El asaltante que se hirió de un tiro cuando huía con un millón de pesos

Carlos Omar Mariño pudo haber sido recordado como el delincuente que había robado un millón de pesos en Comodoro Rivadavia sin disparar un solo tiro. Pero cuando huía con 1.146.000 pesos en un bolso, se le escapó un disparo al intentar guardar la pistola en la cintura. Ante el imprevisto, escondió el botín en el patio de una casa, tiró la pistola a la basura y frenó un patrullero. En su coartada, malherido, les mintió a los policías diciendo que lo habían asaltado. Los agentes lo trasladaron al hospital, pero lo descubrieron porque la campera no le cerraba por su abdomen prominente, característica que una víctima había descripto del asaltante.


Carlos Omar Mariño tenía 38 años cuando pudo haber pasado a engrosar la lista de los delincuentes más audaces del Chubut en la década de los 90. El 27 de junio de 1996, a las 13, junto a dos cómplices robó un bolso con más de un millón de pesos –equivalente a más de un millón de dólares- destinados a sueldos y aguinaldos de obreros petroleros.
Había cometido el robo sin disparar un solo tiro. Solo habían utilizado un gas pimienta. Pero la desdicha lo invadió. Mariño, no tuvo esa cuota de suerte que cualquier atracador necesita, ya que cuando huía se le escapó un tiro y se hirió con la pistola que intentó guardar en su cintura. La herida lo hizo abortar el escape y tener que pedir ayuda a un patrullero para ser hospitalizado. Para ello les dijo a los policías que lo habían asaltado y que le habían robado los documentos.
Minutos antes Mariño. junto a dos encapuchados – que nunca se supo quiénes fueron- habían sorprendido a una empleada de limpieza de la empresa Vanguardia S.A. en Italia 1045, que se encontraba sola en la oficina hablando por teléfono. Su jefe y el personal administrativo habían ido al banco a retirar dinero destinado al pago de sueldos de una empresa.
El primero en ingresar la amenazó con una pistola y le hizo saber que se trataba de un asalto. Luego del forcejeo ingresó Mariño con pasamontañas y armado con una pistola con silenciador casero. A la mujer la arrojaron al piso y le ataron las manos. En la boca le pusieron toallas para que no gritara. La víctima se convertiría luego en la testigo clave del atraco.
Cuando el resto del personal de le empresa llegó con el dinero, fue interceptado por los delincuentes. Según uno de los custodios había dejado la pistola en el auto, por lo que llegaron desarmados. Para reducir a los guardias, los delincuentes les arrojaron gas paralizante y uno de ellos cayó al suelo. En ese momento Mariño les arrebató el bolsón con dinero y escapó hacia la calle Sarmiento.
Llevaba en el interior del bolso 1.146.000 pesos –en una época en que 1 peso equivalía a 1 dólar-, lo que hubiese sido el botín más importante de finales del siglo pasado. Lo llevaba con suma tranquilidad, así lo comentó la víctima. El contexto nacional por esos días era difícil. Con la presidencia de Carlos Menem se privatizaban empresas y la desocupación trepaba a más de 2 millones de habitantes en el país.
Mariño, gordo de ojos claros, vestía jeans gastado y una campera de cuero. Cuando intentó meter el revólver en su cintura se pegó accidentalmente un tiro en el bajo vientre. Pese a la grave herida siguió caminando por Sarmiento hacia la escalera de calle Chacabuco. Pero luego de recorrer unos 250 metros ya no pudo más. Hasta allí llegó y escondió el bolso detrás de unos arbustos en la vivienda de la esquina. Descartó el arma y después frenó a un patrullero que buscaba a los asaltantes.
En el móvil 281 viajaban los policías Luis Gorio y Omar Aguilar del Comando Radioeléctrico. Y Mariño pensando en su coartada para salir del embrollo, les dijo que lo habían asaltado y que le habían pegado un tiro. Que los asaltantes eran tres –coincidía con el relato de las víctimas del robo- y por eso los policías primero le creyeron. Lo llevaron al hospital como una víctima más.
NO LE CERRABA
LA CAMPERA
Gorio le confiesa a Letra Roja -a veinte años del robo-, que él se había dado cuenta de que Mariño era uno de los asaltantes.
Ese día llegó alertado del asalto y cuando encontró la vaina servida en la puerta de Vanguardia le colocó un tacho arriba para preservarla y salió con Aguilar en busca de los asaltantes.
En Sarmiento y Chacabuco encontró a Mariño malherido. El delincuente le dijo: "ayúdenme, me asaltaron y me pegaron un tiro". Gorio puso freno de mano y lo ayudó a subir al patrullero para luego llevarlo al hospital. Cuenta que Mariño le dijo que eran tres los asaltantes y que le habían llevado los documentos y plata.
Gorio confiesa que se dio cuenta de que era uno de los asaltantes porque entre los testimonios, en el lugar del hecho recabó un dato muy importante. El que se llevaba la plata tenía una campera de cuero que no le cerraba por su prominente volumen abdominal. Y cuando vio los ojos de Mariño, recordó que le habían dicho que además de campera de cuero el sospechoso tenía ojos claros.
Moduló por el equipo radial en canal privado con uno de los encargados del turno, Dante Rocha, y le dijo que llevaban una persona herida de bala. Gorio dice que Rocha entendió el mensaje. Porque sabían que había uno de los asaltantes herido.
Mariño fue llevado al Hospital Regional y allí le pusieron una consigna policial al establecer que era uno de los tres asaltantes.
"Andaba con un bolso de un metro y medio de largo, por cincuenta centímetros de alto y ancho con toda la plata. La deja en la casa de Sarmiento y Chacabuco, que era del abogado de la policía. Tenía unas plantas sobre el cerco, ahí lo deja escondido, detrás del cerco", rescata Gorio.
Luego se supo que el que observó esa maniobra fue un almacenero de la esquina y llamó a la policía. El que llegó al lugar para hablar con el almacenero fue el comisario Federico Rivadavia Peña, junto a un oficial.
Fue hasta donde le señaló el almacenero y encontró el dinero escondido detrás del cerco de la casa prefabricada. Allí cerca también se halló la pistola calibre 22 con silenciador casero y el pasamontañas que llevaba Mariño.
Peña llevó el millón de pesos a la comisaría y contaron con su personal uno a uno los billetes en la mesa de la oficina. El responsable de la empresa dijo que el botín estaba intacto. Según recuerda Gorio, al comisario luego lo recompensaron con un presente en forma de agradecimiento.
Pudo haber sido el robo más grande del siglo en la provincia, y así lo dimensionaron los medios periodísticos nacionales y regionales en aquella época.
LA VERSION DE MARIÑO
Mariño llegó a juicio sosteniendo su coartada. Dijo que había sido víctima de un robo. Que había llegado a Comodoro desde Trelew en el auto de una chica de 40 a 45 años que no conocía, que dieron una vueltas y se separaron. Que allí él decidió buscar a un amigo. Y que cuando iba caminando por la mano izquierda subiendo por Sarmiento aparecieron tres muchachos, dos con armas de fuego que lo asaltaron y al resistirse uno le pegó un tiro en la cintura. Que los tres corrieron hacia arriba –la zona de La Loma-, y él al rato cruzó la calle y se sentó en un nicho de gas. Luego pasó una persona y según él le pidió que llamara a la policía o a la ambulancia. Que después vio un patrullero y les contó lo que le había pasado y lo llevaron al hospital.
Pero los jueces del tribunal no le creyeron sus dichos, les llamó la atención el hombre no se acercara a ninguna de las viviendas próximas a pedir ayuda. También tuvieron en cuenta la casualidad de que el bolsón estaba por donde había pasado Mariño. Incluso sostuvieron que el domicilio de Mariño en ese momento estaba en Puerto Madryn y que el arma encontrada en la basura tenía pedido de secuestro del Juzgado de Instrucción 4 de esa localidad.
El asaltante en su defensa explicó que caminó hacia el lugar ya que había decidido buscar ayuda en una familia de gitanos que residía en la calle Huergo y Chacabuco, que se dedicaban a la venta de autos.
Pero uno de los testimonios de las víctimas fue clave: "el gordo recogía el dinero y se alejaba tranquilamente".
La juez María Elena Nieva de Pettinari sostuvo: "el relato que hiciera Mariño en sede prevencional resulta totalmente inverosímil con la calidad de la prueba reunida en su contra".
Mientras que el defensor Sergio Oribones en las diferentes instancias recursivas abonó la teoría de que no se pudo destruir la situación jurídica de inocencia de su asistido.
La forma en la que Mariño había logrado alzarse con el dinero de la empresa de seguridad, llevó a que se critique la poca seguridad de parte de la compañía para transportarlo.
Para la Defensa Pública en aquella oportunidad un cuarto hombre de la banda pudo estar entre la firma prestadora del servicio de seguridad, la firma receptora del mismo o el banco.
Mariño fue condenado en primera instancia a cinco años de prisión y luego la Cámara Primera en lo Criminal lo condenó a seis años de prisión subiéndole la pena, por encontrarlo penalmente responsable como coautor del delito de robo agravado.
La defensa consideró que la pena de la Cámara era arbitraria ya que el fiscal había solicitado en la acusación cinco años y los jueces consideraron que la pena acorde eran seis años de prisión. Para la defensa la figura debía ser un robo en grado de tentativa y no robo agravado. Pero los jueces consideraron que durante la media hora en la que Mariño intentó escapar herido, tuvo el suficiente dominio del botín desapoderado para hacer con él lo que quisiese.
Mariño pudo haber pasado a la historia criminal en el anonimato por haberse llevado un millón sin ningún disparo, pero la suerte no lo acompañó. Y el frustrado atraco a Vanguardia pasó a ser uno de los más importantes de la historia policial de Comodoro, que solo se pudo descubrir de una manera accidental. En ese tiempo no había cámaras de seguridad en la vía pública y el instinto policial de los sabuesos era primordial.-

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