¿"La vuelta al mundo" incluye a la Cuenca San Jorge?

Luego de la cumbre de Davos, los muchachos del PRO están exultantes, no solo porque la tercera esposa de Mauricio Macri comparó vestuario con la Reina de Holanda sino porque aseguran –y sus voceros mediáticos repiten sin cuestionar- que el país ha "regresado al mundo" de los organismos multilaterales de crédito; el endeudamiento y otras ventajas que rara vez les llegan a los menos favorecidos.
Si algo tienen claro los habitantes de Comodoro Rivadavia con el nuevo gobierno nacional es que las medidas que adoptó en su primer mes de gestión no los favorecieron. Y por los antecedentes del caso, lo que ocurrirá hoy en Buenos Aires es más que probable que agregue penurias, más allá de alguna que otra exageración que pudo haberse escuchado en estos días y que no han sido otra cosa que tácticas en una batalla donde cuando todos parecer tener razón, a veces son factores extra lógicos los que terminan incidiendo en el fiel de la balanza.
¿Hace cuántas décadas que la dirigencia política y social de esta ciudad viene proclamando la necesidad de alternativas para "cuando se termine el petróleo"? ¿Qué pasó con aquel ambicioso programa que anunciaba a los cuatro vientos con toda pasión el primer ministro de Producción que tuvo Chubut en 2003 y que llevaba un nombre sencillo y directo: "¿De qué va a vivir mi pueblo?".
Claro que cuando las preguntas se hacen en un contexto de bonanza y de abundancia de palabras y slogans que hasta aseguraron que no había que preocuparse más luego de aquella anticipadísima renegociación con Pan American por el yacimiento Cerro Dragón en 2007, algunos terminan predicando en el desierto. Cuando no son mirados de soslayo por quienes los sienten como aguafiestas. ¿Para qué preocuparse si tenemos petróleo por varias generaciones? La pregunta que no se quiso escuchar jamás y que ahora resuena más duro entre los que postergaron decisiones era: ¿siempre tendremos mercado para lo que la naturaleza nos concedió?
En este sentido, nada nos diferencia de los que ahora hacen su agosto en la Pampa Húmeda con la producción agrícola y que quizás sepan más que aquí de los vaivenes del mercado y de la demanda, algo que no hizo falta tener en cuenta hasta el año pasado porque la concepción del gobierno peronista era diferente. Es tiempo de hacerse a la idea de que perdida esa opción, hay que apelar a otros recursos para pasar un invierno que pinta largo y frío.
En este contexto, la movilización siempre es bienvenida. Juntar 15 mil personas en un día de enero es histórico. Lo hicieron los sindicatos petroleros y en el país tomaron nota, más allá de las sugerencias del ministro Juan Aranguren que resultaron extemporáneas, sobre todo por su falta de tacto político, algo que sí parece tener el ministro de Interior, Rogelio Frigerio, aunque con personalidades como la suya es probable que todo se dilate por carriles de armonía y las soluciones tarden en llegar. Es que mientras para algunos la negociación permanente es "hacer política", para otros la espera implica angustia que lleva a ansiedades lindantes con la desesperación, sobre todo si las noticias que reciben a diario van en un sentido opuesto al de los últimos años.
Les prometieron subirles el mínimo no imponible en el Impuesto a las Ganancias y ahora parece que solo se trata de conservarles el trabajo, a costa de resignar beneficios que creían inamovibles. Es que la teoría Prat-Gay se impuso hasta el momento en lo que respecta al temor a quedarse sin trabajo. Aunque haya paros y cortes de ruta, la capacidad de resistencia del gobierno de Macri siempre será superior. Si ya dio pruebas de cuáles provincias serán las agraciadas en su gestión. Y allí no está Chubut.
En el medio quedó Mario Das Neves. El gobernador trata de hacer un delicado equilibrio con las demandas de la ciudad más importante de su provincia –donde él no fue el más votado en las últimas elecciones- y las razones que le esgrimen los fundamentalistas del mercado, con los cuales podría terminar aliado si finalmente se suma a la oposición peronista más light que encabeza Sergio Massa, el político que autojustifica sus errores en la "juventud".
Más allá de que no hay que callar y que la movilización debe ser permanente, a esta altura deberían reorientarse las estrategias y no culpar de todos los males a un gobierno que cumple con lo que prometió: achicar el Estado, eliminar subsidios, gobernar por decreto, criminalizar la protesta social, subordinarse a los intereses del grupo mediático más concentrado.
De qué va a vivir mi pueblo sigue siendo una pregunta sin respuestas y que recobra actualidad, obligada por las circunstancias. Desde el lugar que sea, quien por primera vez la formuló en voz alta hace 12 años podría comenzar a compartir con la sociedad que hoy lo necesita la experiencia recogida al respecto. Sería una buena oportunidad, también, de comprobar que no todos los políticos son de la misma categoría. Que así como hay charlatanes que nunca se sabe bien qué intereses defienden, más allá del color de las boletas en que su nombre aparezca impreso en las elecciones, hay otros que se pueden anticipar a los dilemas de la hora y para ello cuentan con recursos.
Claro que en esto se impone humildad, una virtud que se encuentra en pocos dirigentes. Pero cuando se hace carrera política se debería tener presente aquel dicho caribeño: "yo del pollo también me como las alas".

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