En octubre de 2003, cuatro delincuentes jóvenes decidieron asaltar, armados con pistolas 9 milímetros calibre .45 un local sobre la calle 20 de Septiembre, en la ciudad de Mar del Plata. Pero el robo salió mal.
La alarma se activó y dos policías de la DDI local, ubicada a pocas cuadras del lugar, llegaron casi de inmediato y se enfrentaron con los asaltantes, que respondieron con fuego y les dispararon 12 veces en total.
En ese tiroteo, el efectivo Cristian Fournier resultó herido y su compañero Cristian Agusti murió tras recibir tres impactos de bala. Los delincuentes Fernando Palomino y Claudio López fueron detenidos en el acto y condenados a prisión perpetua por el hecho en 2005 mientras que sus cómplices, Alejandro Javier Salaverry Gabarain y Carlos Marcelo de los Santos, huyeron.
De los Santos fue atrapado en Buenos Aires casi 10 años después, en 2012, cuando trabajaba como mozo en una pizzería bajo un nombre falso y también fue condenado. Salaverry, en cambio, que al momento del robo y asesinato de Agusti tenía 22 años y una incipiente carrera delictiva, evitó ser capturado y fue sobreseído sin pasar un sólo día en la cárcel.
Este domingo, sin embargo y a pesar de su habilidad para pasar cerca de 18 años prófugo, Salaverry, ya de 40 años, cayó de una forma insólita.
Cerca del mediodía, el hombre llegó al Museo MAR, donde el sistema de salud público de la provincia de Buenos Aires le indicó un turno para recibir la primera dosis de la vacuna Sputnik V contra el COVID-19.
Intentó ser precavido: su madre y su pareja llegaron media hora antes al lugar para chequear desde la puerta que no hubiera presencia alguna de las fuerzas de seguridad.
Oculto bajo el tapabocas y un gorro de lana, Salaverry ingresó al edificio, siguió las instrucciones de los voluntarios y tomó asiento donde le indicaron. Así, recibió su primera dosis de la Sputnik V y su ficha de certificación. Se vacunó, literalmente, con su propio nombre y su DNI.
Lo que no sabía es que, entre el personal sanitario del lugar, los pacientes y hasta los “trapitos” del estacionamiento había 15 efectivos de la Policía Bonaerense de la DDI de Mar del Plata que lo redujeron y esposaron en cuanto se relajó, con un operativo bajo las ordenes de la UFI N°5 de Morón con el fiscal Claudio Oviedo.
El crimen de Agusti, ya prescripto, no era el único delito en su prontuario. Lo buscaban, precisamente, por otro delito violento cometido muchos años después.
A pesar de que aún existen baches en la información sobre su paradero durante los años que estuvo prófugo, los investigadores del caso saben que aproximadamente en 2014 Salaverry se había mudado al partido bonaerense de Merlo, a una casa sobre la calle Azara al 1330, donde permaneció cerca de 4 años, y se hacía llamar “Lucas”, según confirmaron fuentes del expediente a Infobae.
Hace un mes, los investigadores comprobaron que Salaverry no sólo había tramitado su DNI sino que también tenía un teléfono y se había inscrito para vacunarse. Con esa información y el entrecruzamiento de datos, efectivos de la DDI de Morón y Mar del Plata montaron el operativo en conjunto en el cual Salaverry fue detenido.
Este lunes por la mañana, Salaverry fue trasladado a Morón, donde fue indagado por los fiscales Oviedo y Monti, en la causa en la que está imputado por tentativa de homicidio y lesiones. “Confesó y dijo que fue una pelea”, aseguró una fuente judicial tras la declaración.
Sin embargo, más allá de lo que pueda decir en su indagatoria, la investigación está prácticamente resuelta. La fiscalía podría pedir esta semana la prisión preventiva junto con la elevación a juicio, que podría llevarse a cabo dentro de dos meses.
Fuente: Infobae