En declaraciones televisivas, la senadora electa de La Libertad Avanza afirmó que Villarruel “se coloca como presidenta del Senado, pero sin tomar partido por el Gobierno”, marcando una distancia explícita entre lo que espera el oficialismo y lo que, según ella, la vice está dispuesta a hacer.
La frase no fue casual. Desde el entorno presidencial vienen señalando que Villarruel construye un perfil propio, distante de los costos políticos de la gestión cotidiana. Incluso, durante la crisis más profunda del gobierno libertario, en Casa Rosada creyeron ver en la vicepresidenta “falta de compromiso” e incluso “gestos de autonomía excesiva” que alimentaron rumores de conspiración interna.
Bullrich fue más allá y comparó el accionar de Villarruel con el de Martín Menem, presidente de la Cámara de Diputados y figura considerada totalmente alineada con el Ejecutivo. “En general, los titulares de las Cámaras toman partido… como Martín Menem. Ella no”, remarcó.
La ministra planteó que su objetivo como jefa del bloque libertario será lograr que Villarruel “sin violar el reglamento, ayude a empujar los proyectos que el Gobierno necesita para que la Argentina crezca”. Y subrayó que el oficialismo debe aprovechar “la oportunidad única” que les dio el voto popular para construir mayorías y avanzar con su programa.
La interna en el Senado suma otro capítulo: Bullrich había querido convertirse en presidenta provisional del cuerpo, no solo para quedar tercera en la línea sucesoria, sino también para acotar la influencia de Villarruel. Finalmente, ese cargo seguirá en manos de Bartolomé Abdala.
Del lado de la vicepresidenta, después del encuentro que ambas mantuvieron —sin foto oficial—, Villarruel había aclarado que su función es “garantizar el funcionamiento del Senado” y que no tiene facultades para “obstaculizar o interrumpir” la actividad parlamentaria. “Mi rol es que se consigan las leyes que el Ejecutivo quiere, pero dentro de un clima de acuerdo político”, sostuvo entonces.
Ese clima, a juzgar por las declaraciones cruzadas, está lejos de consolidarse. La pulseada por el control político del Senado y la conducción de la agenda legislativa promete seguir dando capítulos dentro de un Gobierno que aún busca ordenar su propio tablero interno.