Historia de una abuela que abrazó a soldados correntinos

A cuarenta años de la gesta de Malvinas, siguen conociéndose historias sobre vivencias de vecinos y vecinas de Santa Cruz que protagonizaron nobles gestos para con soldados conscriptos, como los que pertenecieron a un Regimiento correntino que luego de estar apostados varios días en Caleta Olivia y Cañadón Seco, fueron enviados a combatir en las islas.

Es el caso de Pía Elba Úsqueda de Lontoya, quien hoy tiene 87 años y una de sus hijas, Stellia, reprodujo ese testimonio al ser consultada por El Patagónico, recordando que previo a la llegada de los soldados, su mamá inició su actividad comercial en marzo de 1982 instalando un kiosco en el frente de su casa de Caleta. Su relato es el que se reproduce a continuación.

“Le había colocado al kiosco el nombre ´Sorpresa´, pero en idioma inglés y lo cambió de inmediato cuando el 2 de abril se conoció la noticia del desembarco de argentino en las Islas Malvinas”.

“Por esos días su intranquilidad era evidente, probablemente porque intuía lo que se estaba por venir en torno al conflicto y sus consecuencias”.

“A los pocos días, el predio que hoy conocemos como el estacionamiento del Hospital Zonal y que era una calle de tierra, se tiñó de verde militar. Grandes camiones rodeaban las carpas que alojaban a jóvenes soldados”.

“Por pocos días estuvieron acampando en ese lugar tan cercano al kiosco de mi mamá, pero esos días bastaron para que llegaran por las tardes a lavar sus ropas y mi mamá los esperaba con té y pan casero que ella misma amasaba y horneaba con mucho cuidado”.

“Eran muy jóvenes, casi niños, provenían de Corrientes y la mayoría tenía entre 18 y 20 años. Mi mamá les regalaba cigarrillos y chocolates como una forma de consentirlos”.

“Así fue hasta que tuvieron que seguir viaje y no pudo contener sus lágrimas al despedirse de ellos. Los abrazaba como reteniéndolos para evitarles de alguna forma el dolor de la guerra a la que eran enviados”.

“Se fueron muy agradecidos escondiendo los panes y golosinas entre sus ropas por temor a represalias de sus superiores. Después partieron saludándola desde los camiones”.

“Días posteriores a la rendición mi mamá esperaba el regreso de esos soldados o tal vez de otros que volvieran a acampar en el mismo predio, pero eso nunca sucedió”.

“Año tras año contamos la historia de esos jóvenes y los que retornaron al continente lo hicieron como héroes. Nunca olvidaremos que pasaron por Caleta y por nuestra casa”.

“Hoy mi mama tiene 87 años y sigue esperando con ansiedad que se haga efectivo el reclamo por la soberanía de nuestras islas. Se lo merecen nuestros héroes”.

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