Tres breves de la ciencia

BOSTEZAR MUCHO, SEÑAL DE INTELIGENCIA

Un estudio de la revista Biology Letters, realizado en la State University of New York en Oneonta, revela que cuanto más tiempo se bosteza, mayor es el cerebro y más inteligente el "bostezador".
La investigación se basa en el análisis de la duración, las "dimensiones" del bostezo y el tamaño del cerebro de 109 individuos de distintas especies (conejos, gatos, elefantes, perros y naturalmente seres humanos).
Los expertos vieron que las "dimensiones" del bostezo se relacionan no con lo grande que sea el maxilar, sino con el tamaño mayor del cerebro. Además cuanto más "evolucionada" es la especie, mayor será su bostezo.

¿LOS CHIMPANCÉS PUEDEN
LEER LA MENTE?

Los investigadores, de la Universidad de Duke de EE.UU. y de la Universidad de Kioto de Japón, pusieron a 30 primates a visualizar una dramatización y monitorearon el movimiento de sus ojos para comprobar si estaban siguiendo la escena.
En la dramatización, una persona disfrazada de simio le robaba una piedra a un hombre y la escondía en una caja, después el hombre salía de escena y la persona disfraza cambiaba la piedra de caja y finalmente se la llevaba.
A continuación, regresaba el hombre a la escena en búsqueda de la piedra, y los resultados del experimento demostraron que, a sabiendas que la piedra no estaba en ninguna de las cajas, los primates fijaban su mirada en la primera conscientes de que el hombre creía que estaba escondida ahí. De este modo, se anticipaban a la acción del hombre, motivada por una falsa creencia.
LAS RECOMPENSAS AYUDAN A LOS
ADOLESCENTES A APRENDER

La búsqueda de recompensa de los adolescentes podría ser parte de una adaptación evolutiva para aprender de su entorno, según un nuevo estudio publicado en la revista Neuron.
"Los desequilibrios en el cerebro adolescente en proceso de maduración que lo hacen más sensibles a la recompensa tienen un propósito: permitirles aprender mejor de sus experiencias", explicó Juliet Davidow, autora principal del estudio.
Los investigadores elaboraron una prueba con 41 adolescentes (13-17 años) y 31 adultos (20-30 años) para determinar si la sensibilidad del primer grupo a la recompensa podría hacer que aprendan mejor de resultados buenos y malos.

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