Ocean Infinity bajo sospecha
Con la reciente partida desde Comodoro Rivadavia del buque de exploración submarina Seabead Constructor, contratado por Ocean Infinity, no solo se renuevan las esperanzas de encontrar los restos del submarino ARA San Juan desparecido con sus 44 tripulantes hace casi diez meses. También surgen sospechas de que la empresa de capitales internacionales aproveche la disponibilidad de equipos de sofisticada tecnología para realizar un exhaustivo relevamiento de los recursos naturales que existen en el subsuelo marino, frente a las costas patagónicas.

Caleta Olivia (agencia)

En principio resulta incongruente, desde el punto de vista financiero, que Ocean Infinity haya aceptado hacerse cargo de un operativo a riesgo de cobrar del Gobierno argentino los 7,5 millones de dólares de gastos solo si encuentra al submarino que despareció el 15 de noviembre de 2017.

Pero invirtió mucho más con el mismo buque de la empresa noruega Swire Seabed al buscar por varios años en el Océano Indico al avión de Malasya Airlines desparecido en 2014 con 239 personas a bordo. Y a pesar de disponer de lo que se dice la tecnología privada más avanzada del mundo, no lo encontró.

Cuesta también creer que antes de avanzar hacia otras áreas de exploración, el Seaber Constructor vaya a operar durante diez días en la zona donde un organismo internacional que vigila actividades nucleares -con sede en Viena- captó a mediados de noviembre ondas de una explosión hidroacústica, probablemente generada desde el ARA San Juan.

Es extraño que ocupe tanto tiempo en explotar esa àrea porque utilizará cinco de sus ocho drones submarinos (AUV) que llegan hasta los 6 mil metros de profundidad y tienen una velocidad de rastreo sorprendente como para demorar tanto días.

Hay quienes afirman que Ocean Infinity necesita recuperar “marketing” tras su fallida búsqueda del avión malayo y por esa razón apostaría todo su prestigio en encontrar al submarino argentino.

TODO MUY EXTRAÑO

Pero hay más: siempre quedó la duda de porqué a fines de junio se anuló la primera licitación de búsqueda del submarino, compulsa que había ganado la firma española Igeotest Geoscience. La misma fue anulada luego de que un estudio jurídico de Buenos Aires presentara una impugnación argumentando la falta de experiencia de esa empresa.

¿Acaso la Oficina Nacional de Contrataciones no chequeó ello antes de que se adjudicara la licitación internacional que tenía un presupuesto menor, es decir de 4 millones de dólares?

Además, ¿por qué el mismo estudio jurídico que representa a un grupo de familiares casi hace demorar la zarpada del Seabed Constructor desde Comodoro al presentar a último momento un recurso ante el juzgado de la jueza calentense Marta Yáñez solicitando que también se embarcara un perito de su parte cuando ya estaban designados cuatro familiares de los tripulantes desaparecidos y tres oficiales veedores de la Armada Argentina? ¿Es que no confiaba en esos veedores o quería quizás estar atento a otro tipo de información no relacionada con el submarino?

En definitiva, al margen de que es altamente probable que en este operativo sea localizado el ARA San Juan, también se alzan sospechas de que subyace otro objetivo, tan misterioso como las intenciones de magnates internacionales que, escudados en cuestionadas fundaciones ecologistas, intentan comprar más y grandes extensiones de tierras patagónicas para luego “donarlas” a Parques Nacionales, pero con cuestionadas cláusulas que les atribuyen el “don” de recuperarlas para sí mismos.

OSCUROS ANTECEDENTES

Lo antedicho también tiene su correlato con un informe publicado el sàbado por el diario Página 12 con la firma del periodista Eduardo Fabrro que emitió su reporte desde Paris aludiendo a los “oscuros antecedentes de Ocean Infinity”. Afirma que esa empresa tiene vínculos con fondos buitre londinenses y con dudosas asociaciones humanitarias.

Fabrro resalta que a pesar de mostrarse como una empresa norteamericana con oficinas en Huston, Infinity acostumbra a asumir contratos que establecen que no se paga si no se encuentra el objetivo buscado, como también fue el caso del avión de Malasya Airlines.

Incluso Fabbro recordó que el buque que destinó para ese rastrillaje es el Seabed Constructor, el cual estuvo misteriosamente “’perdido” por tres días en el Océano Indico.

“El navío apagó el transpondedor y con ello cortó toda posibilidad de que se le siguiera la huella a través de los múltiples dispositivos GPS conectados a internet” señala en su informe, añadiendo que no se sabe qué misión cumplió en ese lapso.

Además, resalta que el diario The Times reveló que Ocean Infinity fue creada formalmente en 2017 aunque se promociona con una trayectoria de muchas décadas y que los fondos para su actividad son aportados por Anthony Clake, socio importante de una empresa londinense de gestión de activos (fondo buitre) y por el inversionista Paul Marshall, quienes además se rodean de fundaciones que dicen estar interesadas en investigaciones científicas.

Para rematar su informe, Fabbro señala que detrás de la búsqueda de barcos hundidos, aviones desaparecidos y misiones que a veces son prácticamente imposibles, subyacen otros objetivos ya que “los océanos son tan infinitos y secretos como las intenciones de quienes pueden llegar hasta sus profundidades”.