Quien fue Mario Abel Amaya

Nacido en Dolavon el 3 de agosto de 1935, abogado, activista reformista en la universidad y miembro de la Unión Cívica Radical. Fue detenido-desaparecido en 1976 por el V Cuerpo de Ejército con sede en Bahía Blanca, muriendo como consecuencia de las torturas a las que fue sometido. En 1973 fue elegido diputado nacional en su distrito de la Provincia de Chubut, desempeñándose en el cargo hasta el golpe de estado del 24 de marzo de 1976.

El 19 de octubre de 2001 Hipólito Solari Yrigoyen escribió un texto publicado por el diario La Nación en memoria de Mario Abel Amaya, su amigo personal y compañero de militancia de quien recordaba así su muerte, a los 41 años, en manos de la dictadura militar.

“Hace ... años la dictadura militar asesinó a Mario Abel Amaya mientras se encontraba en prisión. Era entonces un joven dirigente de la Unión Cívica Radical de la provincia del Chubut, que había ejercido su mandato de diputado nacional hasta el golpe de Estado de ese año.

Nadie lo había acusado de nada, ni tenía proceso de ninguna especie, ni se le reconoció derecho alguno de defensa y, tal como ocurría entonces, previamente había sido secuestrado para pasar a ser un desaparecido, luego sería reconocido como detenido y, finalmente, sometido al perverso trato de preso “de máxima peligrosidad”, impuesto por decreto por el gobierno de la señora Martínez de Perón.

La culpabilidad compartida de estos hechos recayó, en primer término, en el propio régimen que, encabezado por Jorge Rafael Videla, había establecido el terrorismo de Estado; luego, y como ejecutores del mismo, en quienes estaban al frente del V Cuerpo de Ejército, con sede en Bahía Blanca y con jurisdicción sobre la Patagonia, los generales René Azpitarte y Acdel Vilas. Este último venía manchado de sangre desde Tucumán y fue, como jefe de Seguridad, el que impartió la orden de detención clandestina. Finalmente, compartió la responsabilidad el entonces mayor Carlos Alberto Barbot, que desde el Distrito Militar de Trelew dirigía el área represiva de la zona donde se hicieron los secuestros. El apellido de nacimiento de este militar, que pasó a retiro como teniente coronel, es Barbotta. Ninguno de los nombrados tuvo la valentía de asumir los hechos que programaron, ordenaron o ejecutaron, ni se conoce tampoco que hayan tenido algún gesto de arrepentimiento.

La cronología y el itinerario de lo sucedido a Amaya comienzan el 17 de agosto, Día del Libertador, cuando a la madrugada se realiza su detención en Trelew (mi secuestro lo practicaba al mismo tiempo el Ejército, en mi domicilio de Puerto Madryn). Luego se efectúan los traslados en avión a la Base Aeronaval de Bahía Blanca, y de ahí al centro de tormentos y ejecuciones que funcionaba en el Regimiento 181 de Comunicaciones de la misma ciudad, conocido con el nombre de “la Escuelita”, donde él y yo revistamos como desaparecidos.

Según lo comprobó la Conadep, bajo la presidencia de Ernesto Sábato, las instalaciones de ese siniestro lugar fueron demolidas poco antes del advenimiento de la democracia.

El 31 de agosto se hizo el traslado, también clandestino, hasta las afueras de Viedma, donde en una farsa se simuló un tiroteo con la Policía Federal, para hacer creer que quienes nos traían eran “sediciosos”. Se nos arrojó con violencia del vehículo en que veníamos atados, amordazados y encapuchados, a una zanja lateral al camino, y enseguida nos detuvo la policía, mientras que quienes nos habían transportado huían. Al día siguiente, se nos condujo en avión detenidos desde Viedma hasta la Base de Bahía Blanca y de ahí hasta la cárcel de Villa Floresta.

El 11 de setiembre, Día del Maestro en homenaje a Sarmiento, se ordenó nuestro traslado y el de otros detenidos hasta la cárcel de Rawson. Tras descender el avión en la Base Aeronaval de Trelew, todos recibimos un castigo feroz que se prolongó durante muchas horas de ese día y en los siguientes en la prisión de la que era director el prefecto Osvaldo Fano y estaba bajo el control del militar Barbot.

Ese trato cruel, inhumano y degradante fue la consecuencia directa de la muerte de los dos del grupo con salud más precaria: Mario Amaya, que era asmático, y Jorge Valemberg, ex presidente del Concejo Deliberante de Bahía Blanca, una honorable persona mayor, integrante del justicialismo. No sólo ninguno de ellos recibió atención médica, sino que a Amaya se le retiraron el inhalador y sus medicamentos. Si bien estábamos todos incomunicados en el Pabellón 8 de Rawson, con la intención de que no trascendieran al exterior los tormentos recibidos, tuve ocasión de ver a Amaya por última vez en el baño, tenía la cabeza partida, estaba morado por los golpes y hablaba con dificultad. Alcanzó a decirme: “Estoy muy mal”.

Amaya, desahuciado por los médicos, fue trasladado al hospital de la cárcel de Villa Devoto.

Su madre, que fue autorizada a verlo, pasó frente a su cama del hospital sin reconocerlo por el estado en que se encontraba como consecuencia de los sufrimientos que se le habían infligido. Por la noche, esa dama de gran temple, le relataría entre sollozos a mi señora, en nuestro departamento en Buenos Aires, donde se alojaba en esos días, el doloroso encuentro. Amaya falleció el 19 de octubre de 1976. Tenía 41 años.

EL ABOGADO DE LOS TRABAJADORES

Mario Abel Amaya nació en el Valle Inferior del Río Chubut. Sus padres eran maestros rurales en Dolavon, y habían migrado provenientes de la Provincia de San Luis en la década de 1920. Cursó sus estudios primarios y secundarios en Rawson. Cuando contaba con 16 años, en las elecciones de 1951, se acercó como militante a la Unión Cívica Radical. Realizó sus estudios universitarios en las universidades de Córdoba y Tucumán, donde mantuvo una activa militancia en el movimiento reformista. Al recibirse de abogado, se radicó en Trelew, instalando su estudio jurídico junto con Patricio “el Oso” Romero, un destacado dirigente peronista.

Amaya se orientó a asesorar trabajadores y sindicatos. A comienzos de la década de 1970 comienza a defender a presos políticos detenidos en la cárcel de Rawson, destacándose entre ellos el dirigente sindical Agustín Tosco. En 1972 se produjo una fuga de presos políticos de las organizaciones guerrilleras Montoneros y Ejército Revolucionario del Pueblo, durante la cual un gran grupo quedó atrapado en el aeropuerto de Trelew. En esa ocasión los fugados exigieron como garantía la presencia de los abogados radicales Mario Amaya e Hipólito Solari Yrigoyen. Pocos días después varios de los detenidos serían asesinados en lo que se conoce como la Masacre de Trelew. Poco después Amaya fue detenido por la dictadura que gobernaba en ese momento.

Desde su origen, Amaya adhirió al Movimiento de Renovación y Cambio que lideraba Raúl Alfonsín, enfrentado a la línea conservadora que dominaba el radicalismo, encabezada por Ricardo Balbín. En 1973 se presentó en su provincia como candidato a diputado nacional, ganando y asumiendo el 25 de mayo.

Fuente:

Dejá tu comentario

Las Más Leídas del Patagónico