Eduardo Astudillo tiene 37 años y desarrolla uno de los oficios más crudos e impresionables que debe existir en el mundo laboral. Debe cortar cadáveres y extraer los órganos lo más prolijamente posible para que los médicos forenses determinen las causas de muerte.
Lo mueve un profundo espíritu de justicia y confiesa a Letra Roja que lo que hace, lo realiza "en busca de la verdad". Lo suyo es un trabajo que también requiere esfuerzo físico. Debe manipular cuerpos pesados, hinchados, serruchar huesos y abrir estómagos. Entre olores de intestinos y fluidos de abdomen, debe luchar contra los aromas más fuertes de la muerte. Y se preparó para ello. Fue el elegido entre varios postulantes y ha dejado atrás varios años de trabajo de enfermería en el Hospital Regional y la Clínica del Valle.
Astudillo, nacido en Tunuyán, Mendoza vino desde muy pequeño a Comodoro Rivadavia. Culminó la educación primaria en la Escuela 1 y cursó el nivel secundario en el Liceo Militar General Roca. Luego de formar parte del cuerpo de salvavidas de la Municipalidad durante ocho años y ayudar a su padre con un servicio de remis, estudió y se graduó como enfermero en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco.
Para llegar a ser eviscerador de una de las morgues más importantes de Chubut, debió acumular mucha experiencia en guardias médicas y hasta en el servicio de Hemodinamia del Instituto Cardiovascular. Fue cabo de cirugía e instrumentista. También colocó stends en pacientes con intervenciones cardiovasculares. Siempre trabajó con flujos sanguíneos y el olor a sangre no lo desvela.
Hoy se encarga de sacar el órgano lo más prolijamente posible para que los médicos forenses se dediquen a tomar anotaciones y fotografías, analizar las causas de muerte. Quita cualquier tipo de cuerpo extraño que tenga el cadáver buscando no modificarlo. "Hay que conocer, ser minucioso y muy cuidadoso, para cada órgano hay una técnica específica para sacarlo en su estado más puro", explica.
En un día normal de trabajo, Astudillo puede pasar de quitar un losange de piel para que el médico anatomopatólogo analice, o cortar un trozo de traquea para que determinen el grado de obstrucción. Sus herramientas son cuchillos, sierras especiales para cortar hueso, bisturíes y pinzas extensoras.
"Hay autopsias en la que sorprende el nivel de violencia y de frialdad", comenta sobre los homicidios.
Destaca que a partir de la inauguración de la nueva Morgue Judicial, el equipo de rayos les ha alivianado la tarea ya que buscar un plomo en un cuerpo descompuesto, es a veces buscar una aguja en un pajar.
Su vida es la de cualquier profesional, pero convive con la muerte. Hay días en el que está jugando en la plaza con su hija y deben salir corriendo ambos hasta la morgue. La sienta a la pequeña en las oficinas internas, lejos de la sala de autopsia, atiende a la policía, abre las heladeras y recibe el cuerpo.
La niña no entiende nada, tiene 2 años, pero es la vida que lleva su padre, una función específica y necesaria.
Así las 24 horas, está a disposición para iniciar el protocolo más importante en una investigación judicial: la autopsia forense. La muerte no tiene hora y tampoco pide permiso. Astudillo es una parte fundamental de ese acto médico y científico en el que se echará luz para descubrir las causas de un fallecimiento.
Eduardo prefiere el cuerpo en movimiento, antes que la frialdad y la quietud de un cadáver. Por eso elige el deporte para llevar una vida sana. Vive en esa dicotomía que la muerte le hizo entender. En la que se valora día a día mucho más una sonrisa que la oscuridad de un cuerpo violentado.
"Cerrar el cuerpo,
es cerrar la historia"
"Cerrar el cuerpo, es cerrar la historia", es una de sus frases de cabecera que lo ayuda a no dejar invadirse del sufrimiento ajeno. Entiende que su trabajo se lleva a cabo en medio del dolor de la familia de cualquier fallecido en forma trágica, y sabe de los distintas reacciones que pueden llegar a tener en el proceso de duelo. Está preparado para contener en momentos críticos.
Cada vez que cose un cuerpo trata de ser lo más discreto posible. Entregar el cadáver lo más presentable. Si el cuerpo ha tenido lesiones en el rostro, aunque no es especialista en cirugía plástica, trata de que ellas no se perciban.
Su objetivo es llevar luz a la causa de muerte. "De esto depende la libertad y la tranquilidad de las personas", explica. Sabe de los riesgos de abrir un abdomen fermentado y a presión que ha permanecido durante varios días expuesto al calor.
Elige instruirse a través de internet y no mira televisión en su casa. Es un apasionado de la fisiología. Su familia no hace preguntas, él tampoco no da detalles. Cada vez que termina una autopsia, se cambia, se baña y corre a darle un abrazo a su hija. Quiere escucharla sonreír.
Sabe que su trabajo está rodeado por la "mística de la muerte, la mística de los rituales". Confiesa que muchas veces han encontrado velas o cenizas frente a la morgue, o incluso le ha tocado recibir a familiares que traen ropa específica para ponerle a los muertos después de las autopsias.
"Cuando me preguntan si me gusta mi trabajo yo digo que sí, pero no es que me gusten los cadáveres, mi trabajo es encontrar la causa de la muerte. No es el placer de abrir. Muchas veces del trabajo que hacemos depende la libertad de la persona. De una persona que vive la libertad es lo más valioso que tiene. Una persona que está presa o privada de libertad, tiene que ser con un motivo científicamente probado", argumenta.
"La persona que está sobre una camilla, más allá de que esté muerta, tiene hijos, esposa, padres, gente que queda en búsqueda de la justicia, que quiere que se esclarezca lo que pasó. Muchos cuestionan por qué le hacen esto (al cadáver), es porque es necesario. Hay que hacerlo para saber. Investigar verdadera y científicamente una causa de muerte es el trabajo del Cuerpo Médico Forense", resume Astudillo sobre su función.