Kalmukia, la república budista de Europa

La región de Eurasia entre el mar Negro y el Caspio en el Cáucaso, tiene antiguos pueblos cristianos y musulmanes con sus historias de encuentros y desencuentros trágicos, pero también hay un país donde la religión predominante no es monoteísta sino el budismo, la República de Kalmukia, actual integrante de la Federación Rusa.
Y conocer tan particular país es todo un desafío para un viajero de mochila al hombro, así que cruzando extensas planicies de la estepa en una marshrutka (nuestra trafic) llego desde Rostov del Ron a Elista, la capital de la región, con unos cien mil habitantes, en su mayoría descendientes de los mongoles venidos hace siete siglos desde el Asia Central, que trajeron hasta acá la filosofía del budismo.
Hay un museo que nos cuenta sobre el pasado reciente de la región con más de cien templos budistas en su gran mayoría destruidos durante el régimen estalinista y para peor, durante la Segunda Guerra Mundial la ciudad fue ocupada por los alemanes y luego el poder ruso los acuso de colaboracionista por lo que persiguió y deportó en 1943 un tercio de la población kalmuca a Siberia, incluso hay un vagón de tren usado para las deportaciones.
Estoy en una de las zonas más pobres de Rusia, y entiendo que el presente del renacido budismo tiene que ver con un muy particular presidente que tuvieron por acá durante diecisiete años, (por ejemplo, declara que en 1997 sufrió una abducción y llevado por extraterrestres a un viaje estelar) el que fomentó la libertad de culto, construyendo unos treinta templos budista, estupas, además de la mezquita, la sinagoga, y la iglesia católica más varias ortodoxas rusas.
Tempano por la mañana llego caminando al templo más grande, el de la Morada de Oro del Buda, y me encuentro con muchos fieles recitando mantras y repitiendo las plegarias del monje budista. Por la tarde regreso para recorrer su parque con Budas en distintas posiciones, hago girar los tambores y me quedo un buen rato en su interior con sus pinturas en las paredes, flores, y un gran Buda dorado en lo más alto.
Andando por la ciudad encuentro grandes esculturas de héroes con rasgos mongoles, de personajes literarios de ficción y en el parque el siempre presente recordatorio ruso de los caídos en la gran guerra con la llama encendida.
Al atardecer en la plaza principal, a los pies de la "pagoda de los siete días" contemplo la nueva tradición local, el ajedrez, una asignatura obligatoria en todas las escuelas primarias de acuerdo a la política de aquel presidente que también decidió la construcción de la "ciudad del ajedrez", una villa olímpica para campeonatos internacionales.
En definitiva ni Elista ni Kalmukia son un gran centro turístico de viajeros pero su pasado y presente, en éste particular lugar no dejan de ser un gran atractivo para un viajero en búsqueda de historias.

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