Camila Troncoso había sido abusada antes de morir por Hantavirus

El tramo final de su vida estuvo signado por el sufrimiento en un contexto de vulnerabilidad familiar y social, ya que a su trágica muerte en medio del descontrol sanitario del Estado se sumó el haber sido víctima de abuso sexual por parte de un hombre de 30 años.

El pasado 7 de agosto el juez penal Martín Eduardo Zacchino condenó a tres años de prisión en suspenso por abuso sexual a Roque Javier Lincopil. El hombre, oriundo de la localidad de Epuyén, había mantenido relaciones sexuales con la niña Kiara Camila Troncoso durante los meses de agosto y septiembre del año 2017, cuando la pequeña apenas tenía 13 años de edad. Poco más de un año más tarde, la adolescente fallecería producto del Hantavirus.

Lincopil, alias "Mecha", fue condenado por el magistrado en el marco de un proceso penal que iba a juicio oral abreviado en Esquel y en la sentencia se determinó que fue "autor material y penalmente responsable del delito de abuso sexual con acceso carnal de una menor de 16 años de edad, cometido mediante aprovechamiento de la inmadurez sexual de la víctima".

En ese marco, el fallo determinó la pena de "tres años de prisión en suspenso" y el pago de las costas del juicio; la realización de un tratamiento psicológico "que tienda a internalizar adecuadamente la problemática vinculada a la relación con las mujeres, particularmente menores de edad"; y "la obligación de abstenerse en el uso de estupefacientes o de abusar de bebidas alcohólicas".

"Queríamos una condena por lo menos social"

René Troncoso y Erika Matus son los padres de Camila, que naturalmente no logran superar la pérdida de la adolescente que falleció como una de las 13 víctimas que el Hantavirus se cobró este último verano en el letal brote que se produjo en Epuyén.

Están devastados, y aunque se encuentran separados, coincidieron y acordaron que no podrían soportar el desarrollo del juicio donde se trataría el abuso sexual de su hija muerta, y menos soportar las imágenes de la cámara Gesell que determinó la veracidad de las denuncias efectuadas. Por eso aceptaron que el acusado se declarara culpable y la Justicia lo condenara a los tres años en suspenso, lo que a priori parece una pena sumamente exigua frente a tamaño delito.

En diálogo exclusivo con El Extremo Sur, Troncoso explicó que "Ellos había solicitado la nulidad de las pruebas surgidas de la cámara Gesell y cuando supieron que íbamos a un juicio abreviado nos propusieron un acuerdo donde él iba a declararse culpable para ver si conseguía que el fallo fuera solamente de tres años con prisión en suspenso". "A nosotros nadie nos va a devolver nuestra hija ni lo podremos evitar lo que pasó con su abuso, pero por lo menos habrá una condena social para esta persona", dijo Troncoso.

Luego relató que "Nos explicaron que si se desarrollaba el juicio terminara yendo preso pero que también podía ser que no lo condenaran a prisión, o hasta que podía quedar absuelto. Por eso con la mamá de Camila nos pusimos de acuerdo en que queríamos evitar tener que vivir el juicio, revivir todo el dolor que eso significaba y que aceptando este acuerdo por lo menos nos asegurábamos que por lo menos quedaba como culpable".

Como en busca de una autojustificación que modere el dolor y las ineludibles culpas, Troncoso agregó que "No estaba preparado para un juicio. Si hubiese estado mi hija en vida seguramente las cosas hubiesen sido diferentes, pero ni yo ni la mamá podíamos estar tres días aguantando el juicio y escuchando sobre el abuso de nuestra hija".

El padre de Camila se siente de alguna manera satisfecho y liberado. "Ahora estoy como más tranquilo con todo esto, porque por lo menos él va tener la condena social que se merece; igual hay mucha gente que sigue creyendo que si no es por la fuerza y a los golpes no se trató de una violación contra mi hija", aseguró.

Para Erika, la madre, las sensaciones son bastante similares. "Llegamos a ese acuerdo, aunque la verdad no es lo que nosotros hubiésemos querido, pero no nos quedó otra, ya era mucho lo que estábamos pasando; aunque quedó libre la condena más importante que puede tener es la social", expresó.

La adolescencia abusada de Camila

Camila Troncoso era una niña que vivía en la localidad de Epuyén y que como otros adolescentes entró en contacto vía las redes sociales con un hombre del mismo pueblo pero que tenía más del doble de su edad.

Según contaron los padres de Camila, con el paso del tiempo se enteraron del contacto que mantenía la niña con el vecino mayor de edad e intentaron demostrarle que en ese vínculo que parecía estrecharse por el afecto existía una manipulación y una dominación del adulto sobre ella.

De los propios dichos del padre se desprende que la chica no lograba despegarse de ese vínculo. "Él vive también en Epuyén, cerca de la casa mi hija, a unas 7 u 8 cuadras, y la contactó por Facebook. Primero se comunicó así y después por teléfono, así la fue manipulando de a poquito y consuma la relación sexual diciendo que la nena había estado de acuerdo", manifestó Troncoso.

Admitió que Camila nunca les "contó" y que pudieron darse cuenta de lo que estaba sucediendo porque un día ella se olvidó el celular y la madre pudo descubrir la situación que desconocían.

"Me rogó que no lo denuncie"

"Cuando nos enteramos de todo hablé con él y me negó todo, me dijo que solamente habían intercambiado mensajes. Me pidió disculpas y me dijo que no sabía qué le había pasado para contactarse con ella, y me rogó que no lo denuncie", recordó el padre de la víctima, y agregó que la evidencia de la relación sexual surgió cuando la nena fue llevada al ginecólogo.

Erika manifestó que para Lincopil "estar con una nena no era un delito, así lo dijo en el Juzgado; pero también se encontraron mensajes que le mandaba a una amiga de mi hija diciéndole que no lo denuncie porque si no él iba a ir preso y la tenía todo el tiempo como amenazada".

El padre -que conoce desde hace años al acusado con el que inclusive tuvo algún tipo de "amistad"- aseguró que se produjeron intercambios de fotos de contenido sexual entre el hombre y la niña, recordando que "según lo que figura en la causa y en los mensajes entre ambos, él en un momento se puso posesivo y violento con mi hija, la celaba, le decía qué ropa tenía que ponerse, o con quiénes podía juntarse; ahí fue cuando ella le empezó a tener miedo".

La madre tiene una posición mucho más dura contra el condenado de abuso sexual de su hija, en parte motivada por las actitudes de Lincopil y su familia. "Nos llamaba pidiendo que no hagamos la denuncia, después nos ofrecieron plata para que nos callemos y hasta nos decían que si se mataba iba a ser nuestra culpa; pero lo peor de todo fue que en medio de la causa judicial se atrevieron a pedir una nueva cámara Gesell y pericias psicológicas cuando sabían que mi hija estaba muerta", relató desgarradoramente.

Dudas sin respuesta

Cuando el EES entrevistó a Erika por el fallecimiento de su hija producto del Hanta, después de contagiarse en aquel cumpleaños que se transformó en el foco que diseminó la enfermedad, ella manifestó que "A mi hija ya no me la va a regresar nadie, pero me gustaría saber si en verdad fue o no Hanta. No dejo de pensar que si los médicos de Epuyén hubiesen actuado antes, la hubiesen trasladado a Esquel -porque ya sabían que había otros pacientes con Hanta - quizás se hubiese salvado".

Ahora los sentimientos se reconvierten en doble tragedia, la del abuso con el agravante de una condena que no satisface a nadie. El Hantavirus se llevó la vida de una adolescente que había sufrido antes de ese hecho trágico en un contexto de alta vulnerabilidad, falta de respaldo y carencia de herramientas para hacer valer sus derechos.

Fuente: El Extremo Sur

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