Hostile Mad's Wave: la banda comodorense que convierte la catarsis en teatralidad postpunk

Con máscaras, personajes ficticios y letras viscerales, este proyecto nacido del dolor y la alienación construyó un universo musical oscuro, crudo y bailable. Desde shows clandestinos hasta sueños de grandeza indie, los Hostiles rompen esquemas en la escena under local.

Hostile Mad’s Wave nació como una necesidad urgente de canalizar el dolor. En 2019-2020, tras atravesar experiencias personales difíciles, su fundador —conocido como Dyan "El Pollo"— transformó la desesperanza y la oscuridad emocional en un proyecto musical que combina agresividad, melancolía y una estética deliberadamente casera. “Fue un momento de catarsis. Dejé de creer en muchas cosas que me rodeaban y quise expresarlo a través de un estilo agresivo, bailable y triste, como si fuera música vieja rescatada de un cassette olvidado”, explica a El Patagónico.

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El nombre de la banda, "Hostile Mad’s Wave" ("Ola de Locura Hostil"), no es casual: proviene del título de una noticia real sobre una fuga en un hospital psiquiátrico. Según su mitología ficcional, sus integrantes forman parte de una facción de pacientes mentales emocional y psicológicamente inestables, que escapan de la institución para vengarse de una sociedad que los excluyó. Este universo narrativo se expande en sus canciones y presentaciones, con un imaginario propio donde la locura, la alienación y la rebeldía funcionan como motores creativos.

Este relato se sostiene también a través de máscaras y alter egos escénicos. Cada integrante adopta un personaje simbólico: El Zorro es fiestero y lanzado; El Búho, el momento de claridad; La Ira, una fuerza violenta e impetuosa; La Oscuridad, los pensamientos intrusivos más retorcidos; y El Pollo, un ser libertino, irónico y autodestructivo cuya máscara se va rompiendo a lo largo del relato hasta dejar su rostro al descubierto. “Las máscaras nos ayudan a disociarnos de lo cotidiano. En la historia de la banda, las robamos a los enfermeros del hospital para evitar que nos identifiquen. Es parte del juego”, dicen.

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Lejos de una estrategia de marketing, el anonimato fue una herramienta para enfrentar la fobia social. “La máscara me permitió ser quien soy o quisiera ser”, confiesa El Pollo. En escena, esta disociación permite a cada integrante soltarse, liberarse, perder el control. “La teatralidad no está coreografiada. Simplemente tocamos y descargamos ese descontrol, y eso se contagia”, explican.

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La génesis musical del proyecto remonta a 2017, cuando su creador trabajaba en atención al público. “Sentía que no se valoraba lo que hacía, fantaseaba con la violencia. Empecé a escribir canciones con esos pensamientos oscuros. Muchas de las letras que hoy tocamos nacieron en esa época”, recuerda. Desde entonces, ha compuesto y grabado temas con lo que tuviera a mano, buscando siempre una estética lo-fi, distorsionada y cruda. “Queremos que suene como si fueran grabaciones recuperadas de cámaras de seguridad de un hospital abandonado, o como lo escucha el protagonista de esta historia, con el oído distorsionado por la locura”, explican.

El armado de la banda fue gradual, basado en vínculos personales. El Pollo conoció a los demás gracias a su padre, quien le mostró su música a un amigo que la compartió con otros músicos. Así llegaron Eric (batería), Facu Funes (bajo), Facu Rosas (guitarra) y Seremías Barría (guitarra). “Desde el primer ensayo hubo química. Nos respetamos mucho, más allá de las bromas groseras. Es como una hermandad”, comentan.

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Musicalmente, Hostile Mad’s Wave navega entre el surf rock, el grunge, el postpunk y el garage más sucio. Las influencias van desde Flema, The Beatles, The Beach Boys, hasta Nirvana, Queens of the Stone Age, Electric Wizard y Alice in Chains. “Nuestro estilo fue descrito por un héroe personal (el famoso youtuber uruguayo El Bananero) como ‘surfrock grunge bizarro espacial’, y nos representa”, afirman. Sus letras abordan sin filtro temas como la depresión, la nostalgia, el amor y el desamor, los viajes psicodélicos, los crímenes, el vandalismo y referencias constantes al cine y la literatura.

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Sus presentaciones suelen darse en el circuito under de Comodoro Rivadavia, en espacios autogestionados y fechas clandestinas junto a bandas como McFly y los Elementales del Éter. “No tenemos escenario fijo, tocamos donde se pueda. La respuesta del público fue al principio extrañada, pero después se volvió fiel”, cuentan. Y aunque su universo parece oscuro, su humor es constante. “Gritamos cosas como ‘la próxima canción habla de depresión y suicidio’ y las chicas gritan. La gente se ríe, pero también se conecta”.

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Lo que comenzó como una expresión individual se convirtió en una experiencia colectiva. La banda ya tiene dos discos publicados, y trabaja en el tercero, con planes para un cuarto y un quinto. “En los tres primeros, yo compuse y grabé todo. En los siguientes, vamos a componer en conjunto. Es el paso lógico”, dice Dylan “El Pollo”.

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El objetivo es claro: “Queremos hacernos un lugar entre los grandes del indie o del postpunk y romper todo”. Mientras tanto, continúan creando, tocando y ampliando su comunidad. “Nos siguen metaleros, punks, otakus, gamers, gente joven y no tan joven. Nos encanta que sea así de variado”, dicen.

Al terminar un show, su deseo es simple pero poderoso: “Queremos que el público quede descolocado, pero complacido”. Para quienes aún no los escucharon, dejan una recomendación final: “Pónganse auriculares o buenos parlantes, suban el volumen, y si tienen alcohol, mejor. Bailen, lloren, agítense, déjense llevar por nuestra discografía. Damas y caballeros, queridas lectoras, queridos lectores: un abrazo”.

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