La Turquía menos conocida

Como en materia de viajes tengo el sí fácil, a las pocas semanas del fortuito encuentro con una guía turística de Turquía estuve aterrizando en la central ciudad de Kayseri, para iniciar desde allí un recorrido en auto por las zonas orientales de ese país.

Alberto Martínez , abogado tucumano y comodorense por adopción
Comencé por el monte Nemrut, en cuya cima restos de enormes esculturas precristianas de olvidados dioses parecieran burlarse de arqueólogos e historiadores, quienes no logran determinar, a ciencia cierta, el sentido de esas enigmáticas figuras. Historia, misterio y aire puro aguardan al cabo de un ascenso sinuoso y por momentos difícil.
Luego los caminos me llevaron a Dogubayazit, ciudad fronteriza de Irán y custodiada por la perfecta geometría del monte Ararat, la montaña más alta del país. Quizás con la vana ilusión de encontrar el arca de Noé-cuyos restos, según la historia, la leyenda o la fe, duermen en su cima- me eché a andar por los pedregosos caminos de sus laderas. Con la guía casual de un viejo pastor que me pidió transporte, llegué hasta una aldea rústica y sufrida, donde sus ajadas manos me dieron un silencioso adiós.
Desde la cercana ciudad de Kars se pueden visitar las ruinas de Ani, antigua capital armenia, que las luces y sombras de los siglos dejaron del lado turco de la frontera. De aquella gloriosa capital sólo quedan, como inmortales fiscales de la historia, las cansadas siluetas de sus muchas catedrales.
De allí llegué, atravesando varias Suizas de bosques, praderas y montañas, a las costas del mar Negro y a la ciudad de Trabzon, punto de partida para conocer el monasterio de Sumela. Rareza cristiana en tierras islámicas, este escondite de monjes ermitaños pareciera sostenerse sólo por obra de la fe en la vertical crueldad de un enorme acantilado.
La última etapa de ruta me condujo a la más visitada Capadocia, cuyos paisajes lunares, iglesias excavadas, ciudades subterráneas y pueblos fulgurantes merecen, sin dudas, una descripción por plumas más diestras.
Pues esta nota sólo pretende dar noticia de aquella otra Turquía, la de atrás, la menos conocida, la de paisajes escondidos y atardeceres gloriosos, la de historias sin comienzos y momentos memorables, en fin, la de la mirada infinita de aquel pastor agradecido

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