A un año del homicidio de Matías, su familia conoció a la hija que él no vio nacer

Hoy se cumple un año del homicidio de Matías Suárez y su familia busca encontrar algo de paz después de la condena de 14 años de prisión que el lunes recibió el asesino, su propio primo Joaquín Suárez. En medio de ese dolor, los padres de Matías vivieron en los últimos días momentos de alegría al poder tener en brazos a Cielo, la beba que nació hace cuatro meses y que él no alcanzó a conocer. Después del crimen, su novia Cristina Soldá regresó a Buenos Aires, de donde es oriunda. Lo hizo por miedo y también en busca del apoyo de sus familiares. El martes regresó a esta ciudad para presentarles la niña a sus suegros. "Conforme no estoy, pero por lo menos algo se hizo para que sus hijos tengan una respuesta el día de mañana", afirmó la joven sobre la condena que deberá cumplir quien le quitó la vida al padre de su hija.
Cristina Soldá y Matías Suárez se conocieron hace dos años en Campana, Buenos Aires, a través de una prima de él. Quedaron en contacto y luego Matías fue a buscarla. Primero la trajo a Comodoro Rivadavia para que conociera el mar. Ella quedó enamorada de él y de esta ciudad. Por eso vendió todo lo que tenía allá, su casa y sus cosas. Y no dudó un segundo en venirse a vivir con Matías a una vivienda que él había construido detrás de la casa de sus padres, en la calle Luis Pasteur del barrio Quirno Costa. El joven trabajaba en la empresa PetroAike y quería conformar una familia con Cristina. Ya tenía a su hijo de 8 años con otra pareja y quería ser padre de una nena.

Convivieron cuatro meses y concibieron a Cielo, la beba que Matías no llegó conocer y de la que tampoco nunca se enteró que venía en camino. Es que Cristina recién descubrió que estaba embarazada dos días después del asesinato de su novio.
Matías no llegó a conocer a Cielo porque el 3 de agosto de 2016, hace un año, su primo Joaquín Suárez lo mató frente a su casa. Le pegó un tiro en la cara.

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Ese día como presintiendo que algo le iba a ocurrir, Matías le dio un abrazo y un beso a Cristina. Le dijo cuanto la amaba y que se cuidara. Ella ahora cree que fue una despedida. Matías nunca había tomado mate y ese día se lo recibió solo para complacerla. La noche anterior compartieron películas y rieron juntos.

Matías se sentía contento, realizado. Cristina había traído a vivir con ellos al pequeño hijo que tuvo con una pareja anterior y describe que Matías lo quería mucho, lo trataba como si fuese de él.
Joaquín Suárez que vivía frente a la vivienda de Matías lo mató esa tarde de un disparo y escapó. Estuvo 41 días prófugo. Cristina no entendía nada. El asesino le arrebató sus sueños, su familia. "La culpa la tiene Joaquín, él vino y sin mediar palabras lo mató", rememora.

"Fue todo muy rápido tenía miedo igual, no quería quedarme acá, aparte me hacía mal estar acá, y necesitaba mi familia, mis amigos. Yo sé que acá iba a estar bien porque ellos (los padres de Matías) me daban todo. Ale (Alejandra, la madre de Matías) me había dicho que si quería quedarme, ella no tenía problemas pero yo quería estar allá", cuenta Cristina sobre la decisión de regresar a Buenos Aires que adoptó pocos días después del crimen.

Joaquín Suárez estuvo en Bahía Blanca mientras se mantenía prófugo y Cristina se enteró que el asesino de su novio también se ocultó un tiempo en Zárate, muy cercana de Campana.
Durante todo este año ella siguió de cerca el proceso judicial informándose a través del portal de El Patagónico. El embarazo lo sobrellevó con mucha tristeza, pero también con mucha fortaleza. Hoy cuando puede dejar a su beba al cuidado de alguien, trabaja de empleada doméstica y busca el sustento para sus hijos.

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Hace cuatro meses que llegó Cielo. El nombre Cristina lo eligió porque Matías está en ese lugar, dice.
Alejandra, la madre de la víctima y ella son católicas y le rezan. Hoy visitarán juntas la tumba del joven y le llevarán una flor. Le hablarán diciendo que la Justicia condenó a 14 años de prisión a su asesino.
Sobre la sentencia, Cristina reflexiona: "conforme no estoy, pero por lo menos algo se hizo para que sus hijos tengan una respuesta el día de mañana". La querella, representada por el abogado Sergio Romero, había solicitado 18 años de cárcel. La pena máxima que cabía por el delito era de 33 años.

El tribunal integrado por Alejandro Soñis, Miguel Caviglia y Gladys Olavarría, tuvieron en cuenta al analizar el monto de la pena "la calidad del motivo que lo llevó a delinquir y la nimiedad del conflicto". Pero los atenuantes fueron la falta de antecedentes penales de Joaquín y su confesión del crimen.
Alejandra, la madre de la víctima, destacó el trabajo de la fiscal Camila Banfi en todo el proceso penal.

PAZ Y TRANQUILIDAD

"Lo que más necesitamos en este momento es paz y tranquilidad. Espero que las podamos tener", pide Alejandra, porque no quiere que le entren más plomos de calibre 40 en la casa. Es que la familia no se quita de la cabeza la posibilidad de que alguien pase otra vez tiroteando la vivienda.

Alejandra denunció además que Joaquín tenía tres teléfonos celulares en su celda y que la policía se lo es secuestró. Cree que con ellos se mantenía en contacto con parte de su grupo en busca de intimidar a los testigos antes del juicio.

Cristina tiene impotencia y no puede expresar lo que siente a un año del homicidio de su pareja.
"Quería que la nena esté con sus abuelos, con su tío, y con su hermanito que hoy (por ayer) viene también a conocerla", comenta. Estará unos días más en esta ciudad y volverá a Buenos Aires.

A Cristina, otra madre del dolor, otra viuda producto de la violencia de Comodoro nadie la llamó en este año que pasó. Ninguna autoridad política le preguntó cómo estaba, si los hijos de la víctima necesitaban algo. Incluso como no residía en Comodoro tampoco pudo recibir la ayuda económica que ofrece el Servicio de Asistencia a la Víctima del Delito.

Hoy la familia de Matías atraviesa una crisis económica, pero Alejandra está segura que trabajará duro para ayudar a Cristina y a Cielo. Ayer la madre y el hermano de Matías se fundían en un abrazo con la bebé. El rostro de Matías iluminaba el living sonriendo en un portarretrato colgado en una de las paredes del comedor.

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