“La potencia política de las exhijas y exhijos de genocidas tiene esta característica: el repudio más íntimo, el último cobijo que no tienen y se inscriben en la línea de memoria y fundamentalmente de justicia”. La definición le pertenece a Mariana Dopazo, exhija del genocida Miguel Etchecolatz en su primera aparición televisiva en la serie “Historias debidas” de Canal Encuentro.
Mientras el capítulo se emitía y Dopazo recordaba que al concluir la dictadura Etchecolatz fue jefe de seguridad de Bunge y Born, los canales de noticias hacían la crónica del banderazo que asimilaba patria y bandera con los intereses de la empresa Vicentin. Azarosa coincidencia y nuevas resonancias para el testimonio de Mariana Dopazo. Una voz inesperada que emerge públicamente en 2017 para repudiar la herencia genocida de su padre y la resolución de la Corte Suprema que pretendía otorgarle beneficios a los procesados o condenados por crímenes de lesa humanidad. El mismo contexto en el que nace “Historias desobedientes”, un colectivo único en su tipo que agrupa a hijas, hijos y familiares de genocidas que están colaborando activamente en los juicios a los represores.
El proceso que inició Mariana Dopazo con el cambio de apellido la encuentra habitando una nueva identidad política que ella define con la categoría de “exhija”. El mismo camino de desafiliación que eligieron otras hijas de genocidas como Mariana Rubio en Mendoza o María Luz Olazagoitía en Rosario. Hoy Mariana Dopazo pone la palabra pero también el cuerpo, como gesto de afirmación de un camino personal que no podría comprenderse sin la fuerza del movimiento de derechos humanos en la Argentina. “Con nuestro testimonio como exhijas venimos a decir que se puede ser otra cosa, que no estamos enganchados a un destino trágico como si fuera un ópera o como un Ícaro lanzado al sol”, afirmó.