María Rosa Altuna, comodorense
Aterrizamos un día de agosto en el aeropuerto de Barajas. Madrid puede ser en esta fecha terriblemente calurosa, sin embargo disfrutamos de días soleados y agradables. Es una ciudad de cuatro millones de habitantes que aun se la considera "villa y corte de Madrid".
Conocimos su plaza mayor en el centro, rodeada de edificios de tres plantas, visitada por miles de turistas. Además del mercado de San Miguel, único construido en hierro y considerado de interés cultural, donde se pueden degustar una amplia variedad de tapas y otros manjares. Recorrimos sus monumentos y el Palacio Real, lujosa residencia de los reyes.
Cuando partimos hacia Barcelona en bus conocimos Toledo, a menos de una hora de Madrid. Me pareció mágica con su aire medieval. Sin embargo allí lo tradicional converge con lo moderno como las escaleras mecánicas que nos trasladaron 36 metros arriba, uniendo el centro histórico con el barrio de Santa Teresa.
Su catedral nos impresionó particularmente, cuya construcción comenzó 1226, alberga obras de Velázquez y es considerada la más importante en su estilo en España.
Barcelona nos recibió con sus playas colmadas de bañistas. Lo más representativo es "La Sagrada Familia", impresionante obra arquitectónica de Gaudí aun sin terminar, como así también otras 14 obras del mismo arquitecto, declaradas Patrimonio de la Humanidad.
Con un tren de alta velocidad arribamos a Paris. Es maravillosa. Nuestro hotel se encontraba en la zona moderna de la ciudad, el barrio de "La Defense" rodeado de altos edificios espejados y comunicados por medio del "metro" a la zona tradicional.
Al museo del Louvre se accede por medio de un recibidor subterráneo colmado de personas que hablan distintos idiomas y en donde se pueden observar obras de arte, siendo "La Gioconda" una de las que atrapa la mayor atención. Luego de los atentados es imposible no notar la cantidad de seguridad que hay, militares fuertemente armados pasean vigilando y resultan algo intimidantes para los turistas.
Fue inolvidable una cena a bordo de un crucero por el río Sena contemplando la Torre Eiffel, iluminada por miles de lucecitas y también disfrutando por qué no de un show en el Moulin Rouge, tradicional cabaret.
Abandonamos Paris y nos dirigimos luego a Italia en medio de un paisaje maravilloso de los Alpes atravesados por numerosos túneles, uno de ellos el de más naciente construcción de 11 kilómetros, iluminados, con cartelería electrónica, y teléfonos. Las autopistas en Europa son increíbles para nosotros.
En Roma los habitantes por supuesto se parecen bastante a nosotros, pero más allá de eso uno descubre historias en cada uno de sus monumentos. Conocimos Asís, cuna de San Francisco. Su aire medieval me encantó y por supuesto Venecia. Es tal cual la pintan, su Plaza San Marcos poblada de gente, sus callecitas en donde no hay autos, y sus góndolas que nos pasearon por los canales atravesados por puentes. Florencia con su "Duomo", cargada de historia y por supuesto el Vaticano, sede del Papa.
Ahora de regreso sentimos que este viaje ha sido la introducción a otros que nos permitan conocer en profundidad cada uno de estos lugares a los que soñamos regresar.
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- 25 septiembre 2016