos: «Antes, cuando llegábamos al cementerio no sabíamos dónde ir y ahora los encontramos», decían entre lágrimas.

Y frente a las cruces blancas, mientras acariciaban las placas como si fueran los cuerpos de sus hijos, les contaron en voz alta todo lo que habían vivido en la familias desde que ellos se fueron a la guerra para no volver.

«Lo más fuerte fue ver a las mamás. Mi tío se había preparado toda la vida para esto, él tenía 30 años, nació militar, murió por lo que creía… pero ver a las mamás de esos chicos, que tenían 18 años años, correr a las tumbas fue muy fuerte», se emocionó Lorna.

«Sentí que el tiempo que estuvimos en el cementerio no alcanzó para decirle todo lo que lo quise. Sentí que las Malvinas son nuestras y siguen siendo nuestras», dijo conmovida la sobrina del teniente.

Conmovidas frente a los periodistas, las hermanas relatan esta historia de búsqueda incansable: «Quiero que los argentinos aprendimos que la guerra no sirve. Mi tío se preparó para eso, fue con orgullo a defender la patria. ‹Mamá, la patria me llama›, dijo y partió hacia Malvinas. La noche en que murió había salido a hacer un reconocimiento porque escuchaban voces de los ingleses. Allí muere junto a Blas en una lucha cuerpo a cuerpo».

«Mi abuela fue en busca de respuestas, siempre. Y estamos hoy acá porque ella nos inculcó que había que seguir. Teníamos que saber en qué parte del cementerio estaba. Todos los astros se asociaron para que hoy tengamos esta respuesta. Hoy podemos decirle que el tío tiene su tumba con su nombre. Estar 36 años en un duelo interminable es algo que no se puede explicar».

Lorna y Victoria hoy tienen en sus manos el informe que le dio el Equipo de Antropología Forense y que confirma que el teniente está en la tumba 9, al lado del sargento Blas. También tiene en sus manos un anillo que su tío llevó a las islas, que los forenses encontraron en el cuerpo.

«Es el anillo es de su boda. Se había casado seis meses antes de ir a la guerra. No teníamos conexión con la mujer de Rubén, pero más allá de esto la alianza nos permite tener algo del tío, es como tenerlo cerca», se conmueven.

Los recuerdos las abrazan mientras cuentan la historia del héroe, y se emocionan porque saben que finalmente pudieron cumplir el deseo de su abuela.

«En la casa de la abuela había un pasillo donde estaban todas las fotos, los premios, las medallas y trofeos del tío. Era el pasillo de los recuerdos de Rubén. Era imposible no tenerlo presente», dicen.

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