on las 17:30 del 10 de octubre de 1950. Dos disparos estremecen el vecindario de la zona alta del Centro. Los balazos sacuden el inquilinato de la calle Urquiza 256. Una puerta que queda cerrada y la llave colocada en la cerradura de la parte exterior.Una mujer que grita desesperada y corre por los pasillos de la pensión pidiendo ayuda.
Bernarda, con un vestido verde y zapatillas blancas, estaba tirada en el piso de tierra de aquella pequeña habitación de chapas en la que vivía junto a su hijo hacía cuatro años. Su esbelto cuerpo permanecía en medio de un charco de sangre, y junto a ella un caloventor caído.
En su cama, el cuerpo tendido de su vecino Herminio Segundo Sandoval Montoya (30), sumaba violencia al cuadro de situación. El cadáver vestido con traje y corbata, había quedado con sus piernas colgando y su torso echado hacia atrás. Un revólver calibre 38 marca "Vigilante" dormía en su pierna izquierda. Los dos presentaban un balazo en la cabeza cada uno.
En la habitación parecía haber un gran desorden. Entre los pocos muebles que había, se destacaba un tendal de ropa lavada que era con la que Bernarda se ganaba la vida, lavando a mano. Quizás por ello sus vecinos siempre veían a hombres que llegaban a su casa.